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¡Estos son los que mandan!

Isabel Serra | Fernando Luengo

No son los políticos que nos representan en los parlamentos nacionales, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos; tampoco los que han ganado su escaño en el Parlamento Europeo. Los que verdaderamente mandan no han sido elegidos por la ciudadanía, ni rinden cuentas ante ella, son los que ocupan la cúspide del poder económico.

Los informes sobre inversiones directas mundiales elaborados por la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo contienen información estadística relativa a la relevancia de las corporaciones transnacionales, no financieras y financieras.

En 2017, último año para el que esta organización entrega datos sobre este asunto, el ranking de las empresas no financieras estaba encabezado por Royal Dutch Shell (británica) seguida por Toyota (japonesa), TOTAL (francesa), British Petroleum (británica) y Volkswagen Group (alemana). El volumen de activos concentrado por la decena de firmas más importantes equivalía al 19% del Producto Interior Bruto (PIB) de la Unión Europea (UE) y al 62% del de Latinoamérica y el Caribe, era 2 veces el del África Subsahariana y casi 3 veces el de nuestra economía.

Si ahora ponemos el foco en las empresas transnacionales financieras, las tres que lideran el ranking son chinas –Industrial & comercial Bank of China, China Construction BanK Corporation y Bank of China–, situándose a continuación J.P. Morgan (estadounidense) y HSBC Holding (británica). El valor de los activos acaparados por las diez primeras firmas era 1,5 veces el PIB comunitario, casi 5 veces el de Latinoamérica y el Caribe, 16 veces el del África Subsahariana y 19 veces el español.

Estos indicadores, que revelan una intensa concentración de la estructura empresarial, palidecen si nos centramos en los mayores gestores de activos. En 2018, y en los años anteriores también, BlackRock ocupaba con claridad la posición dominante –un “fondo buitre” muy conocido en España por sus operaciones especulativas en el mercado inmobiliario y porque ha penetrado con fuerza en nuestro sistema bancario–, seguida por Vanguard Asset y State Street Global Advisors (las tres bitánicoestadounidenses); a continuación estaban Fidelity Investments (estadounidense) y BNY Mellon Investment (británicoestadounidense).

Los 10 primeros grupos concentran activos que superan el PIB de la UE, siendo casi 18 veces el español, 4 veces el latinoamericano y caribeño y 13 veces el de África Subsahariana. El valor de los activos gestionados por una sólo empresa, BlackRock, equivale al 26% del PIB comunitario y al 93% del de América Latina y el Caribe, siendo 3 veces el del África Subsahariana y 4 veces el de la economía española.

El Research Institute, perteneciente al Credit Suisse, entrega desde hace años análisis e información estadística sobre la distribución de la riqueza en el mundo, en las regiones y en los países: “Global Wealth Reports y Databook”. Pues bien, el reparto de la misma (suma de los activos financieros y reales, menos la deuda) registra niveles de polarización extremos. En Europa, el 10% más rico tiene el 70% de la riqueza, el 5% concentra el 55,4% y el 1% absorbe el 31,2%. Estos porcentajes son en España, respectivamente, del 55,3%, 43,7% y 24,4%; en África del 83,8%, 73,1% y 48,7%; y en Latinoamérica del 71,4%, 60,2% y 39,7%. Los millonarios (riqueza superior al millón de dólares) suponían el 2,3% de la población adulta en España (852 mil personas), en Europa, el 2,1% (algo más de 12 millones), en África ese porcentaje era inferior al 1% (120 mil) y en Latinoamérica alcanzaba el 2,3% (520 mil). Los que disfrutaban de un patrimonio superior a los 500 millones sumaban en Europa 1147 personas, 61 en España, 50 en África y 161 en Latinoamérica.

Según los últimos datos aportados por Forbes, las diez personas que forman parte del selecto grupo de los ultra ricos acumulaban en 2019 734.800 millones de dólares. Esta lista la encabeza Jeff Bezos (sí, el presidente de Amazon, que mantiene a sus trabajadores con unos salarios infames y donde los derechos laborales están siendo permanentemente vulnerados). A continuación, encontramos a Bill Gates (Microsoft) con 96.500 millones, Warren Buffet (Berkshire Hathaway) con 82.500, Bernart Arnault (Louis Vitton and Sephora) con 76.500, Carlos Slim (America Movil) con 64.000 millones y Amancio Ortega, presidente de Inditex, con una fortuna de 62.700 millones de dólares. Completan el grupo de los top Larry Ellison (Oracle), Mark Zuckerberg (Facebook), Michael Bloomberg (Bloomberg LP) y Larry Page (Alphabet). La fortuna de esta decena de personas equivalía, aproximadamente, al 4% del PIB comunitario y al 52% del español, al 14% del obtenido en Latinoamérica y el Caribe y al 43% del de África Subsahariana.

La información referida a los segmentos de población y las empresas situados en la cúspide de la pirámide social debe ser tomada con cautela, pues, con toda seguridad, está infravalorada. Una parte sustancial de su riqueza está colocada en activos financieros y mercados opacos; asimismo, las grandes corporaciones y fortunas tienen capacidad para ocultar patrimonios e ingresos (paraísos fiscales. precios de transferencia de las empresas transnacionales, ingeniería fiscal…). En fin, si se tienen en cuenta los vínculos familiares y accionariales entre empresas, difíciles de rastrear en las estadísticas oficiales, el proceso concentrador es todavía más pronunciado.

Es evidente, por lo tanto, que necesitamos más y mejor información, pero la que ya tenemos a nuestra disposición permite visualizar la enorme concentración de riqueza en unas pocas manos y empresas (literalmente hablando) y la consiguiente concentración de poder que acumulan estos grupos; poder en los mercados donde operan y poder sobre las instituciones y las políticas que aplican. El poder económico es, de esta manera, poder político; a veces en la sombra, articulado en espacios opacos, y a veces de manera explícita, entrando directamente en la gestión de los asuntos públicos.

Los datos agregados –como el PIB, el comercio exterior, los movimientos financieros o las inversiones extranjeras directas– que figuran en todas las estadísticas, como si los protagonistas de los mismos fueran los países, ocultan el hecho de que son las grandes corporaciones, los lobbies empresariales y los muy ricos quienes están en el corazón de esas transacciones. La muchas veces proclamada mano invisible que gobernaría los mercados es, en realidad, muy visible para quien la quiera ver, y esta formada por los oligopolios y las élites.

Situar el análisis en estas coordenadas es crucial para construir un relato verosímil de la economía realmente existente. Es este entramado de intereses oligárquicos y de ultra ricos el que fija las reglas del juego, y no la supuesta racionalidad de las teorías y políticas económicas; el que arroja luz sobre el predominio de la lógica financiera, la presión salarial, la insistencia en las políticas austeritarias, la resistencia a la aplicación de políticas sostenibles o la defensa a ultranza de los tratados de libre comercio e inversión.

Pero no se trata sólo de reivindicar los aspectos distributivos en la reflexión económica y en la acción política. Hay que decir, además, y esta es la clave del asunto, que las relaciones de poder asimétricas –reflejo de la concentración de la estructura empresarial, del ingreso y de la riqueza– han desnivelado el campo de juego en beneficio de una minoría, que ha impuesto las reglas del partido.

Las necesidades de las mayorías sociales no pueden abrirse camino sin enfrentar ese nudo oligárquico de intereses que impone unas reglas del juego que claramente les beneficia. Para deshacerlo, es preciso actuar desde los estados, a escala europea y globalmente, al menos en dos direcciones. Por un lado, debilitando la base material que sostiene esos privilegios, la industria financiera y la concentración de la estructura empresarial; por otro, introduciendo límites y controles sobre las retribuciones más altas y sobre los pagos de dividendos a los grandes accionistas, reforzando la progresividad tributaria y prohibiendo las puertas giratorias y los paraísos fiscales.

Este es el gran desafío, que tendría que estar muy presente en los debates electorales y en la actividad política y social de la izquierda transformadora, dentro y fuera de las instituciones. Abordarlo con decisión tiene que convertirse en una de nuestras principales señas de identidad.

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Isabel Serra es candidata de Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid y Fernando Luengo es miembro de la candidatura

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