¿Todavía a vueltas con el amor? Manuel Cruz
El no-día contra la violencia hacia las no-mujeres
Quien niega la violencia de género niega el día en que se llama a tomar conciencia sobre su realidad y a avanzar hacia su erradicación. Para la ultraderecha y la derecha que la acompaña en su negacionismo coral, el 25N es un no-día en el calendario, un día vacío de contenido en el que sus noes hacen eco entre sus horas para que resuenen con más fuerza.
Y también es un día para las no-mujeres, al menos es lo que se deduce de las palabras de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, al dirigirse a la nueva representante de Más Madrid en la Asamblea, Manuela Bergerot, y decirle que “no podía ser más mujer” que ella, confundiendo la identidad con los roles, del mismo modo que la ultraderecha confunde la violencia con el resultado de las agresiones para mezclar todas las violencias. Todo en un debate muy masculino, como el de los hombres que se retan a ver quién es más hombre. Le faltó decir lo de “si eres mujer sal a la calle y me lo dices a la cara”.
De manera que este día del 25N nos encontramos a la ultraderecha diciendo lo que no es la violencia de género, y a la presidenta Díaz Ayuso indicando lo que no es ser mujer, porque para ella ser mujer es comportarse como la cultura machista les ha dicho a las mujeres que deben ser.
Quizás no sepan, ni Vox ni la presidenta, que reproducen la referencia machista que dice que a ninguna mujer de verdad la asesinan con violencia de género, es decir, con su no-violencia, y que sólo matan a las no-mujeres, a aquellas que rompen con los mandatos que imponen el marido o el novio a partir de las instrucciones que establece la cultura androcéntrica.
De ese modo se produce la confluencia perfecta para el sector conservador, puesto que el mensaje que lanza es que hay una no-violencia que asesina a no-mujeres, o lo que es lo mismo, que a pesar de sus dramáticos resultados y de la objetividad de los datos estadísticos, desde el punto de vista social en verdad no ha pasado nada.
Nos encontramos a la ultraderecha diciendo lo que no es la violencia de género, y a la presidenta Díaz Ayuso indicando lo que no es ser mujer, porque para ella ser mujer es comportarse como la cultura machista les ha dicho a las mujeres que deben ser
En el momento en el que le retiran el significado a la violencia de género para presentarla como la no-violencia, y en el instante en que se piensa que una mujer que no asuma los roles tradicionales decididos por el machismo se convierte en una “mala mujer” o una mujer que no es “gente de bien” para mostrarla como una no-mujer, la responsabilidad de la violencia de género se traslada a las circunstancias concretas en las que se produce cada una de las agresiones, como si se tratara de hechos aislados que se repiten con más o menos frecuencia, pero todos ellos desconectados entre sí y sin una motivación común enraizada en la cultura que lleva a actuar de ese modo. Bajo ese planteamiento, la responsabilidad se sitúa en la propia mujer que hace o deja de hacer algo incompatible con el hecho de ser una mujer de verdad.
El antropólogo Marc Augé definió los “no-lugares” como espacios intercambiables donde las personas permanecen anónimas, y pone como ejemplos los centros comerciales, las terminales de los aeropuertos o los supermercados.
Al ocultar la violencia de género y convertirla en no-violencia, lo que se pretende es que pueda ser intercambiada por cualquier otra, como intentan hacer los negacionistas al hablar de violencia doméstica y familiar. Y al plantear que el feminismo les dice a las mujeres cómo tienen que ser, cuando lo que dice es que tomen conciencia de lo que el machismo les impone para que sean mujeres como los hombres han decidido, las convierten en no-mujeres con el objeto de que puedan ser intercambiadas por cualquier otra víctima que “participa o provoca” la violencia que sufre. De ese modo, presentan la violencia de género como una especie de accidente de la convivencia, en lugar de una decisión racional de cualquier hombre que decida maltratar o acabar con la vida de las mujeres. Una forma de situar la violencia de género en determinadas circunstancias, en lugar de como un problema social.
Toda esa estrategia y argumentación se cierra cuando la no-violencia sobre las no-mujeres se dice que es llevada a cabo por un no-hombre, para que si alguno de los elementos relacionados con las circunstancias no es lo suficientemente intenso para reducir el caso a un determinado contexto, no impacte sobre la conciencia social. Por eso la propia construcción androcéntrica ha creado al no-hombre a través de sus mitos y estereotipos con el objeto de que el hombre que recurre a la violencia contra las mujeres sea identificado como un alcohólico, drogadicto, enfermo mental… o cualquier otra referencia que incorporen, como hacen ahora al hablar de la “maldad de algunos hombres”. Lo importante es que esos hombres violentos no sean identificados como “hombres normales”.
Nada nuevo; la conmemoración del “Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres” demuestra que la sociedad es consciente de que la violencia de género es consecuencia de la cultura machista, y de los hombres que deciden recurrir a sus argumentos para utilizarla de manera racional, por eso tienen que recurrir a la negación y a utilizar ideas sobre la no-violencia, las no-mujeres y los no-hombres, para de ese modo intentar vaciar el calendario de días llenos de feminismo e igualdad. No lo conseguirán.
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