Los diablos azules
Cádiz, noche de Carnaval
Entra la noche como un bultode mar vacío y de caverna,(…)y en la blancura de las páginas entra también la noche.
J.M. Caballero Bonald
El caballero del yelmo de papel de plata,
con un plumero doméstico a modo de penacho,
viene de una estirpe de roldanes y amadises
y va a la noche.
El pirata arrogante, con su sable de plástico,
viene de los naufragios caribeños,
de la leyenda en claroscuro de ultramar,
y va a la noche de las tempestades que se forman
en un vaso de ginebra.
La novia que es un hombre que sueña con ser novia
se sumerge en la noche de las nupcias lunares.
La diablesa ondulante del tridente dorado
viene de los infiernos del desamor
y se encamina a la noche roja
de las pasiones urgentes.
La falsa enfermera de las medias blancas
sale de la clínica de los espejismos poderosos,
los forjados en la soledad,
y se adentra en la noche de la metanfetamina.
El extraterrestre que orina en un callejón
ha perdido su nave y la busca en la noche.
La bruja del sombrero puntiagudo
lleva en la liga sus pócimas de hachís y de muérdago
y penetra en la noche de los aquelarres burlescos.
La monja, el bandolero y la drag queen.
La multitud errabunda.
La luna que parece –según la vio J. R. J.—
una reina loca y una magnolia triste.
(O la capa blanca del diablo,
según su discípulo Antonio Espina.)
Todos van a la noche de las ficciones caóticas.
Todos van a la noche que va a la madrugada
que va al amanecer. Mientras el mundo gira alrededor
igual que un molinillo de colores movido por el viento
Cádiz suprime del carnaval un concurso de ninfas de origen franquista por machista
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que viene de la mar y va a la noche.
*Felipe Benítez Reyes es escritor. Su último libro es Felipe Benítez ReyesEl azar y viceversa (Destino, 2016).