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Arte

Esta sí es una exposición universal

Obra sin título de Keith Haring (1985).

Cien mil galaxias exploradas y… cero supercivilizaciones encontradas. Ese es el resultado que hace muy poco conocíamos sobre los (no) avances en la eterna búsqueda del hombre: la de compañeros de existencia en la vertiginosa infinitud del universo. Es lógico planteárselo: si el espacio se expande desde aquel enigmático Big Bang hace casi 14.000 millones de años, ¿podría ser posible, natural incluso, que fuéramos nosotros los únicos seres inteligentes jamás aparecidos?

Mientras la ciencia se afana en hallar pruebas que refuten tan desoladora conclusión —y, a falta de estas, en explicar cómo puede ser que no encontremos absolutamente nada— filósofos y artistas han emprendido en paralelo su particular exploración de los confines del cosmos.

Como a pesar de estar lidiando con lo interminable por algún lado hay que comenzar, la comisaria Danielle Tilkin ha puesto el punto de inicio más bien cerca si tomamos en cuenta las astronómicas edades de los astros: en los años cincuenta del siglo pasado. De allí parte su particular selección de obras recogida en Arstronomy, una exposición multidisciplinar abierta hasta el 30 de agosto en La casa encendida de Madrid.

En aquella década despuntaron en esta materia artistas como el belga Paul Van Heoydonck, quien a la postre se convertiría en el primer hombre en colocar una de sus obras en la luna: El astronauta caído, una placa con los nombres de 14 astronautas muertos en el curso de sus misiones, que depositaron en la superficie de nuestro satélite los miembros de la tripulación del Apollo 15 en 1971.

También marcó esa época el húngaro Nicholas Schöffer, considerado el padre del arte cibernético, hecho por ordenador, que puso en relación indisoluble el arte con la ciencia. O el checoslovaco Gyula Kosice, que hizo lo propio con el arte cinético y cofundó también el llamado Movimiento Madí, desarrollado en su Argentina adoptiva junto a otros artistas en torno a la idea de la expansión de los límites de la creatividad a través de la abolición de nociones como las de “expresión, representación y significación”.

Si estos creadores, cada uno en su estilo y con sus propios medios, abrieron las compuertas de la mente humana para lanzar una nave de ida y vuelta hacia el espacio exterior, fueron otros muchos quienes les tomaron el relevo, y no solo en el terreno de la plástica. El cine, las revistas, las novelas o las canciones se empezaron a llenar de referencias ufológicas y estelares que, aunque no eran inéditas antes e incluso mucho antes, entonces se popularizaron gracias a la mayor difusión de los descubrimientos astrológicos.

De la nebulosa entre lo místico y lo empírico surgen propuestas como las de Yves Klein, presente en la muestra de La casa encendida con dos obras. Su marca de la casa, ese color azul intenso patentado por él como IKB, ya anticipaba una querencia por lo inexpugnable: azul es el color del cielo, y azul es el color del manto de la Virgen, madre y como tal origen, símbolo del ciclo de la eternidad. Entre los vídeos, fotografías, esculturas y pinturas que se muestran, aparece también el grafitero Keith Haring con uno de sus abigarrados dibujos, poblado de platillos volantes y visitantes de otras latitudes.

Casi obsesionado con los extraterrestres, y no es el único, se presenta el español Robert Llimós, uno de los 36 artistas internacionales y de diferentes generaciones que concurren en la exposición, entre los que destacan nombres conocidos como los de Thomas Ruff o Thomas Struth. En 2009, el barcelonés aseguró haber avistado un OVNI en Brasil, una experiencia (supuestamente) real a partir de la cual realizó una serie de lienzos.

Pero no solo hay civilizaciones alienígenas que avistar: hay estrellas, planetas y las galaxias que conforman, hay cohetes y astronautas, hay fe y por supuesto hay ciencia, entendida esta desde sus perspectivas tecnológica, biológico-evolutiva o física. Conformada cada obra desde la particular visión de su creador sobre estas cuestiones, algunas de ellas plantean temas metarreferenciales, como un vídeo de William Kentridge que evoca El viaje a la luna de Méliès, considerada la primera película de ciencia ficción de la historia.

Junto con la muestra, se han programado una serie de actividades complementarias que incluyen una serie de seis conferencias que arrancan este miércoles 27 (hasta el 28 de junio) con expertos en ufología y en astrofísica. También se han programado varios campamentos de verano para niños, en los que estos podrán aprender más sobre el mundo que se despliega fuera de este mundo. 

*Créditos de las imágenes

1. Angelo Vermeulen, 'Hi-seas 1', 2013. 

2. Ionel Talpazan, 'U.F.O', 2013.

3. Isamu Noguchi, 'Sculpture to be seen from Mars', 1947.

4. Peter Stichbury, 'Barbara Robbins, Westall High', 2014.

5. Evru, 'Isdributh', 2009-2011.

6. Abu Bakar Mansaray, 'Digital Man', 2014.

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