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El Gobierno recompone las alianzas con sus socios: salva el paquete fiscal y allana el camino de los presupuestos

Alberto, céntrate, que como ultra no tienes un pase

Se acabó lo que se daba. Adiós al mar. Se fue el verano y empieza el curso; porque esto es así, la cosa no va de la cuesta de enero a los regalos de diciembre, como dicen los calendarios, sino de septiembre a junio, que es cuando pasan cosas y se mueve la actualidad. Aunque, eso sí, por lo general se mueve poco y sin cambiar de dirección. Hace tiempo que en el ámbito de la política volver a la ciudad significa regresar a los mismos temas, igual que si el tiempo no hubiese pasado, lo cual tiene una lectura mala: que los problemas no se resuelven, sólo cierran por vacaciones.

Como quien da acelerones para que ruja el motor en la línea de salida e intimidar así a los otros corredores, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, concede su primera entrevista del campeonato y deja un titular apocalíptico: "Ahora viene el gran golpe en Cataluña". ¿Quiere decir que su familia o novio van a hacer negocios con material sanitario en esa comunidad? No, trata de poner la misma carta sobre la mesa, la de la ruptura de España por parte del independentismo y las concesiones que le ha hecho el Gobierno.

Atrás quedan las oleadas de turistas internacionales, cincuenta y tres millones y medio en los siete primeros meses de 2024 –por cierto, con Cataluña como segundo destino preferido, tras las islas Baleares– y la estela del dinero que se han gastado en nuestro país, setenta y un mil cien millones de euros, una lluvia de dinero que a un marciano recién llegado a la Tierra le haría pensar que deberíamos sentirnos felices y que nuestra economía tendría que ir incluso mejor de lo que ya va, al menos en el planeta de las macrocifras; pero lo que nos llegan de un lado y de otro son listas de espera interminables en la Sanidad pública, sueldos ofensivos para la gente que cubre las plazas estacionales de la hostelería, aires acondicionados que no funcionan en los geriátricos y, eso sí, aumentos de sueldo para algunos de los que pregonan la austeridad, como el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, que se lo ha vuelto a subir, y ya van dos desde que se hizo con el poder. Sumas una cosa y la otra y la pregunta es: ¿aquí falta dinero o sobran quienes se lo llevan? La secretaria general del Partido Popular, Cuca Gamarra, acaba de decir que su formación "está preparada para devolverle a España lo que necesita", y desde el PSOE la han animado a que empiecen por devolver los ciento veinte mil millones robados en sus mil y un casos de corrupción, los sesenta  y cinco mil del rescate bancario que según el entonces presidente M. Rajoy "no iban a costarle un euro a las y los españoles" o los cincuenta mil que sacaron de la hucha de las pensiones. Es el toma y daca de siempre, y en él siempre dan y se les toma a los mismos.

Ojalá Núñez Feijóo se convirtiera en el hombre que se creía que era, soltara la mano de sus aliados y se centrara, en todos los sentidos: como ultra, no tiene un pase

En la otra esquina del cuadrilátero de boxeo que llamamos Congreso o Senado, están las familias. En la calle de Génova le tiraron desde el balcón todo lo que tenían, incluido un juez, a Begoña Gómez, esposa del presidente Sánchez, y ahora los bumeranes que dispara la máquina de fango les han devuelto todas las oscuras sospechas que vienen de Galicia y señalan a la pareja y la familia del líder conservador, Núñez Feijóo, supuestas receptoras de ríos de dinero público sacado de las cajas fuertes de la Xunta. El jefe de la oposición ha tratado de distraernos asumiendo el discurso de sus socios de la ultraderecha sobre la inmigración, ese mantra que asegura que estamos siendo invadidos y que le ha hecho, otra vez, desdecirse, que es el arte de los incongruentes: hace unos meses el PP hablaba de regularizar a medio millón de migrantes que viven en España y hoy dice que hay que deportarlos. ¿Por qué? Porque nos quitan el trabajo, sostienen desde la derecha. Sin embargo, el Banco de España dice que en treinta años necesitaremos veinticuatro millones de inmigrantes si se quiere mantener la productividad y sostener el sistema de pensiones. A ver si va a ser que algunos no quieren menos inmigrantes, sino los mismos pero con menos derechos. Ojalá Núñez Feijóo se convirtiera en el hombre que se creía que era, soltara la mano de sus aliados y se centrara, en todos los sentidos: como ultra, no tiene un pase.

Feliz curso para todas y todos, que del debate salga la mejora, no el encono.

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