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Ofertas "humillantes", auge 'freelance' y diazepam: historias fuera de cámara de la prensa en Ucrania

Periodistas en zona de conflicto.

En suelo ucraniano hay al menos 56 periodistas españoles, según los datos facilitados por Reporteros sin Fronteras (RSF) a infoLibre y actualizados hasta este miércoles. De estos 56, 39 (69,6%) son hombres y 17 (30,4%) mujeres. En los países vecinos excluyendo Rusia –sobre todo Polonia, pero también Hungría y Moldavia–, hay al menos otros 16, mitad hombres y mitad mujeres, siempre según los datos de RSF. 56 más 16, entonces. Un total de 72: 47 hombres y 25 mujeres.

No se puede garantizar que sean todos, pero sí los que RSF ha contabilizado para un censo propio con voluntad de exhaustividad. A Edith Rodríguez, vicepresidenta de RSF en España, le parecen "muchísimos". "Que Ucrania esté cerca, a tres horas de avión y un viaje en coche, pone más fácil llegar... y eso complica las cosas. Nada que ver, por ejemplo, con Afganistán, donde las dificultades para llegar y con el idioma eran mayores", explica Rodríguez, que observa una tendencia que empezó en Siria, donde hubo un "repunte del periodismo freelance". Ahora en la zona un 22,2% de los españoles son freelances, 16 de 72, según RSF.

A los "problemas tradicionales" de la cobertura bélica –acceder a fuentes fiables, sortear la propaganda militar–, Edith Rodríguez suma la "falta de protección" detectada. Otra vez, los datos recabados por RSF: de los 72 periodistas en total –que incluyen redactores y gráficos–, hay 15 de los que a RSF no le consta que dispongan de equipo de protección, es decir, casco y chaleco antibalas. Eso sí, añade, la mayoría de los "desequipados" están en Leópolis, una ciudad de más de 700.000 habitantes al oeste de Ucrania, teóricamente en la retaguardia. Rodríguez afirma que hay un "déficit internacional" de equipos de protección y que RSF se ha quedado sin stock, por lo que reclama colaboración mientras trata de obtener equipamientos vía Defensa y Exteriores. Los precios de los chalecos no son ninguna broma. Los de protección más alta, nivel IV, alcanzan los 2.000 euros, explica un periodista sobre el terreno. La viuda de David Beriain, el periodista asesinado en Burkina Faso el año pasado, ha donado material a RSF. Ninguna ayuda sobra. Rodríguez advierte: "Cuando Kiev quede asediada, cercada, será una situación peligrosísima para los periodistas, como sabemos por Sarajevo".

"Nuestra mayor preocupación es la seguridad. Sabemos que los enviados especiales de los grandes medios llevan en general chalecos y cascos y, en algunos casos, botiquines sanitarios, además de seguros de vida. No ocurre lo mismo con los freelances", señala Nemesio Rodríguez, presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), que añade que se ha detectado un "aumento" de "casos de periodistas jóvenes" de todos los países "sin equipos de protección". También alerta sobre la "precariedad", que es –afirma– "palpable" para los freelances, "aunque sabemos de productoras que les están haciendo contratos". "Está el caso de periodistas y fotorreporteros que han ido por su cuenta, esperando que algún medio, una vez allí, se interese. Algunos han reflejado en Twitter que las ofertas que reciben son humillantes. Hay medios que siguen pensando que obtener la información sale gratis", afirma Nemesio Rodríguez, en referencia a relatos como este, en el que Israel Merino explica que "una importante revista nacional" le ofreció 100 euros por crónica, sólo una a la semana, con "exclusividad" y sin manutención.

A Edith Rodríguez le preocupa la inexperiencia detectada. RSF, explica su vicepresidenta, ha realizado por primera vez en un conflicto de este tipo un censo de periodistas españoles, a los que además les ha trasladado una serie de preguntas. De los 28 que han respondido, 15 tienen experiencia en conflictos armados y 13 no. Rodríguez, que controla el gremio –"nos conocemos todos"–, afirma que es muy probable que los 44 restantes tengan "poca o ninguna experiencia".

infoLibre recoge el testimonio de cuatro periodistas sobre el terreno.

En Odesa con su dinero por delante

Con casi 20 años de oficio a sus espaldas, María Senovilla ha cubierto conflictos armados y crisis humanitarias en Afganistán y África. Ahora atiende por teléfono desde un apartahotel en la mítica Odesa, un enclave estratégico, a orillas del Mar Negro, que los pronósticos sitúan en el punto de mira de las tropas rusas. Ha llegado a tiempo para cumplir el toque de queda de las 19.00. En cuanto cuelgue aprovechará para ponerse a escribir. Espera terminar antes de medianoche.

Llegó el viernes de la semana pasada, tras una intensa preparación del viaje pensando enfoques, reuniendo documentación, buscando fuentes... Reportera y fotoperidista, su trabajo sale en European Pressphoto Agency, Público y Atalayar, aunque usando la jerga ella "vende" a quien le "compra". Ha ido con su dinero "por delante", con el que paga alojamiento, comida, traductor... No paga fixer, una especie de ayudante y conseguidor que cobra por el día entero, muy útil. "Demasiado caro", dice. Su situación no es boyante. Senovilla afirma que en 2010 hubo una caída de los precios del periodismo internacional. "No nos hemos recuperado. Los freelances estamos en precario", explica.

Es meticulosa y enemiga de las cosas hechas de cualquier manera. El miércoles –día que atiende a infoLibre– llevaba 300 kilómetros encima recabando testimonios, datos e imágenes. Aún le quedaba ordenar el material, descargar las fotos, seleccionarlas y escribir. Ve "imposible" hacer "más de un tema al día". "Yo lo que hago me lo preparo", afirma. Hace unos días la llamaron de una televisión y le preguntaron si quería entrar un par de minutos. No entró por dos motivos. Uno, porque "pagaban con visibilidad", moneda que –ironiza– es dudoso que le acepten cuando regrese a Madrid. Dos, porque lo que hace, lo hace bien. "Me dijeron: 'No, si son dos minutos, es fácil'. Pero yo si tengo que informar preparo la crónica, actualizo datos, analizo la situación...".

Sobre dinero, es parca: "Depende". "Depende del tipo de medio, de lo que hagas, del acuerdo al que llegues". ¿Puedes llegar a perder dinero? "Claro. Vas con la intención de que no, pero puede pasar". Senovilla sí lleva chaleco antibalas. "Si vas con los militares, lo tienes que llevar". Es ella la que proponer los "temas", es decir, los enfoque informativos. "Realmente tienes que hacer dos trabajos", dice. Por un lado, de periodista y fotógrafa. Por otro, de "gestora". Sin muchos preparativos y gestión, es imposible moverse con sentido en un país con restricciones y en estado de guerra. El reportaje es resultado final de un trabajo invisible que va mucho más allá de informarse y escribir.

¿Fecha de vuelta? No tiene. Está dispuesta a quedarse más allá de este auge inicial de atención para contar lo que ocurre en Ucrania. Y no sólo las bombas. "La guerra es mucho más que eso. Es el éxodo, la crisis económica, las consecuencias geopolíticas".

Un mes sin parar

Si Senovilla se queda un tiempo en Odesa, es posible que coincida con Nuria Garrido, otra freelance que estudia moverse allí en próximas fechas (si la guerra lo permite). Ahora está en Leópolis. Ha llegado tras una peripecia inesperada. "Primero estuve cubriendo la crisis de refugiados entre Bielorrusia y Polonia [en noviembre]. Ya en enero me fui a Varsovia y hace un mes llegué a Kiev. Me sorprendió. Era como Madrid o París, una ciudad con mucha vida. Al principio vine para tres días. Íbamos contando que Putin acercaba las tropas, pero no creía que fuera a llegar la guerra". Hasta que llegó.

De Kiev viajó a Leópolis, trayecto que recuerda agotador. Y ahora informa desde allí. Profesionalmente, está contenta. Trabaja para una productora, Quality Media, que intermedia con las televisiones para las que Garrido y un compañero cámara hacen sus piezas y directos. La empresa se queda con una parte de lo que paga la televisión y le proporciona a la periodista alojamiento, comida, fixer, casco y chaleco. Además, Quality hace tareas de producción. "Sin la productora no sé si habría aguantado, creo que no". Afirma que el trabajo le va a salir "muy a cuenta", porque las televisiones, en su caso La Sexta y Univisión, pagan "mucho más" que los periódicos. Antes de la guerra, en su trabajo internacional, recuerda dos experiencias "patéticas". Una, cobrar 50 euros por un reportaje tres meses después de enviar la factura. Dos, tener que "pelearse" para colocar historias de gran interés en noviembre, entre Polonia y Bielorrusia. "El periodismo internacional es el gran olvidado de los medios", lamenta. Ahora está centrada en la televisión, aunque también colabora con Ara y Huffington Post.

No sabe cuándo volverá, aunque reconoce que está apareciendo el "cansancio físico y mental". Es joven –27 años–, pero los días "pasan factura". Y sólo ha librado un día en el último mes. "Ha habido días muy complicados, con muchas conexiones. Luego ha bajado un poco y hemos podido visitar con calma la ciudad [Leópolis], hablar con la familia, descansar después de comer. Esta profesión a veces te obliga a estar 24x7, con la mente siempre funcionando, o trabajando o preparándote", explica. Garrido describe una sensación típica del freelance: "No quieres decir que no a nada". Aunque está segura de que con el tiempo la tensión acumulada dará la cara, hasta ahora le sorprende su propia "sangre fría". "Cuando cayeron las bombas en Kiev, mi cuerpo temblaba, pero me sorprendió mi tranquilidad", explica. Eso sí, aquella noche cayó un diazepam antes de ir a la cama.

Un chaleco prestado, agobios y risas

Los tanques despertaron a Leticia Álvarez y a Irene Savio a las 5 de la mañana. Habían llegado dos días antes de la invasión desde Letonia. "Estoy recordando ese momento. No nos ha dado tiempo a asimilarlo", explica en un mensaje de audio. Álvarez trabaja mediante "contratos" o "acuerdos" con medios como Antena 3, France 24 y Onda Cero, explica. "Los medios consideran que nos tienen que dar protección, eso nos permite trabajar con más seguridad", explica desde Leópolis. Aunque posee su propio equipo de protección, porque ya había estado en Donetsk y Lugansk, no lo llevó a Kiev porque venía de hacer unos reportajes en Letonia. Así que los "compañeros" de TV3 le prestaron uno.

Álvarez explica que es su primer conflicto "con bombardeos aéreos indiscriminados". El día a día es exigente. "En Kiev la logística era más fácil para nosotras [habla por sí misma y por Irene Savio] porque teníamos un piso y un hotel, dos bases, por si teníamos que movernos por ataques y demás", explica. Fuera de la capital, informando de distintas zonas, todo ha sido más imprevisible: días sin desayunar, noches sin cenar, dormir en el suelo, falta de agua caliente. "Como cuando puedo, en la calle, de pie, mientras hago un directo o grabamos una pieza. No tenemos momentos libres, ninguno. De hecho, muchas veces nos coinciden los picos de trabajo en las horas de comida, cena y desayuno, lo que nos dificulta la alimentación. Así que seguimos una máxima: 'Come cuando puedas y duerme cuando puedas", explica. No lo cuenta con dramatismo. Al contrario: comparte carcajada con su compañera mientras recuerda alguna anécdota, algún detalle cómico o absurdo contrastando con la tensión y el "agobio" por la guerra.

Buenos ingresos, muchos gastos

Hibai Arbide es uno de los ocho miembros de la productora cooperativa Mugunzu, con la que –explica– "frilanceamos colectivamente". Arbide lleva en Ucrania desde hace doce días y, junto con su compañera Adriana Cardoso, ha publicado ya su trabajo en doce medios. No han librado ni un día. Abundan las jornadas de 14-15 horas. ¿Qué hacen? Casi de todo. Radio, tele, vídeos para webs, directos... Sobre todo para medios internacionales. No le importa hablar de precios. Veamos. Vídeo de 4-5 minutos, entre 400 y 800 euros; reportajes de un minuto y medio, unos 300. Conexiones en directo desde el hotel por Skype, entre 185 y 300. Falso directo, 200 euros. También hace crónicas escritas, pero no tantas como desearía. "Me encanta escribir, pero el estándar son 200 euros y, aunque cuando es zona de conflicto sube, con los gastos que todo esto genera...".

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Ha habido días que el equipo Arbide-Cardoso ha sumado trabajos por un precio de 1.200 euros. Suena bien, pero hay que contextualizar la cifra. En primer lugar, es una situación absolutamente excepcional. Además, no son ingresos que vayan al bolsillo. Arbide tiene un sueldo en la cooperativa, de algo menos de 1.400 euros al mes. Además, recalca, de los 1.200 "hay que empezar a descontar". Hotel, comida, equipos para grabar y de protección... Todo se va encareciendo conforme se acerca la línea de fuego. Los hoteles que no cierran suben los precios. Es una temeridad, explica, irte solo a un hostal, aunque sea más barato. Lo prudente es quedarse en un hotel en el que se sepa que hay prensa internacional. En Kiev, además, escasea el combustible. Para moverse hay que pagar a un conductor que lo haya almacenado.También hay que pagar al fixer. Antes de la guerra, en Ucrania, costaba 150 euros al día. Ahora 250 y hasta 1.200. El rango es fácil de explicar: no es lo mismo traducir a refugiados en la retaguardia que llevarte al frontline. "Los que cobran 1.200 trabajan para grandes medios, como la CBS o la CNN", explica. ¿Mucho? "No. Los fixers son los que más se la juegan".

Llegar cerca de la línea de fuego no depende sólo de pericia o intuición. "De eso en este oficio hay mucho", dice. Es también cuestión de dinero para fixers y conductores experimentados y con contactos, para consejeros de seguridad... "En Kiev hay muchos periodistas, pero si te fijas las fotos [de primera línea] al final las hacen los grandes medios, que aparte de grandes compañeros y profesionales tienen la infraestructura y los recursos para llegar y volver", explica.

Sabe de ofertas indignas a compañeros, como 80 euros de asignación diaria en Kiev a un fotógrafo. "Eso no te da ni para el conductor", lamenta. Arbide está en ese momento en el que ha llegado a decir no a algún trabajo. Ahora lo ha hecho para centrarse en un documental de 25 minutos para una televisión internacional. Si consiguen colocarlo en uno de sus programa estrella, serán 50.000 euros. Si no sale, habrá que buscar otro destino al material. Será una semana de trabajo y un peligro considerable. Después tiene previsto volver a Atenas, donde tiene su residencia y familia. Se llevará el recuerdo del "compañerismo" del resto de periodistas, a los que cita una y otra vez como imprescindibles para salir adelante en el día a día en Ucrania. A los que están empezando, se permite tímidamente darles "un consejo": "Que se valoren, porque si están aquí tienen un valor. Que no tiren los precios. Todos hemos tenido esa tentación".

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