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Susana Ginesta, una 'cadiwoman': "El feminismo es una manera de moverte en el mundo, te lo llevas a todas partes"

Susana Ginesta de la agrupación 'Cadiwoman'.

“En 2009 salió la primera agrupación Cadiwoman aunque aún no teníamos ese nombre de guerra. Decidimos llamarnos así, entre otras cosas, porque chirría que nos llamen la chirigota de Susana Ginesta cuando somos un equipo y todo el mundo aporta sobre lo que sabe o sobre lo que está aprendiendo”. Con estas modestas palabras analiza el origen de su chirigota una de las autoras imprescindibles para entender el Carnaval callejero de Cádiz en la última década. El que invade la ciudad de coplas, disfraces y risas hasta entonces recluidas en el Teatro Falla, sede del COAC (Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas).

Cada año, las Cadiwoman presentan una nueva idea que articula su chirigota ‘ilegal’ –así se conoce a las agrupaciones que pisan la calle sin pasar por el COAC-. De la vinculación entre estas ideas y las letras escritas por Susana Ginesta (Cádiz, 1979) con la inestimable colaboración de sus compañeras nació un libro: Cadiwoman. El superpoder del feminismo chirigotero (Macnulti Editores, 2019). Un alegato feminista que reivindica la importancia social, humana y vital del humor y la calle.

Dos símbolos de la identidad gaditana que este año, sin embargo, se hacen especialmente cuesta arriba ante un Carnaval cancelado por la pandemia. Su ensayo y las respuestas que ofrece a continuación en esta entrevista ayudan a matar el gusanillo en unas fechas en las cuales las preliminares del COAC ya habrían arrancado en el Falla. A envenenarse de feminismo y Carnaval de manera accesible incluso a neófitos en ambos aspectos. No en vano, Ginesta cierra el libro con un apéndice titulado ‘Tengo que hacer un glosario con tus dientes de marfil’. Muy al tipo, que dirían en Cádiz.

PREGUNTA: ¿Cómo surge la idea de trasladar vuestra trayectoria en el Carnaval callejero y vuestro proceso creativo a este libro?

RESPUESTA: Me hubiera encantado que se me hubiera ocurrido a mí, pero no fue así. La editorial Macnulti me propuso hacer una retrospectiva de los diez últimos años y cómo era el proceso creativo. Me pareció interesante porque tengo muy mala memoria y hacer este recorrido me hizo acordarme de muchas cosas. Nos hizo recordar también en grupo las anécdotas que habíamos vivido y cómo surgían los personajes. Al final quedó un ensayo feminista más que un libro carnavalesco, pero también es un poco lo que se pretendía.

P: Esta evolución carnavalera se mezcla con la construcción de un discurso feminista-chirigotero a través del comentario de distintas problemáticas o contextos vinculadas al 'tipo' –el disfraz y la interpretación asociada al mismo– o las letras de las agrupaciones. ¿Cómo fue el proceso de documentación y reflexión sobre tantos y tan variados temas?

R: Parte de mi formación y mi profesión –Ginesta es licenciada en Derecho y experta en políticas de igualdad, género e identidades–. Hago activismo feminista en mi trabajo, en mi vida diaria y lo hago en el ocio. El feminismo es una manera de moverte en el mundo, te lo terminas llevando a todas partes. Como a mí me gusta hacer activismo porque creo que el mundo puede ser una ‘mijita’ mejor, también lo llevo al ocio porque encima de que me lo paso bien puedo transformar un poquito la sociedad y hacer que alguna mente cambie ante cosas diferentes, aunque sea una ‘mijita’.

P: Hace solo unos días, el autor de un polémico artículo aseguraba que el excesivo intelectualismo de ciertas posturas feministas espanta a muchos hombres a la hora de aceptarlas (criticaba por ejemplo el empleo del término 'androcentrismo', que tú usas y explicas con total normalidad). Este ensayo actúa como refutación a esa opinión, ya que demuestra que el conocimiento y exposición de las teorías feministas no están reñidos con el humor y la 'guasa'. ¿Te fue difícil encontrar un punto medio entre la solemnidad y la frivolización?

R: Estoy haciendo precisamente la tesis doctoral sobre el humor como herramienta de transformación social, porque el humor es una herramienta comunicativa subversiva y transgresora. El humor es de lo más serio que existe, lo que pasa es que le damos poca importancia. La risa abre otros canales al entendimiento, al acercamiento, a la comprensión. Hace que la gente esté menos con las uñas hacia fuera porque cuando te ríes es muy difícil que te enfades, no se pueden tener esas dos sensaciones a la vez. Entonces el aprendizaje es mucho más fácil, el cambio de creencia es mucho más flexible.

Por otra parte, quien no quiera flexibilizarse o no quiera aprender a deconstruirse o ver otras formas de ver la sociedad no lo hará, se usen términos difíciles o más sencillos. Siempre pondrá un “pero”. En esto del feminismo siempre hay un “pero”, y no precisamente una manzana.

P: La tibieza, o directamente el rechazo, frente al feminismo también es una postura que sigue presente en el Carnaval de Cádiz. En el libro dedicas un espacio a criticar ciertos 'típicos tópicos' que siguen vigentes hoy día, pero el machismo presente en el Carnaval y sobre todo en el COAC no es para nada el eje de tu análisis, e incluso muchos otros puntos cuestionables se quedan fuera. ¿Es pretendida esa intención de construir una obra más didáctica o expositiva que escrita a la contra?

R: Claro, es un libro escrito en positivo. Habla de cómo yo entiendo que deberían hacerse las cosas, aunque las cosas se pueden hacer de muchas maneras y no como digo yo, ni mucho menos. Creo que un enfoque más encaminado al constructivismo nos ayuda a abrir una vía. Lo que está mal, yo creo que todo el mundo lo ve, más o menos todo el mundo lo sabe. Pero tenemos muy poquitas herramientas para saber cómo hacerlo mejor. Ese era un poco el leit motiv que tenía: intentar arrojar un poco de luz para ver cómo podríamos abrir otros canales creativos para empezar a hacer las cosas de otra manera.

P: Cuando escucho o leo vuestras letras sobre la regla, el "escardarse", la masturbación femenina, la violencia obstétrica o las mujeres presas, pienso en la invisibilidad que estas cuestiones tienen en un escaparate como el Falla. Como bien dices en el libro, "lo que no se nombra no existe". Lo que no se menciona en el Carnaval también parece marginal en Cádiz. ¿Crees que la única solución a este problema está en la progresiva presencia femenina? ¿Por qué cuesta tanto, aunque se vayan dando pasitos?

R: Que haya mayor presencia femenina siempre puede sumar puntos de vista. Tampoco ser mujer te garantiza ser feminista. Hay un trabajo previo de querer serlo y de trabajárselo. Pero obviamente, el que haya siempre más presencia de mujeres nos aporta una diversidad interesante de abordar.

Es verdad que todavía es difícil que estemos plenamente integradas, pero no solo en el ámbito del Carnaval, sino en todos. No estamos representadas en todas las esferas sociales, nos cuesta mucho más trabajo acceder a puestos de responsabilidad, tenemos techo de cristal y un montón de barreras que nos dificultan acceder a determinadas profesiones que están muy masculinizadas. Todo eso está en nuestro día a día.

El Carnaval no queda exento, ni mucho menos. Es una vía de expresión artística que no es solo ocio, requiere de trabajo y un esfuerzo de letra, de creación del personaje, de ensayos, de música. Para eso hace falta tiempo, hace falta tener referentes femeninos en los que reflejarnos y hace falta una autoestima fuerte. Porque está claro que a las mujeres se nos mira desde una perspectiva bastante más dura que a ellos. Todavía somos unas extrañas en muchos ámbitos.

P: ¿Cuáles fueron tus referentes o los de toda la agrupación cuando empezabais? ¿Cómo fueron esos comienzos, cuando era todavía más difícil ser una mujer que sale en chirigotas?

R: Antes que nosotras ya empezaron otras [es el caso de Las niñas de Cádiz]. No hemos sido pioneras ni mucho menos, seguimos un camino que ya otras habían abierto rompiendo barreras. Lo que pasa es que cada una tiene su manera de hacer las cosas, su estilo y su forma de interpretar el mundo en el arte y en el Carnaval.

Pero es verdad que hace once o doce años, cuando nosotras cantábamos por la calle no nos escuchaba nadie. Teníamos que parar a la gente y pedirle por favor que nos escuchara. No me gusta usar la palabra “desprecio”, pero es verdad que pasaban tres kilos de ti. Muy poca gente se paraba a escuchar agrupaciones de mujeres.

P: Vosotras os mantenéis alejadas del COAC, de la presión y la competitividad del Falla. ¿Hay algo inherentemente masculino en la toxicidad –que no veneno– del concurso, que se contrapone a una visión más cercana a vuestra defensa de la sororidad, el compañerismo y el 'vamo a disfrutá'?

R: Puede ser. El COAC, tal y como está entendido, es una institución bastante antigüita. Es una estructura arcaica que debería renovarse en muchos aspectos, desde dentro y hacia fuera. También creo que se la da demasiada importancia. Cuando hablamos de Carnaval la gente del tirón me pregunta por el Falla. ¿Qué necesidad? Tampoco es tan importante, es una parte más del Carnaval y de visibilizar la fiesta.

A mucha gente le gusta participar en ese Concurso, que también tiene sus cosas buenas por supuesto, pero a nosotras no nos compensa. Es una manera de limitar la creatividad en base a unas normas, unos tiempos y unos estilos. La gente se acostumbra a unas determinadas estructuras humorísticas y cuando te sales de ahí es muy difícil hacer reír. Nosotras lo que queremos es pasarlo bien, hacer reír y que lleguen las letras, no concursar.

P: ¿Con cuál de todas esas letras, agrupaciones o actuaciones te quedarías?

R: Hemos tenido momentos antológicos. Por ejemplo, grandes ‘cri-cri’ cuando en el público había gente machista, gente muy conservadora que le tapaba las orejas a sus niños y a sus niñas. ¡Pero si ya sabes dónde vienes, ¿te vas a sorprender ahora?!

Pero también hemos tenido otros momentos grandísimos. Estar cantando en la cárcel, o en un pueblecito de Mallorca que se llama Alaró, fueron experiencias maravillosas. O cuando fuimos a Uruguay con las compañeras del candombe de allí. Los teatros del País Vasco, los de aquí cerquita de Cádiz…

Pero sobre todo la calle, es lo que a nosotras nos llena. Estar en contacto con la gente, compartir, cantarle a la gente en la carita. Cada actuación es totalmente distinta porque cuando cantas en la calle todo lo que pasa fuera de tu círculo lo integras. El repertorio está vivo. En el COAC el público es diferente, aunque claro, tampoco es lo mismo cantar a las 3 de la tarde que a las 8 de la mañana.

P: El libro termina dejando entrever algunos apuntes sobre la que es vuestra última agrupación hasta el momento: las ‘Juanis Joplin’. ¿Cómo valoras el resultado de la chirigota en el Carnaval 2020? ¿Qué aspectos habrías abordado en el libro aprovechando el personaje?

R: Es un personaje que me ha divertido mucho. La llamaban la ‘bruja cósmica’ y nosotros nos vemos muy identificadas con ese mundo, aunque al final en todos los personajes nos vemos un poquito porque siempre intentamos gaditanizarlos. ‘Juanis Joplin’ ha conectado muchísimo con el público. Era como traer un poquito de Woodstock al Carnaval de Cádiz y la gente entraba al trapo del tirón. Es una chirigota con ese rollito de “vamos a hacer más la paz y menos cosas chungas”.

Me quedo con muchas cosas: The Mamas and the Papas, que a la gente le gustó muchísimo y nos permitió hacer esa crítica de cómo se valora la paternidad, mientras la maternidad pasa desaparecibida y si pueden cargar contra ti lo hacen.

También con nuestro Imagine. Si hubiese escrito el libro después a lo mejor habría imaginado un mundo sin covid aprovechando esta letra. O sin Trump, que ya lo hemos conseguido. O un mundo en el que pudiéramos tener más feminismo y menos patriarcado. Me hubiera quedado con muchas cosas, se puede escribir sobre muchos temas a partir de esta chirigota. Pero bueno, no descarto hacer otra edición del libro con ese apartadito de las Juanis Joplin.

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P: Para terminar, en un año 'normal', vendría ahora el momento de hablar sobre la chirigota de 2021. Pero en esta realidad tengo que preocuparte por este cercano Carnaval sin Carnaval. La pandemia ha arramplado, entre otras muchas cosas, con gran parte de ese ocio constante –una afición o rutina lúdica continuada en el tiempo, como pueden ser los ensayos de una chirigota– que comentas al inicio del libro. ¿Cómo han sido estos meses sin ensayos? ¿Qué sentís al no poder cantar por las calles de Cádiz en febrero, por primera vez en años?

R: Lo llevamos mal, no te voy a engañar. Para nosotras el cantar en la calle, en los teatros y todo eso es guay. Pero lo que más nos gusta a todas, sin duda, son los ensayos y el momento creativo. Quedar una vez a la semana desfoga. Te hartas de cantar, de chillar, de bailar, de decir tonterías y te tomas una cerveza. Para nosotras es como una catarsis, un reseteo para empezar la semana con más energía.

También nos contamos muchas cosas, compartimos muchos problemas y alegrías. Comunicarnos solo por el grupo de WhatsApp o llamaditas es un poco rollo. Se ha perdido ese momento creativo, porque, aunque yo sea la que escriba, entre todas decimos muchas chorradas y el resultado final es de todas. Nos echamos mucho de menos.

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