Gestión de residuos
La gestión del plástico avanza por la senda de consumir menos en vez de reciclar más
La gestión del plástico y los residuos que deja por el camino no es solo cuestión de reciclaje: es cuestión de consumo. Esta semana el Congreso –con la oposición del PP– aprobó pedir la prohibición en 2020 de los plásticos de un solo uso: es decir, tenedores, pajitas, vasos, recipientes… que tiramos, con suerte, al contenedor amarillo tras utilizarlos. El Gobierno de la Comunitat Valenciana ha dado también el paso y ha incluido las cápsulas de café, sorprendentemente contaminantes, a la lista de proscritos, tras la iniciativa que demostró Baleares a principios de año. La determinación de la cámara nacional es, sin embargo, a través de una proposición no de ley que no obliga a nada y que no detalla qué utensilios se prohibirían. En todo caso, los últimos movimientos, incluida la futura prohibición de las bolsas de plástico, indica que empieza a aparecer en el debate público cuánto consumimos de este material, tan útil como dañino, y no solo cuánto reciclamos.
España es el cuarto país de plástico de la Unión Europea en demanda de plástico, solo por detrás de Alemania, Italia y Francia, cifra Plastics Europe, que apunta que la mayoría se utiliza para el embalaje y la conservación de alimentos. La producción global de plásticos, como asegura Equo, se ha disparado en los últimos 50 años, y en especial en las últimas décadas. Entre 2002-2013 aumentó un 50% y se estima que en 2020 se superarán los 500 millones de toneladas anuales, lo que supondría un 900% más en comparación a niveles de 1980. Como es tristemente conocido por la mayor parte de la sociedad, un plástico abandonado tarda muchísimo en degradarse. Permanece, contamina y resulta un incordio, en el mejor de los casos, para la fauna y la flora del entorno natural.
Los cubiertos de plástico, el objetivo de la proposición no de ley, tardan 400 años en desaparecer y los vasos entre 65 y 75. Según un informe de Greenpeace, cada año se vierten 8 millones de toneladas de residuos plásticos al mar, formando las famosas islas de plástico. No son montículos de envases flotando a la deriva, como puede parecer. Son zonas del océano donde la concentración de residuos es extremadamente alta. Su impacto ambiental tiene que ver, como todo, con el cambio climático: el tratamiento, la producción y la gestión de un material tan extremadamente común en cualquier sociedad industrializada contamina.
Otro de los productos que está en la picota es la bolsa de plástico común, que se reparte en cualquier comercio para transportar cómodamente los productos que se compran. Se trata de un objeto fácilmente sustituible, muy prescindible y cuya distribución gratuita tendrá fecha de caducidad en España muy pronto, como paso previo a su prohibición. El Real Decreto que obligará a tiendas, supermercados y todo tipo de establecimientos a cobrar por estas bolsas se está retrasando, ya que aún necesita el dictamen del Consejo de Estado y el pronunciamiento de la Comisión Europea –al tratarse de la trasposición de una directiva europea–. Estaba previsto que la norma saliera a la luz a principios de año, y posteriormente se dio otra fecha, el 1 de marzo, que tampoco se ha cumplido. Así que no, no es obligatorio, por el momento, pagar por ellas, a pesar de lo que comuniquen muchos comercios que no se enteraron del retraso. El Ministerio de Medio Ambiente afirmó a Europa Press que se prevé la publicación en el BOE para el segundo semestre de 2018.
La norma excluirá en principio tanto a las bolsas más gruesas, que se reutilizan más y que no vuelan con facilidad, llegando a entornos naturales, como a las biodegradables, es decir, las producidas con material compostable. Su cobro no será demasiado impactante, aunque sí lo será su prohibición. Sorprende la determinación del Gobierno en contra del lobby de la industria del plástico, representado por varias asociaciones que se unieron hace unos días en la campaña #NoCulpesAlPlástico para defender lo evidente, dada su posición: que la prohibición del material no es positiva. Emitieron un comunicado explicando los diversos usos del plástico en todo tipo de sectores y asegurando que el reciclaje es la única vía ante el problema ambiental que generan.
Al otro lado se encuentra la Asociación Española de Basuras Marinas (Aebam), que en el periodo de consulta pública del decreto realizó alegaciones que consideran que la medida es positiva, pero no suficiente. "Las medidas del Real Decreto, pese a tener un efecto potencial sustancial en el consumo de bolsas de plástico de un solo uso, no tiene suficientemente en cuenta el efecto en medio marino", afirman. Las bolsas compostables, afirman, tienen un comportamiento similar a las convencionales en el agua: se fragmentan en microplásticos y pueden ser ingeridos por el pescado y el marisco que luego consumimos.
Pero lo más interesante del discurso de la Aebam es la parte que habla de una "oportunidad perdida" con el Real Decreto. La asociación defiende que el dinero que se recaude de las bolsas lo recaude el Estado en vez de los negocios y se reinvierta en medidas y planes medioambientales. Que no sea una carga, sino una tasa, al hilo de una fiscalidad verde tan en boga últimamente. "Con el enfoque actual del Real Decreto, según datos de 2014, se estima una ganancia para los comercios de más de 650 millones de euros. Ese dinero podría servir a emprender acciones de mitigación, limpieza y seguimiento sobre basuras marinas", afirma. Estíbaliz López-Samaniego, responsable de Proyectos de Aebam, afirma que en la organización son "relativamente optimistas" con respecto a que el Ejecutivo se haga eco de sus propuestas y advierte que las bolsas compostables, más allá de su impacto, generarán dudas si no se informa adecuadamente, ya que deben tirarse al contenedor de basura orgánica y nunca al amarillo gestionado por Ecoembes.
Economía circular vs reducción de consumo
Las bolsas de plástico empezarán a cobrarse desde hoy como paso previo a su prohibición total en 2021
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Las dos medidas que están sobre la mesa reflejan dos posturas clásicas en el mundo del ecologismo cuando se abordan temas de consumo y reciclaje. Las grandes empresas, las instituciones y muchas asociaciones apuestan de manera decidida por la economía circular como súmmum del reciclaje. El concepto se refiere a un estado ideal de un sistema de consumo en el que absolutamente todo lo que se consume se recicla y se convierte en otro producto, creando así un circuito cerrado. Otras organizaciones, como la decrecentista Amigos de la Tierra, no le dan la espalda al reciclaje pero creen que no basta, y que una reducción del consumo –y por extensión, del plástico– es el camino para afrontar los retos medioambientales. Máxime cuando España está en un serio problema derivado de una decisión de China de no aceptar la materia prima secundaria que generamos tras el proceso de reciclaje, creando un superávit que corre el riesgo de convertirse en basura.
La ONG ha publicado esta semana un informe en el que rebate uno de los principales argumentos que utilizan los defensores del embalaje de los alimentos con plástico, una práctica tan común como absurda en ocasiones: que así se conservan mejor y, por lo tanto, se evita el desperdicio de dichos alimentos al retrasar su fecha de caducidad. El informe señala que tanto los residuos de envases como los alimentarios han aumentado de forma alarmante en la última década, por lo que no hay una correlación evidente. "Es poco razonable justificar el incremento de un flujo de residuos, envases de plástico, a cambio de la reducción de otro, alimentos, más aún cuando esa reducción no se produce", afirma. La organización propone, en definitiva, estudios detallados que identifiquen claramente qué clase de residuos son los que acaban en playas, ríos y bosques e incluir más tipos en la estrategia europea, endureciendo las directivas. Aún queda mucho para que el plástico se vea seriamente amenazado en la cadena de consumo española, y más cuando hablamos de proposiciones no de ley, pero el camino está abierto y esta vez, apunta a repensar de verdad nuestro modo de vida.