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Sáenz de Santamaría: la primera 'marianista'

La candidata a liderar al PP, Soraya Saénz de Santamaría (i), junto a la exministra de Empleo y Seguridad Social Fátima Báñez.

Durante años sus compañeros de partido han dicho de ella que si aspiraba a la sucesión de Rajoy más le valía empezar a patearse las sedes por toda España porque no se iba a hacer con los apoyos sin haberse hecho querer en los territorios. Contra ese pronóstico, Soraya Sáenz de Santamaría (Valladolid, 1971) se convirtió en la candidata más votada el pasado 5 de julio, en la primera ronda, a más de 1.500 votos de Pablo Casado. Dejaba en el camino a su mayor enemiga puertas adentro del PP, María Dolores de Cospedal. Hace poco más de diez años, ambas se vistieron de rojo para acudir a la clausura del XVI Congreso Nacional del PP. Seguían la recomendación de la fallecida Rita Barberá de que vestir de rojo en Valencia da suerte. El sábado 21 de julio se comprobó que la suerte ya no seguía de su lado. Pablo Casado venció en la segunda fase del cónclave y desde ese día abrió un periodo de reflexión que culminó este lunes con su adiós a la política. Sigue en el PP. Pero como una militante más.su adiós a la política

Saenz de Santamaría puede considerarse la primera ‘marianista’ del PP. Con el ‘jefe’, como ella le llama, lo ha sido todo en política. Hasta el punto de que una de las ideas más extendidas en el PP, hasta la espantada de Alberto Núñez Feijóo, era que su vinculación tan estrecha a Rajoy cortocircuitaba sus opciones de aspirar a liderar una nueva etapa. Luego, todo vino rodado. Porque lo que estaba claro es que si Cospedal daba el paso, ella también lo haría. Y viceversa.

Los mismos compañeros de partido y altavoces mediáticos que en los últimos meses no estuvieron a su lado al considerar que el futuro del PP pasaba por alguien más joven –se lleva diez años con Casado– y que restaron peso a su argumento de que ya era hora de que el PP estuviese liderado por una mujer, se llevaron las manos a la cabeza en 2008 cuando Rajoy la escogió portavoz del PP en el Congreso de los Diputados. Un puesto fundamental si se tiene en cuenta que el PP estaba en la oposición. Era un premio a la lealtad de una abogada del Estado que en el año 2000 ya había empezado a trabajar con el ‘jefe’ como asesora en la Vicepresidencia del Gobierno. También la acompañaría a Génova, cuartel general de las conservadores, entre 2003 y 2004 en su etapa como secretario general. En ese último año ocuparía por primera vez un escaño en el Congreso tras la marcha de Rodrigo Rato.

El clan de los 'sorayos'

También es en el 2004 cuando entra en la dirección del PP como secretaria ejecutiva de Política Autonómica y Local. En este periodo se empieza a configurar el llamado grupo de los sorayos, su núcleo de máxima confianza. Con el paso del tiempo el grupo creció con nuevas incorporaciones. Muchos de ellos, como José Luis Ayllón o la exministra Fátima Báñez, fueron claves en su campaña.

Si su papel en el Gobierno de Rajoy, la gestión, fue uno de los platos fuertes de sus actos de campaña, otro de ellos fue su trabajo en la oposición. Cuando los partidarios de Pablo Casado la acusaron de rehuir el debate por miedo a perder, los sorayos sacaron pecho. ¿Miedo? Ninguno, salieron a defender recomendándoles que repasaran sus debates parlamentarios con los socialistas María Teresa Fernández de la Vega o Alfredo Pérez Rubalcaba. O, ya en campaña electoral, sus debates electorales. Pero lo cierto es que su empeño en hablar de gestión, frente al énfasis de Casado en temas como la unidad de España,  dio a la vicepresidenta un aire más de tecnócrata que de política dura.

El 11 de noviembre de 2011 dio a luz a Iván, su primer y único hijo. Y la noche del día 20 ya estaba en el balcón de Génova celebrando la victoria de su partido en las generales.

Participó activamente en el traspaso de poderes del PSOE al PP y Rajoy volvió a dar síntomas de su confianza en ella convirtiéndola en la mujer con más poder de la democracia: vicepresidenta del Gobierno, portavoz, ministra de la Presidencia… El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) también estaban bajo su control.

Tanta acumulación de poder llegó a provocar recelos en un sector del Gobierno y del PP. Rajoy lo sabía. Pero jamás hizo caso a las presiones.

Su papel de jefa de los espías dio para mucho. Sus críticos en el PP la dibujan como una mujer que atesora cajones de dossieres listos para ser lanzados contra el enemigo en el momento que haga falta quitárselo de enmedio.

De hecho, hay dirigentes conservadores que apuntan a que Feijóo decidió quedarse en Galicia por miedo a nuevos documentos sobre su relación con el contrabandista Marcial Dorado.

"A Kennedy no lo maté yo"

"A los de las teorías de las conspiraciones les puedo asegurar que a Kennedy no lo maté yo", llegó a decir en esta campaña preguntada por los famosos dossieres.

Tampoco le perdonan sus enemigos que, durante su etapa de portavoz del Gobierno, esquivase dar explicaciones sobre los escándalos de corrupción del PP con la excusa de que ella no se pronunciaba sobre “asuntos de partido”.

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En abril de 2014, el PSOE, sin pruebas, la acusó en una sesión de control al Gobierno en el Congreso de haber cobrado 600.000 euros en sobresueldos. Su enfado fue monumental. A la salida del hemiciclo dijo a los periodistas que no tenía ningún problema en que recogiesen esta reacción: "En mi puta vida he cobrado un sobre".

La última legislatura de Rajoy perdió la portavocía del Gobierno para hacerse cargo, a cambio, de la política territorial. Rajoy volvió a confiar en ella al encomendarla la agenda catalana en pleno desafío secesionista. Un “marrón” que no salió bien. Muchos en su partido estaban esperando el fracaso de la ‘operación Cataluña’ para cargar contra ella. Y cargaron contra ella. Pero, una vez más, Rajoy se hizo el sordo ante las presiones y no tomó ninguna decisión tras la que se pudiese leer una pérdida de confianza.

 

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