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Un bello drama: 'El Drogas' también cuida
Hace un tiempo entrevisté a Enrique Villarreal, alias El Drogas, el mítico líder de Barricada, en mi podcast Dile que Baje (promoción: en exclusiva en Spotify). El podcast trata de hablar con personas conocidas sobre sus orígenes, de dónde son, su barrio, su pueblo, su infancia. Trato, y a veces lo consigo, de guiar una conversación en la que los oyentes se expliquen cómo son esas personas comprendiendo de dónde vienen. Me gusta hacerlo, la verdad. Escuchar y comprender son cosas que todos deberíamos hacer. Si te pagan por ello, más.
Estaba el otro día, decía, hablando con El Drogas y el plan era hacerlo sobre La Txantrea, el barrio de Pamplona donde creció y vive. De la España de los 70. De por qué Enrique se convirtió en un tipo duro y contestatario. La conversación, casi sin pretenderlo, viró hacia la última etapa en vida de su madre. Ella tuvo Alzheimer y había leído, de pasada en una entrevista, que Enrique decía haber tenido más contacto fisico con ella en sus últimos años que en su infancia. Le pregunté por qué y empezó a contarme cómo fueron esos ultimos años. El Drogas, el tipo que el escenario muestra rabioso y malencarado, se convirtió en un hombre (que lo es) sensible y encantador. Un señor ya mayor hablando de una de las mejores experiencias de su vida. De cómo, cito textualmente, le encantaba bañar a su madre anciana, le cambiaba el pañal, le limpiaba el culo. De cómo una vez que asumió que su madre vivía en su mundo y no lo conocía, tras un duro proceso, empezó a disfrutar de esa nueva relación. De cómo se reían. De cómo le hacía bromas infantiles, le cantaba, jugaban. De cómo el bisnieto de esa señora la visitaba y lo bien que se llevaban, ella apagándose y él encendiéndose.
No sé si en el futuro perderé la cabeza como la madre de 'El Drogas', pero en el fondo me gustaría que no pasara si tengo a alguien que va a disfrutar de mí tanto como él lo hizo de su madre
Me emocioné profundamente con lo que contaba. La gente que lo escuchó me consta que también. Primero, por la historia. Segundo, por quién la contaba. Era sorprendente ver la evolución de El Drogas, como hijo, como pareja, como padre, como abuelo. Su visión sobre el papel de las mujeres en su vida y en la vida. Su profundo y bien contado amor por la madre, la "socia" (así llama a su pareja de hace más de 40 años), los hijos, los nietos. Su madre murió en la pandemia, pero tengo la sensación de que El Drogas está bastante en paz con eso por esa última etapa. Los cuidados cerraron bien esa relación. Es precioso.
Todos y todas cuidaremos y, si se nos da bien, nos cuidarán. Vamos a estar en los dos lados de la ecuación casi seguro. Como persona de mediana edad con madre e hijos que cuidar y que, sinceramente, está a veces hasta los cojones de hacerlo, me reconfortó pensar en El Drogas. También en su madre. Estoy en una edad, insisto, en la que cuido mucho más de lo que me cuidan. A veces, de hecho, solo quiero tumbarme y que alguien me acaricie la cabeza y me diga que no pasa nada. Todos lo necesitamos. No sé si en el futuro perderé la cabeza como la madre de El Drogas, pero en el fondo me gustaría que no pasara si tengo a alguien que va a disfrutar de mí tanto como él lo hizo de su madre. Muy pocas veces los dramas son bellos. Esta es una.
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