Musk y Trump ante una izquierda ¿obsoleta?

Hay una vieja observación del filósofo Baruch Spinoza en la que dice que sería conceptualmente inconcebible que un gobernante se paseara desnudo rodeado de mujeres sin ropa, presumiera de delitos o exhibiera comportamientos que atentan contra la propia idea de su majestad. Es decir, si un gobernante hiciera tales cosas, lo que no sería es un gobernante. Tales cosas, quiere decir la observación, contravienen la definición misma de gobierno, dignidad pública y representación. Spinoza trataba de sentar las bases conceptuales, la definición misma de lo político moderno; y lo hacía dibujando su límite exterior. Pues bien, tales cosas son exactamente las que hoy exhibe sin ningún pudor Donald Trump, desde el “Grab ‘em by the pussy” hasta haberse convertido en el primer expresidente de los Estados Unidos condenado en un juicio penal, en concreto a causa de un soborno a una actriz porno. Las boutades no cesan; la última, haber prometido encargar a Elon Musk una reforma de la Administración si gana las elecciones. El multimillonario, por su parte, sigue entretenido en su particular cruzada personal: la de convertir la red social X en lo más parecido a un subforo de 8chan, difundiendo bulos y contenidos alt-right o compartiendo fotos de Kamala Harris disfrazada de comunista. 

Pero, más allá de la indignación, debemos comprender que esto es una operación política perfectamente orquestada. No se trata solo de prometer los hits habituales del programa neoliberal autoritario, como también ha hecho Trump: control de fronteras, rebajas fiscales a empresas y rentas altas, políticas energéticas antiecologistas. Se trata de demoler la misma idea de esfera y conversación pública que hasta ahora se había mantenido. No se trata del capricho de un multimillonario que opera como un adolescente encerrado en su habitación, sino de un programa político. Un viejo ideal ilustrado de razón comunicativa sucumbe a un paradigma, no menos comunicativo, construido desde la fuerza corrosiva del cinismo, la ironía y el meme. Actores poderosos lo han comprendido perfectamente y trabajan al unísono.

Las fuerzas progresistas tienen por delante una formidable tarea, y no es inmediatamente electoral, sino estratégica de largo alcance, y también intelectual

Frente a ello, la queja nostálgica, aleccionadora e ingenua de una izquierda que se lamenta porque ya no estamos en la era del Twitter habermasiano o de los periódicos diderotianos resulta solo en un canto de impotencia. En primer lugar, porque dichos actores han hecho del ragebait y la polarización su propia gasolina de crecimiento. En segundo lugar, porque estos actores han comprendido que este modus operandi recoge un cierto espíritu de los tiempos, casa bien con un material antropológico que es el de los psiquismos devastados. Hay más verdad antropológica, lo hemos dicho en muchos lugares, en los arquetipos meméticos del Doomer o el Wojak que en las tribunas de intelectuales o profesores que nos echamos las manos a la cabeza contemplando cómo, en efecto, se ha cumplido la frankfurtiana dialéctica de la Ilustración. A sujetos rotos por la precariedad y la crisis permanentes no se les conquistará con recuerdos de la optimista subjetividad ilustrada

Por ello, las fuerzas progresistas tienen por delante una formidable tarea, y no es inmediatamente electoral, sino estratégica de largo alcance, y también intelectual. Hay que preguntar con qué palabras y con qué conceptos pensar una realidad que ha triturado las palabras y conceptos de un Hobbes, un Spinoza o un Kant. Echar mano de paradigmas que la propia realidad de un Musk o un Trump han convertido en obsoletos puede contentar solo al que busque edificación y alivio en la huida. Pero el mundo nos reclama para tareas a la vez urgentes y de largo porvenir.

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Clara Ramas San Miguel es filósofa, política y profesora en la Universidad Complutense de Madrid. Estos días llega a las librerías su nuevo ensayo, 'El tiempo perdido. Contra la Edad Dorada. Una crítica del fantasma de la melancolía en política y filosofía', editado por Arpa.

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