Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
TELEPOLÍTICA
¿Te has contagiado del virus del trumpismo?
Hay quien niega la idea de que en España estemos cerca de vivir acontecimientos de deterioro de la convivencia política y social similares a los que hemos podido ver en lugares donde el nacional populismo se ha arraigado con fuerza. El concepto del trumpismo sirve para denominar un fenómeno que en el caso norteamericano ha servido de ejemplo de un peligroso camino que deberíamos cuidar en no recorrer. El término trumpismo se refiere a un fenómeno social de demolición de los principios básicos de la democracia. Podemos llamarle como queramos, pero el fenómeno existe y se extiende en el mundo y también aquí.
España, según los estudios de opinión, es uno de los países del mundo donde la figura de Trump genera mayor rechazo. Ni siquiera entre mucha gente de derechas, que supuestamente pudiera coincidir con el ideario del Partido Republicano, parece existir una corriente de simpatía respecto a un personaje como Donald Trump. Es posible que esta extendida falta de identificación con el egocéntrico expresidente estadounidense pueda llevar a pensar que en nuestro caso estamos lejos de repetir un fenómeno similar.
Hazte el test
Hay un punto de confusión que puede llevarnos una impresión equivocada de dónde estamos realmente en términos de convivencia democrática como sociedad. Corremos el peligro de creer que este oscuro proceso de deterioro no nos afecta, no porque no lo padezcamos, sino porque no somos capaces de visualizar sus efectos. El grotesto y tremebundo asalto al Capitolio en Washington o lo vivido tras la derrota de Bolsonaro puede llevarnos a creer erróneamente que estamos muy lejos de vivir situaciones de semejante impacto. En realidad, puede que no estemos tan distantes. Esos incidentes históricos en realidad no fueron la prueba de que un nacional populismo descontrolado había invadido la sociedad americana o la brasileña. Eran la muestra de los efectos que provocaba que esa enfermedad estuviera anteriormente ya implantada en la sociedad.
En España, queda la duda de saber en qué punto estamos. Parece que los efectos violentos e impactantes del trumpismo no han llegado, pero tengo la convicción de que el virus sí que ha impregnado nuestra coexistencia. Cabe además la posibilidad de realizar alguna comprobación que nos ayude a determinar hasta qué punto estamos contagiados. Hasta qué punto vivimos invadidos de trumpismo y bajo la amenaza de qué consecuencias serias puedan desencadenarse. Existe la posibilidad de autoevaluarnos cada uno y poder comprobar si nosotros mismos damos o no positivo en el test del deterioro de la cohesión social.
El ejercicio es relativamente sencillo y directo. Basta con responder a tres preguntas, pensando en nuestro entorno e intentando también reflexionar sobre cada uno de nosotros. Se trata de determinar si los principios en los que se fundamenta la extensión del populismo antidemocrático forman ya parte de nuestra manera de entender las relaciones con nuestros conciudadanos. Vayamos una a una.
Miedo
1/ ¿Sientes temor ante la sombra amenazadora de algo que pueda acabar con una vida apacible y tranquila para tu país? Esta cuestión está en la base de toda la actividad propagandística desde la que arranca el populismo antidemocrático. Se trata de trasladar a la ciudadanía un sentimiento de temor, cuanto más intenso más efectivo. Se trata de que la gente se sienta temerosa del futuro de su existencia y de la de sus seres queridos. Esta amenaza puede tener muchas formulaciones, desde una invasión de inmigrantes descontrolada, hasta la instauración inminente de una dictadura socialcomunista o de otro signo, la desaparición de la nación como espacio compartido de unidad y convivencia o la toma del poder por parte de aliados con el terrorismo.
España, según los estudios de opinión, es uno de los países del mundo donde la figura de Trump genera mayor rechazo
Odio
2/ ¿Aprecias que tus sentimientos frente a quienes tienen unas ideas políticas marcadamente opuestas a las tuyas son cada vez más negativos? ¿Crees que quienes tienen ideas contrarias a las tuyas te odian? ¿Llegas a odiar a quien está claramente frente a tus ideas? Va unido al interrogante anterior. Si sientes amenazado un espacio vital no parece raro que esa tensión se transforme en odio hacia aquel que representa ese peligro. La extensión de la amenaza y el miedo conlleva directamente una posición psicológica de autodefensa, al borde de provocar el choque físico en caso de confrontación directa.
Mentira
3/ ¿Aceptas de forma voluntaria el uso extendido de la mentira siempre y cuando favorezca tu posición ideológica? En un escenario de amenaza y abierta confrontación, como ocurre en los estados de guerra, la extensión de la mentira suele transformarse en un arma frente al enemigo. Si consideramos que nuestros peligrosos enemigos quieren acabar con nosotros, qué importancia puede tener el uso de la mentira si ayuda a debilitar su fuerza de combate. Si corroboramos un bulo o una falsedad, estamos aceptando la pérdida de una norma fundamental de convivencia, la de la verdad y la limpieza de nuestras relaciones personales.
Tres de tres
Miedo, odio y mentira. Posiblemente, estamos ante tres de los rasgos fundamentales que más pueden contribuir a la destrucción de un mínimo orden que haga posible un territorio de convivencia y cohesión social. Si vemos miedo, odio y mentira a nuestro alrededor, o si lo sentimos en nuestra propia experiencia, es prueba inequívoca de que este destructivo virus se ha extendido y que, posiblemente, estemos seriamente contagiados. La gente no muere por tener un virus, sino por las consecuencias que provoca en nuestro organismo si no se pone urgente remedio. Preocupa pensar que estamos más enfermos de lo que imaginamos como sociedad y que no seamos capaces de intentar buscar soluciones de cura antes de que el daño sea irreparable.
Buena parte de los portavoces más irresponsables de la vida política y mediática española hace ya tiempo que han asumido que el exceso forma parte justificada de su actuación. Aquellos que de forma cotidiana sobrepasan las mínimas normas de corrección social y moral han encontrado la manera de sacar adelante comportamientos deleznables sobre la base de una supuesta causa justa que les libera de toda responsabilidad. Todo vale.
Hay un doble problema al respecto. En primer lugar, el 'todo vale' tiene un evidente efecto acelerador en tanto en cuanto para poder ser efectivo necesita ir subiendo de intensidad a medida que pasa el tiempo. Lo que antes llamaba la atención, hoy pasa totalmente desapercibido. Los sensores de alarma social han tenido que ir moldeando su sensibilidad al agravamiento de la situación. En segundo lugar, la explosión digital ha llevado a una extendida fragmentación de medios y mensajes que ha multiplicado de forma exponencial la difusión de contenidos que luchan por abrirse camino como sea en mitad de un permanente atasco del que no resulta fácil salir. Es decir, el exceso es cada vez mayor en intensidad y cantidad. El proceso pandémico sigue creciendo.
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