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Los partidos arrancan la campaña electoral... por si acaso

El margen de maniobra de Pedro Sánchez es mucho más limitado de lo que cabe imaginar. Depende más de las decisiones que tomen las otras formaciones que de su propia capacidad de actuación. El problema, además, es que los intereses de esos otros partidos son opuestos entre sí y acaban por pillarle en medio. La mayor parte de las complicaciones son conocidas. La dificultad es cómo priorizarlas una a una:

1/ No sabemos si finalmente tendremos que ir de nuevo a las urnas en otoño. Es evidente que los partidos han arrancado la campaña electoral por si acaso. Todo lo que veamos a partir de ahora hay que interpretarlo desde esta clave. Cada movimiento que se realice debe tener en cuenta las posibles consecuencias que podría acarrear si acabamos en una nueva convocatoria electoral. Nadie actúa igual si las próximas elecciones son en cuatro años o en cuatro meses.

2/ La semana que viene conoceremos la fecha de la sesión de investidura de Pedro Sánchez. Según parece, tendrá lugar a mediados del mes de julio. Hay quién se pregunta por qué la afronta sin tener asegurada la mayoría necesaria. Hasta que no se celebre la sesión de investidura el reloj administrativo no se pone en marcha. Fue lo que pasó cuando Rajoy, tras las elecciones de diciembre de 2015, decidió no presentarse a su investidura a sabiendas de que no la iba a poder sacar adelante. El PSOE fue especialmente duro con semejante comportamiento y acabó por intentar, en marzo de 2016, que Pedro Sánchez se invistiera como presidente. Todo se truncó cuando Podemos votó en contra junto a PP y Ciudadanos. En esta ocasión, es evidente que el PSOE está obligado a echar a andar. De lo contrario, el coste posterior en unas posibles elecciones podría resultarle demasiado elevado.

3/ La exigencia del gobierno de coalición con Pablo Iglesias como vicepresidente ha sido rechazada por el PSOE. Aceptarla acarrearía en cascada diferentes complicaciones. Al no sumar ambas formaciones más allá de los 165 diputados, la investidura no estaría garantizada. A partir de ese momento, Pedro Sánchez perdería su capacidad de decisión y quedaría a expensas de los demás. Todo quedaría en manos de los partidos independentistas (26 diputados suman ERC, Junts y Bildu) que pasarían a ser los dominadores absolutos de la política española.Para hacer frente a su poder decisorio sólo habría tres líneas de actuación, a cuál peor para los intereses de Pedro Sánchez

. En primer lugar, podría negociar directamente con ellos. Hoy en día es impensable. Ese puente está destruido. Otra alternativa sería dejar a UP esa negociación. Las consecuencias serían aún peores, al convertirse en realidad la gran mentira que ha servido de base a la campaña de crispación lanzada por la derecha desde la moción de censura. Por último, cabría la posibilidad de que no hubiera negociación alguna y que se dejara en manos de los partidos independentistas la decisión final hasta el momento mismo de la votación. La coyuntura suena a pesadilla. La peor tragedia política que pudiera vivir el PSOE es la de llegar a unas elecciones, después de haber fracasado la investidura de un gobierno de coalición con Pablo Iglesias, tras no haber llegado a buen término un buscado entendimiento con los independentistas. El coste electoral es de nuevo la clave.

4/ El problema no es ya solo la investidura. Luego habría que gobernar. Solamente apoyado en la coalición con UP tendríamos un Ejecutivo con un insoportable nivel de incertidumbre e inestabilidad. Sería el escenario ideal para los tres partidos de la derecha. Si el Gobierno consigue puntualmente el apoyo de los independentistas para subsistir, el nivel de desgaste sería tremendo. Si, por el contrario, los partidos secesionistas bloquean, por ejemplo, los Presupuestos, volveríamos de nuevo al origen del desencadenante que nos ha traído hasta aquí.

5/ No puede olvidarse que nos espera un otoño en el que el conflicto catalán va a reavivarse. La sentencia del procés está prevista para octubre. A partir de ese momento se va a desencadenar inevitablemente un período de agitación política y social. En un conflicto tan enconado y polarizado es imposible que salga adelante una sentencia que deje a todos satisfechos. Toda la presión va a recaer en el Gobierno, que no puede a esas alturas llegar en serias condiciones de debilidad y sin margen de maniobra. Desgraciadamente, no va a ser una etapa cómoda para nadie y entonces más que nunca será necesario establecer amplios consensos entre las principales fuerzas parlamentarias. Si finalmente vamos a elecciones, es posible que se llegara con un Gobierno en funciones en plena precampaña electoral. Si el infierno político existe, lo íbamos a conocer.

6/ Ahora mismo, PP y Ciudadanos parecen preferir jugársela a la repetición electoral antes que ayudar a la puesta en marcha de la legislatura de un gobierno socialista. Pablo Iglesias ha reiterado públicamente que también votará negativamente la investidura de Sánchez si, como parece que va a ocurrir, no se acepta llevar al Parlamento el apoyo a un gobierno con él como vicepresidente como garante de la coalición. En esas circunstancias, cabe pensar que para el PSOE todos los escenarios son malos, aunque unos mucho peores que otros. De todas las opciones posibles, no habría ninguna mejor que presentarse ante su electorado después de haber sufrido el acoso y derribo de la derecha y haberse mantenido en pie ante el chantaje del todo o nada planteado por UP.

7/ En las actuales circunstancias, nada ayuda a pensar en una solución al complejo enredo en el que nos hallamos inmersos. Las posiciones de PSOE, PP, Cs, UP y los independentistas parecen irreconciliables. El bloqueo necesita que alguna de las cinco piezas se mueva. El PP vive momentos de tensión interna que dejan poco margen al débil liderazgo de Casado. Rivera ha ido demasiado lejos en su inexplicable aventura como para dar marcha atrás. Iglesias sigue creyendo que exhibir su espíritu suicida amilanará al PSOE. Sánchez sabe que no es cuestión de mayor o menor valentía, sino de que su margen de maniobra es demasiado estrecho y que no puede hacer otra cosa que mantenerse en su posición actual. Del independentismo ya hemos aprendido que es mejor no esperar nada constructivo.

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