MAR y su dificultad para contar la verdad Pilar Velasco
Beyoncé y la invención de la tradición
Los mejores orígenes son los que se inventan. La mejor tradición es la que se reescribe.
El nuevo disco de Beyoncé, Cowboy Carter, presenta una reinterpretación del género country. A él se incorporan influencias de otros géneros como el pop, el hip hop, el R&B, el blues o la música electrónica. Los maestros de ceremonias que aparecen como locutores de la emisora ficticia que emite el álbum, KNTRY Radio Texas, son titanes de la historia del country como Willie Nelson y Dolly Parton. Se ha hecho viral la coreografía de la canción Texas Hold’Em, donde personas de todas las edades y nacionalidades, grupos de amigas o padres con hijos, europeas o asiáticos, repiten el baile cowboy y le dan un nuevo sentido.
De este modo, Beyoncé realiza con la música country lo que últimamente se había hecho ya con diversos géneros populares latinos, que han sido reactualizados en discos de reggaetón o música urbana. Este caso es especialmente interesante porque el country lleva consigo la pretensión de representar algo así como un purismo de los orígenes, asociado a un sentido cultural, nacional y étnico. El country se presenta frecuentemente como la música de la tierra, las raíces, lo rural, la comunidad, lo orgánico, lo “natural” y los verdaderos americanos blancos. Frente a esto, Beyoncé reivindica el papel olvidado y reprimido de elementos afroamericanos en los orígenes del country y lo presenta fusionado con ingredientes diferentes. Porque todo relato de la verdad última de unas raíces o la pureza de lo popular es eso, un relato; la imagen de lo “natural” se construye, como se construye en el estudio el sabor añejo de la ficticia KNTRY Radio Texas añadiendo voces filtradas, interferencias y glitches. Todo el mundo sabe que la insufrible estética de cabaña en el bosque y camisa de leñador del indiefolk fue una invención urbanita y pequeñoburguesa. No es la única.
Lo que este disco dice, como antes hicieron otros como Bad Bunny, Bad Gyal o C. Tangana que han jugado de la misma manera a reinventar la tradición de los géneros populares, es que la tradición no es nada si no se transmite
Este disco es producto de una trayectoria difícil. De hecho, la primera incursión en el country de Beyoncé, Daddy Lessons, de 2016, recibió insultos racistas y el rechazo de la Asociación de Música Country. Es allí donde empezó a forjarse esta obra. Beyoncé, por cierto, fue criada en Houston, Texas, y ha estado en contacto con esta cultura desde su niñez; pero el color de piel impide en opinión de algunos la pertenencia a su selecto club. Pero Beyoncé no impugna un origen para reivindicar otro, no se trata para ella de hacer algo así como una nueva política de la identidad de las raíces negras del country; porque el resultado es él mismo un collage. Samples de Fleetwood Mac, Chuck Berry, Nancy Sinatra, Beach Boys, Jay-Z o los Beatles conviven con la versión de “Jolene” y un aria de ópera. Porque lo que este disco dice, como antes hicieron otros como Bad Bunny, Bad Gyal o C. Tangana que han jugado de la misma manera a reinventar la tradición de los géneros populares, es que la tradición no es nada si no se transmite; que tradición significa trans-dare, dar al que está más allá de ti y recibe lo que le das de modo diferente; que “tradición” comparte raíz etimológica con “traición”; que, en fin, toda tradición es una invención, como toda traducción es una interpretación.
En este tiempo de melancolía, rechazo del presente y fantasías de retorno a un origen perdido, encontramos aquí una valiosa lección.
Clara Ramas San Miguel es filósofa, política, profesora en la Universidad Complutense de Madrid y autora del ensayo 'Fetiche y mistificación capitalistas. La crítica de la economía política de Marx' (Editorial Siglo XXI). Acaba de traducir y publicar también una edición de 'El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Karl Marx' en la editorial Akal.
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