EUROVISIÓN
Chanel no gana Eurovisión pero revienta las audiencias: más de media España vio la final
Eurovisión 2022 tuvo una formidable audiencia al lograr durante sus cuatro horas de emisión que más de la mitad de los televisores se conectaran a La 1 de TVE. La cifra global del 50,8% de share y 6.835.000 espectadores se eleva hasta el 61,3% y 7.942.000 durante las votaciones. Hasta 11.441.00 personas vieron algún momento del programa. El denominado "minuto de oro" se produjo a las 00:57 cuando 8.853.000 espectadores sintonizaban el concurso, justo cuando se anunció la victoria de Ucrania.
La 1 fue líder del sábado con una audiencia media del 25.8%, su dato diario más alto desde el 24 de mayo de 2014 (final Real Madrid-Atlético de Madrid de Champions). Es la emisión más vista en televisión, tanto en miles como en cuota, de los últimos 11 meses.
La actuación de España, que tuvo lugar de las 21:59 a las 22:03 horas, reunió a un total de 7.356.0000 espectadores y una cuota del 52,6%. SloMo llegó a ser seguida por hasta 7.728.000 personas en algún momento. El éxito se extendió, tanto a la emisión digital, como a las redes sociales, donde llegó a ser líder mundial durante ocho horas, con 74 millones de impresiones y 38 millones de visualizaciones de vídeo.
Estas cifras concuerdan —esta vez sí— con la calidad de la transmisión realizada por la televisión estatal de Italia, que realizó un fenomenal espectáculo televisivo desde sus inicio, que arrancó muy fuerte con la actuación de la presentadora y cantante Laura Pausini. Ahí se dejó entrever lo que serviría de marco al conjunto de las intervenciones: un escenario abierto, sin otros límites que los marcados por el uso de la iluminación, auténtica protagonista en cada una de las canciones.
Así, escenario, luz y coreografías abrazaban cada canción para desarrollar un relato en tres minutos que calara en unos espectadores para los que, mayoritariamente, las letras son solo sonidos que no entienden, pero que con las inflexiones de voz del intérprete se asocian a melodías, luces y coreografías para despertar emoción e impacto en la memoria reciente. Los representantes de los distintos países lo buscaron con la austeridad que precisan las baladas, o con las explosiones de luz, baile y vestimenta habitual en los temas más explosivos; unas y otras pretendieron calar en jurados y espectadores para ser tenidos en cuenta durante la votación final.
En esta, como en las anteriores ediciones del Festival, el programa tuvo tres partes bien diferenciadas, ya que, tras el desfile de participantes se abre un impasse inevitable para que se puedan recoger los votos de los espectadores vía telefónica, y dar paso al plato fuerte de las votaciones finales, que se habrán de sumar a las realizadas por los jurados profesionales de cada una de las televisiones. Ese impasse, en el que con frecuencia decae el interés, fue cubierto de manera profesional y ágil por los tres presentadores que, además de pararse en las diversas representaciones que habían actuado para captar sus nervios y esperanzas, aprovechó, de manera legítima, para barrer para casa y dar protagonismo a la Italia anfitriona.
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Ahí se produjeron momentos tan impactantes como la interpretación a capella por parte de Laura Pausini, coreada por el público presente, del inolvidable Volare (Nel blu dipinto di blu) de Domenico Modugno, o la actuación de Gigliola Cincuetti, que retomó a sus 74 años el No tengo edad, con el que ganó el festival en 1964. El cupo del anfitrión se completó con la intervención del grupo Måneskin, ganadores del pasado año.
Al filo de la media noche se comenzaron a conocer las puntuaciones del jurado profesional, que combinan el buen ritmo del programa al dar de manera inmediata las valoraciones inferiores, y reservar a las intervenciones de cada país (máximo momento de suspense, bien resuelto en general) los deseados doce puntos. El ritmo también incluyó la pausa que acrecienta el suspense, que manejaron muy bien los tres presentadores cuando daban instantes de silencio antes de dar a conocer las puntuaciones telemáticas para cada uno de los intervinientes, mientras un grafismo, tan sencillo como eficaz, recogía las subidas y bajadas de cada televisión participante, hasta el resultado final que sucedía a la una de la madrugada.
Mención especial conviene dar a Julia Varela y Tony Aguilar, las voces en off de la transmisión para España, que cumplieron su misión de manera extraordinariamente eficaz: omnipresentes para conducir un relato coherente, pero sabiendo mantener el silencio cuando así lo requería el escenario principal. Sobrios, sin protagonismo cuando no les correspondía, complementaron de modo muy profesional el éxito del programa.