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La abstención es ya el principal partido: un 35% de electores no votarían frente al 23% de hace cinco años

Acertar con la herida

I.- Hay un poema de D. Antonio Machado que siempre me ha conmovido. Bajo el título de “A una España joven”, dice así: “Fue un tiempo de mentira, de infamia// a España toda// la malherida España de carnaval vestida// nos la pusieron pobre y escuálida y beoda// para que no acertara la mano con la herida”. Machado se refería a la España anterior a la Segunda República. Hoy en día, gracias a la democracia y a un sostenido esfuerzo colectivo, España no es tan pobre ni escuálida ni beoda como antaño, pero volvemos a estar inmersos en un tiempo de mentiras e infamias cuya intención es la misma que entonces: que no acertemos la mano con la herida. Un tiempo, amigo Machado, que se ha extendido por toda Europa e incluso por el globo terráqueo, porque hoy en día, a diferencia de tu época, las mentiras, las infamias y el negocio de conducirnos a la beocia es asunto digital, universal y muy premeditado. Otra vez como en los años 30, que tanto acabaron haciéndote sufrir, vuelven a surgir en la conducción de algunas naciones no pocos fantoches, de peligrosas ideas simples, pero capaces de concitar la adhesión de grandes multitudes y votantes.

En aquel tiempo, como consecuencia de las guerras —siempre las guerras— y de las crisis del capitalismo —siempre las crisis del capitalismo—, auténticos mamarrachos histriónicos, de los que se hacía burla en los círculos de los “entendidos”, acabaron haciéndose con el poder y condujeron a la humanidad a la más espantosa de las matanzas. En nuestro caso a una no menos terrible guerra civil que acabó contigo. Quién le iba a decir al charlatán de cervecería austriaco, sin oficio ni beneficio, que un día casi se haría con toda Europa con la intención de fundar un imperio que, en su delirio, duraría mil años. O aquel otro exhibicionista de gestos y ademanes bufos que enardecía a las masas desde el balcón de la plaza Venecia, tan obsesionado como el anterior con recrear, en la escuálida África, el viejo Imperio Romano. Cuando se dieron cuenta de lo peligrosos que eran fue demasiado tarde, y costó dios y 30 millones de muertos el derrotarlos. Los errores y las distracciones, el “no acertar la mano con la herida” se paga carísimo en la vida de los pueblos.

II.- En el fondo, casi siempre suele suceder en los momentos de decadencia del capitalismo existente, que erosiona la democracia, desarma la racionalidad de la ciudadanía y crea el falso espejismo de que se puede retroceder a los “viejos buenos tiempos” que, al no existir, con lo único que se topan es con el precipicio en el que se despeñan los disparatados delirios.

Hoy tenemos a un Trump, con procesos judiciales hasta las cejas, un populista sin sustancia ni escrúpulos, cuya única idea es el “América primero”, la antidemocrática actitud de apoyar el asalto al Congreso o ser “dictador por un día”. El brasileño Bolsonaro, igualmente empapelado por la justicia por el mismo motivo; los estrafalarios Farage y Johnson en Gran Bretaña que condujeron, con engaños y falsedades, a los británicos al nefasto Brexit. Ahora nos surge un oscuro economista, enarbolando una sierra mecánica en la mano, cuyo programa político se resume en el “libertad carajo” o “el Estado es un cáncer”, y lo primero que hace como símbolo de la “libertad” es atribuirse poderes legislativos.

Por no hablar de Putin, que pretende recrear no se sabe si el imperio de los zares o el de la “Unión Soviética,” o del terrible Netanyahu, cometiendo un exterminio de palestinos y aislando a su país del mundo. En nuestros lares también tenemos algunos especímenes un tanto extravagantes que confunden logros sociales con el “comunismo” o la “libertad” con tomar cañas. O aquellos otros, en varios países de Europa que pretenden acabar con el proyecto de la UE, o los que siguen soñando con ser “naciones soberanas”, lo que supondría, en ambos casos, retroceder a viejos conflictos.

III.- Todos los anteriores fenómenos se envuelven en un ruido atronador de falsedades, tergiversaciones y mitos para que no acertemos, como decía el gran poeta, “la mano con la herida”. Porque esa enorme herida es nada menos la que ha abierto la globalización de un capitalismo descontrolado financiero-digital, que o lo controlamos y dirigimos mediante formas democráticas, o nos hará la vida muy conflictiva, insegura e inviable. El gran reto de nuestro tiempo es precisamente este: o la democracia, en su expansión, regula y dirige la nueva revolución digital, que afecta e incide en nuestra propia conciencia, o ese capitalismo, cada vez más concentrado, jibarizará la democracia y alienará nuestra existencia.

Por eso mismo, no sé si es cuestión de regeneración o más bien de fortalecer, extender y cohesionar cada vez más nuestras democracias. Siempre he creído que fortalecer y extender la democracia depende, en esencia, de cuatro procesos: de la cohesión social, que obedece a su vez de un crecimiento inclusivo y sostenible de la economía y de un robusto sistema fiscal; de la cohesión territorial, que garantice la igualdad de la ciudadanía, sea cual fuere el lugar de residencia; de un avance en la integración de la UE hacia un sistema federal, y de la excelencia de las instituciones, tanto nacionales como europeas. Y, como siempre, todos estos procesos no avanzarán si no hay una organización y movilización de la ciudadanía en pro de su conquista. 

España no es tan pobre ni escuálida ni beoda como antaño, pero volvemos a estar inmersos en un tiempo de mentiras e infamias cuya intención es la misma que entonces: que no acertemos la mano con la herida

En este momento de nuestra vida colectiva la economía marcha razonablemente bien, bastante mejor que en el resto de la UE —por eso no se habla de ella— y, no obstante, nuestro sistema fiscal no es lo adecuadamente robusto, a pesar del crecimiento de la recaudación. Un aumento de los fondos públicos que se podrían aprovechar para acabar con la lacerante pobreza infantil, un plan masivo de creación de viviendas en alquiler para la gente joven, cuestión principalísima que debe abordarse sin demora desde diferentes ángulos. Y, como siempre, acrecentar al máximo la inversión en I+D+i, la mejor manera de modernizar nuestro aparato productivo y crear una sólida base científico-técnica. En estas y otras medidas económicas y sociales es como entiendo el fortalecimiento de la democracia.

Claro que es urgente resolver el impresentable e ilegal atraso en renovar el C.G. del Poder Judicial. Un auténtico escándalo anticonstitucional, pero soy escéptico respecto a que la derecha acepte un acuerdo sobre esta materia. Habría que pensar en alguna fórmula que superara el bloqueo: la votación directa de los candidatos por los diputados; la insaculación o la reforma de las mayorías para la elección en segunda convocatoria. Es una filfa sostener que en Europa hay un sistema único de elección de esos Consejos.

Es obvio que convendría evitar que la libertad de expresión se transforme en libertad de difamación. Para ello debería servir el Código Penal, pero, en todo caso, no estaría de más una ley de transparencia informativa, en base al art. 20 CE, pues la ciudadanía tiene derecho a recibir información veraz y no basura anónima. Una ley que no afectase para nada a la libertad de información, sino que garantizase la transparencia económica y personal de todo tipo de medios o instrumentos que viertan información, ya sean tradicionales o digitales, en la tierra o en la nube. La UE ha comenzado a tomar algunas medias acertadas en este sentido.

No estaría de más una ley de transparencia informativa, en base al art. 20 CE, pues la ciudadanía tiene derecho a recibir información veraz y no basura anónima

IV.- Ahora que se aproximan las elecciones europeas es un buen momento para reflexionar sobre estas cuestiones económicas, sociales y políticas, la mayoría de las cuales tienen una dimensión europea y no sólo nacional. Como vengo sosteniendo tenazmente, somos ya una nación y Estado “euroespañol” o “hispanoeuro”, y como tal tenemos que acostumbrarnos a enfocar los problemas y sus posibles soluciones. De ahí la enorme trascendencia de las próximas elecciones del 9 de junio al Parlamento europeo. Nosotros venimos de las desgraciadas medidas de austeridad, que tanto daño nos hicieron, y corremos el riesgo de regresar a ellas. De otra parte, las encuestas anuncian un avance de los partidos de ultraderecha en países centrales como Francia y Alemania, aparte de lo que ya sucede en Italia, Portugal, Hungría y algunos otros. Así pues, un Parlamento que girase hacia la derecha, con acuerdos del Partido Popular europeo con los ultras, puede hacer mucho daño y suponer un grave retroceso en la construcción de la Unión, precisamente cuando más necesitamos avanzar.

Muchas veces no somos conscientes de que la mayoría de las cuestiones que nos afectan ya se deciden en la UE, y si no que se lo digan a los agricultores y ganaderos, a los pescadores y a tantos colectivos. Temas tan decisivos como la política monetaria, los presupuestos, el comercio exterior e, incluso, asuntos de política exterior y de seguridad ya se ventilan en Europa, por no hablar de la prevalencia de las normas y los tribunales de la Unión. Pensemos bien nuestro voto, porque esto no va de apoyar o castigar a un determinado gobierno, sino de pensar que nos jugamos el avanzar hacia una mayor integración, incluyendo la política social, que nos haga más fuertes, o retrocederemos hacia posiciones de austeridades ultraliberales e ilusiones “soberanistas”.

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Nicolás Sartorius es presidente del Consejo Asesor de la Fundación Alternativas. Su último libro se titula La democracia expansiva o cómo ir superando el capitalismo (Anagrama).

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