Librepensadores
Del uso de cárceles y titiriteros
Gente peligrosa los titiriteros según el criterio de la señora fiscal Carmen Monfort, que aseguró durante la vista: "En ningún caso puede justificarse la exhibición de una pancarta con la inscripción Gora ETA”. Imprecisa afirmación, cuando no falsa. No quiero acusar a nadie y menos poner en el disparadero de verse enfilado por la señora Monfort, obediente a las instrucciones del fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, pero creo recordar escenas de películas en las que se pueden leer pancartas o pintadas en las que se “enaltece al terrorismo”, en palabras de la fiscal y del juez de gatillo fácil, Ismael Montero.
Grave error de apreciación el de fiscales y juez, al interpretar un dato de contextualización, de ambientación, necesario para la comprensión de la narración de un texto, o las imágenes con que se cuentan las acontecimientos de una película o una función de guiñol.
Según la estrecha, forzada y, a mi juicio, errónea interpretación de la pancarta utilizada en la función de títeres, se pretende enaltecer, exaltar, glorificar, aplaudir, engrandecer… a la ETA, a través de la sesión de títeres: La bruja y Don Cristóbal, que narra un enredo turbio, plagado de violencia, como la vida misma, escenas con muertes más allá de las agresiones a estacazos a que nos tenía acostumbrados Gorgorito, sus amiguitos y sus peripecias.
La pretensión desquiciada merecía la reflexión sosegada y sabia de un juez ecuánime que deslindara cuál es el sentido cabal de un tribunal de Justicia, diferente desde luego, en su pretensión, del que persigue el ruido mediático, desde el ámbito político para digerir el fiasco conservador de las elecciones municipales madrileñas, atacando sin argumentos políticos y sin piedad ni cabeza, a la corporación elegida por la mayoría de los ciudadanos de Madrid, retorciendo la realidad que no da más de sí, llevándose por delante los derechos de unos titiriteros que se ganan la vida con mejor o peor fortuna, hasta aparentar con la orquesta mediática a todo volumen, nada menos que una conspiración terrorista de carácter propagandístico encumbrando con la sórdida colaboración de todas las baterías de distorsión informativa, unas siglas de triste recuerdo que yacían en el polvo, derrotadas.
La libertad, bien supremo que nuestro señor de las letras, el maltrecho Don Miguel de Cervantes enaltecía afirmando que en su defensa la vida es razonable arriesgar. Para estos engendros amorales que instigan a la judicatura para movilizar demandas y agravios desmesurados a cambio de prosaicas rentas, nada vale la libertad del otro, sobre todo siendo la de modestos trabajadores, cómicos de la legua, titiriteros y gentes más o menos indefensas ante las arremetidas del monstruoso Frankenstein recosido con los peores retales de políticos, gacetilleros de culo gordo, togas y puñetas, que desde el PP han alzado y le han costado a dos ciudadanos cinco días de cárcel a cada uno.
Destrozando por fuego amigo la honra del pueblo llano, no reparan en daños, injurias, ultrajes, ofensas si con ello vilipendian al adversario político consiguiendo su finalidad: golpear políticamente a la corporación municipal de la señora Carmena.
Ya lo intentaron con el ridículo y descerebrado argumento de las galas del rey mago. O el sexo quimérico de esos personajes de fantasía que a ciertas conspicuas personalidades de la derecha política tanto dolor y lágrimas ha provocado.
Instrumentalizar los tribunales de Justicia para reparar la frustración que las urnas reportaron a unas siglas es algo dañino para una sociedad. Desde luego, impensable en una sociedad democráticamente adulta.
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Distorsionar el uso legítimo de la Justicia es inaceptable y gravoso para los españoles. Tomar en vano el nombre de la justicia debiera estar penado, máxime cuando en estos días campa libremente a sus anchas tras declarar ante el juez el confeso violador de menores en un colegio religioso; oculta sus rubores tras el visillo, blindada a la acción de la justicia por aforamiento político, la presunta delincuente contra los intereses económicos del pueblo valenciano y español; manchan con su presencia las calles por las que transitan libremente, el socio de Rita y su edecán en la banda, el amado Alfonso ¡coño! te quiero, los colaboradores en el lavado de dinero sucio… y toda esa voraz banda de apandadores y apandadoras de mano tonta que pisan las calles libremente constituyendo una amenaza constante e inminente a los derechos y los intereses de la ciudadanía.
Las cárceles no se hicieron para ellos. Las cárceles se han hecho para los Cervantes, para los trabajadores que defienden el derecho de huelga, para las mujeres que se revuelven contra el maltrato, para los que sitiados por hambre y frío reaccionan a la desesperada ante el desamparo al que les condenan estos exquisitos personajes que roban primorosamente lo que es auxilio y protección pública para todos. Lo que sirve para socorrer a cualquier español en apuros lo desvalijan sin piedad éstas bestias, para sí y para su partido de cuyas siglas no quiero acordarme…
Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre