Cantar al Cristo de los Gitanos Luis Arroyo

En el caso de Puigdemont y de sus portavoces de Junts resulta difícil distinguir cuando dicen sí o cuando quieren decir si. Parece evidente que han pasado de ser una fuerza inamovible, rocosa e impositiva a transformarse en un grupo relativista, acomodaticio y negociante. En realidad, todo se podría resumir en que Junts ha pasado de la defensa de la independencia unilateral a la dependencia multilateral.
Hemos sabido que Junts negoció con el PP la posibilidad de un acuerdo de investidura de Feijóo. En privado y en algunas manifestaciones públicas, voces significativas de la formación independentista defendían la idea de que a nivel del Estado se negocia mejor con la derecha que con la izquierda. Por un lado, la derecha históricamente ha hecho más concesiones al independentismo cuando se ha sentado en una mesa a pedir apoyo a su investidura. Además, la izquierda no tendría argumentos para oponerse a ese acuerdo. Es decir, algunos defendían que obtendrían más y además evitarían toda polémica posterior. Desgraciadamente, para quienes apoyaban esta posición, la existencia de Vox impidió cerrar, entre el PP y Junts, acuerdo alguno.
Resulta muy complicado entender a Junts. No está claro hasta qué punto Puigdemont y los suyos lo saben. Incluso, queda la duda respecto a si ellos mismos propician intencionadamente que así sea. Las declaraciones de sus líderes, cuanto más taxativas aparentan ser, casi siempre resultan más difíciles de interpretar. Esa extendida confusión provoca una negativa percepción por parte de muchos ciudadanos demócratas, dispuestos a respetar la posición ideológica de cualquier político, siempre y cuando la consigamos entender.
De cara a las futuras elecciones en Cataluña, quizá podrían utilizar como eslogan una única palabra: Si. Pero no en su acepción afirmativa, sino en la condicional. En castellano, resulta confusa la polisemia de esta palabra. Puede tener dos significados completamente diferentes, dependiendo de si lleva o no tilde. Sí, con acento, es un adverbio de afirmación. No ofrece duda alguna. Sin embargo, si, cuando no lleva tilde, es una conjunción que implica la condicionalidad de lo que viene a continuación. En esto, el idioma inglés parece tenerlo mejor resuelto. Entre el yes (sí) y el if (si) no cabe confusión.
Junts ha viajado, desde su fundación, navegando entre ambos significados. Nació con un sí contundente, afirmativo, en defensa de unos principios que parecían inamovibles y que tenían un objetivo final en su desarrollo: la independencia de Cataluña. Tras el fiasco que supuso el procés, da la sensación de que el partido liderado por Puigdemont ha ido modificando su dirección, por imponderables del destino, del sí, afirmativo, al si, condicional.
Todos conocemos y empleamos cotidianamente la expresión sí o sí. Es una forma indiscutible de remarcar que sólo contemplamos una alternativa. Se rompe el efecto binario que abre la la duda entre el sí y el no. Como muestra de inmovilismo, se plantea de esta manera que sólo hay una posición, sin matiz alguno. El si, como condicional, muestra todo lo contrario. Deja abierta la incertidumbre de lo que pueda ocurrir. Será sí, sólo si se cumplen algunas condiciones que lo posibiliten.
Junts nació con un sí contundente en defensa de unos principios y de un objetivo que parecía inamovible: la independencia de Cataluña. Tras el fiasco del 'procés', da la sensación de que ha modificado su dirección: del sí, afirmativo, al si, condicional
Nos ayudaría entender su peculiar situación. En su favor, hay que reconocer que la coyuntura de Junts no parece sencilla de manejar. Su paso del sí al si tiene cierta lógica cuando asumimos los diferentes frentes que deben atender de forma simultánea. Encontramos, en una primera visión, varios vectores de tensión, algunos de los cuales representan fuerzas en direcciones opuestas:
En el caso de Puigdemont, resulta evidente que no tiene interés alguno ni en conseguir la simpatía de sus conciudadanos en Cataluña, tal y como reflejan sus resultados electorales, ni la del resto de los españoles. Lo que sí parece importarle es, al menos, obtener el apoyo de sus seguidores más acérrimos, siempre y cuando reafirmen sus decisiones. Da la impresión de que Junts se ha convertido en un castillo fuertemente amurallado en el que el contacto con el mundo exterior depende exclusivamente de la voluntad del monarca y cuya actividad diplomática recae en esos siete diputados que en Madrid deben intentar hacer efectivo como sea aquello que se les ha encargado.
Fue llamativo el poco interés que mostró Puigdemont por la consulta sobre el acuerdo de investidura de Pedro Sánchez celebrada entre los militantes de su causa. Tres de cada cuatro miembros del Consejo de la República votaron por bloquear la investidura en Madrid. En realidad, participó una reducida parte de los convocados a la votación. Los que se abstuvieron y los que se opusieron sabían de antemano que al final se haría lo que su líder decidiera.
Junts tiene pleno derecho para utilizar en su provecho el poder que le dan sus siete escaños en el Parlamento español. Más discutible resulta la utilización chantajista de esa pequeña representación para condicionar la vida del resto de los ciudadanos de toda España, Cataluña incluida. Es la diferencia entre la política del sí y la del si. Puigdemont y Junts parecen contar con una ventaja frente a muchos de nosotros. La mayor parte de los individuos aceptamos vivir marcados por el sesgo de aceptación que nos lleva a desear contar siempre que sea posible con la aprobación general de nuestro entorno. Ni a Puigdemont ni a sus portavoces en Junts parece importarles, ni siquiera mínimamente, caer mal.
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Selina Bárcena