2024: La que nos espera

Llevamos años complicados. La sucesión de crisis sanitarias, económicas, bélicas, políticas, etc. ha extendido un sentimiento general poco dado al optimismo. En realidad, por pura cuestión estadística, deberíamos empezar a tener un sentimiento contrario. Esto es difícil que se agrave aún más. Por mi parte, pienso arrancar el año con total optimismo. Hay poco que perder. En el caso de que nada cambie, seguiríamos como ahora y, pese a todos los males, aquí resistimos.

Esta posición personal no supone una mera declaración inocente. Creo que nuestra sociedad necesita desencadenar una lucha frente a las fuerzas que trabajan arduamente para que se extienda el máximo negativismo posible. Hay un activo bloque económico-político-mediático que tiene claro que acentuar un sentimiento generalizado de descontento, de angustia y de rabia es la mejor manera de obtener beneficio.

Oposición en corto

En el mundo financiero, en épocas turbulentas, se mueven especuladores que se enriquecen jugando en corto. Se trata de una estratagema en la que el beneficio sale de apostar a que un activo va a caer. Es decir, cuanto más se hunda, mayor es el beneficio obtenido. En esa coyuntura, hay poco que hacer, pero si se puede contribuir de alguna forma a que la situación empeore lo más posible, más dinero se ganará.

Definitivamente, la derecha en España ha decidido apostar por hacer política en corto. Ha visto con profunda consternación que no tiene el apoyo suficiente del pueblo español para gobernar. Asumida a duras penas esta realidad, ha pensado que la única opción que tiene para sacar algún rédito en esta etapa es contribuir a que todo se deteriore lo más posible. La clásica actuación de un patriota. A estas alturas, todos sabemos que hay una derecha que ama profundamente España, siempre y cuando sea suya. Si hay que compartirla con todos, mejor volver a repartir cartas.

La protesta como actividad lúdica

Nos esperan meses de permanente tensión teniendo en cuenta que se van a suceder procesos electorales de forma ininterrumpida como mínimo hasta el verano. Las elecciones siempre tienen en positivo la posibilidad de que los ciudadanos elijamos en cada momento el rumbo del país. A cambio, cada vez que se acerca una campaña electoral, las batallas partidistas se recrudecen y acaban por acentuar la confrontación política y social. Queda por ver cómo los sectores más radicales de la derecha son capaces de encontrar la forma de embarrar más aún la ciénaga en la que quieren convertir este país, por pura estrategia de desestabilización.

Hay que reconocerles un mérito: la constancia. Parecen haberle encontrado el gusto a vivir en la calle en pleno estado de ebullición. Cabe suponer que para muchos de ellos tiene una parte de atracción recreativa ante la que no cabe reproche alguno. Una agradable reunión de amigos, unos insultos a gritos como terapia expansiva y unas tapitas al acabar. Muchos dirigentes y seguidores de la derecha española no entenderán por qué no se les había ocurrido antes un plan tan apetecible. Los más extremos incluso han descubierto que mostrar públicamente su desvarío mental les hace vivir con sobredosis de adrenalina. Al igual que ocurre con una solemne borrachera, viven la disonancia entre cómo se ven ellos y cómo los ve el resto de la sociedad.

Socios, aunque no amigos

Mientras, la política real transcurre en otros escenarios. Contamos con un Gobierno de coalición realmente peculiar. Tiene una evidente vocación progresista, aunque es obligado reconocer que el pegamento que le da consistencia es sencillamente la unión frente a una derecha excluyente, antipática y con preocupantes rasgos ultras. El Gobierno se sostiene más por el rechazo a una derecha amenazante y enfadada que por un espíritu de ilusión común de todos los socios que apoyan al Ejecutivo de Pedro Sánchez. El panorama político que se avecina tiene una incógnita principal. El Gobierno necesita el apoyo de diferentes partidos cuyos intereses particulares se anteponen habitualmente al interés colectivo de la mayoría social que representan.

En realidad, algunos de estos socios, que no amigos, apuestan por apoyar la estabilidad política con el único fin de intentar cumplir sus diferentes expectativas. Básicamente, hay tres posibles vías de agua que habrá que evitar. La pugna entre Sumar y Podemos es difícil de determinar cómo puede acabar. En Euskadi, es año electoral y la pugna entre PNV y Bildu promete ser más reñida que nunca. Finalmente, con el independentismo catalán siempre es difícil hacer planes de futuro. Su obsesiva pasión por el discurso de provocación de cara a la galería se verá intensificada en 2024 ante las elecciones que se avecinan. La rivalidad entre Junts y ERC siempre amenaza con desestabilizar la nave en la que todos los socios de la legislatura deben convivir.

La derecha apostará por el negativismo y la izquierda por el optimismo. La derecha buscará el bloqueo y la izquierda avanzar. La derecha forzará la confrontación y la izquierda intentará evitarla

Las reglas de juego

La izquierda tiene su propio plan para este año. Le toca gobernar España. Ya sabemos que no serán necesarias tantas iniciativas legislativas como hasta ahora. Menos mal, porque la complejidad en las negociaciones para cada paso que se quiera dar promete ser endiablada. Lo que toca es profundizar en buena parte de las reformas emprendidas y, sobre todo, en ir adaptando la marcha de la economía en mitad de las incertidumbres que se vislumbran. Trabajo no va a faltar. Parece evidente que será más útil para el país centrarse en la actividad de gobierno que en seguir el paso a esa derecha cuya única aspiración es el obstruccionismo y el intento de que la legislatura descarrile en cualquier momento.

Este es el juego que nos espera. La derecha apostará por el negativismo y la izquierda por el optimismo. La derecha buscará el bloqueo y la izquierda avanzar. La derecha forzará la confrontación y la izquierda intentará evitarla. La derecha elevará la descalificación y el insulto y la izquierda tratará de no aceptar la provocación. La derecha saldrá a la calle y la izquierda a trabajar. La derecha mostrará su rostro más desafiante y a la izquierda le toca sonreír. La derecha puede seguir festejando su afamada victoria electoral protestando y la izquierda administrará su derrota gobernando. Estas son las reglas de juego.

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