Aroa Moreno: “Si el futuro no fuera esperanzador pienso que no sería futuro”

La escritora y periodista Aroa Moreno.

Nos ubicamos en una de las numerosas rías que vertebran el norte del País Vasco. Dos niños salen a pescar sobre una barca y juegan con las redes. Uno de ellos se quiere quedar con ellas y el otro se opone. Es entonces cuando se desata la tragedia: en ese pueblo no se enseñaba a los niños a nadar, por lo que el pequeño se hunde. Esta trágica escena es el punto de partida de la segunda novela de Aroa Moreno (Madrid, 1981), La Bajamar, y es el detonante de una historia sobre las diferencias generacionales, la memoria y el dolor. Un dolor que, en el día a día, en ocasiones nos abruma, y por eso, la escritora y periodista madrileña nos regala sus formas de sortearlo y ver la luz en el futuro.

Uno de los motivos de optimismo para Moreno son los niños. Pese a la tragedia narrada anteriormente, ellos son el recurso para construir una sociedad mejor y “levantar el futuro”. La escritora piensa que “hay mucho por hacer y por pelear", mientras que "lo otro es pasado continuo y no lleva hacia adelante”. El futuro está por delante y, aunque al igual que al niño de la novela, nadie nos ha enseñado a nadar en él ni a vivirlo, debemos mirarlo con esperanza. De hecho, la escritora asegura: “Si el futuro no fuera esperanzador pienso que no sería futuro”.

En ese porvenir no todo es color de rosa. También hay episodios duros, en los que nos caemos y en los que vemos las cosas poco claras. Cuando esto sucede Moreno nos invita a “volver a lo básico” a “recomponer la identidad de uno allí donde empezó a torcerse”. Por eso, si pudiera, la escritora este año volvería a México. Allí están sus amigos y es en el país americano donde siempre encuentra la “sanación” necesaria. Ahora, en Madrid, se refugia en la sierra para encontrar la paz. Conduce un rato, se para en alguna cantina y disfruta del paisaje. “A veces, nadie sabe dónde estoy. Y es una sensación genial aprender a esconderse un poco”, relata.

Volviendo a los niños, la mejor noticia del año para la que fuera columnista de infoLibre es que su hijo ha aprendido a leer. Hace unos días ya compartía en Twitter la fobia de su hijo a quedarse sin lecturas en verano con una foto en la que se le ve acompañado de muchos libros. Ese acontecimiento le ha hecho ver que “la vida es impostergable, inevitable”. 

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Cuando las cosas se tuercen y las malas noticias se nos vienen encima, Moreno nos invita a no olvidar que “afuera del caos, hay cierto orden espontáneo, no solo individual, también social, porque somos supervivientes y somos comunidad. Y eso no deja de ser hermoso. Nos cuidamos y salimos adelante a pesar de casi todo”.

La escritora admite que apagar todo y huir de las malas noticias no le sirve, pese a ser muchas veces y para muchas personas un método eficaz. Su solución es mirar hacia atrás y ver que “de otras hemos salido”. Intentar, pese a la situación de excepcionalidad con la pandemia y la guerra de Ucrania, “relativizar y dejar en el hueso lo importante”, en las noticias y en la vida. En esos momentos oscuros, trata de pensar “que hay alguien al timón de todo esto y que, en algún momento, va a llegar alguna claridad”.

Preguntada por el ruido político, Moreno nos comenta que “muchos están haciendo un estruendo muy consciente para que no nos escuchemos. Como canta Ismael Serrano: ‘Si se callase el ruido, quizá podríamos hablar y soplar sobre las heridas’. O quizá, podrían hablar”. En ese contexto destaca, más que nunca, el valor de la información para prestar atención al mundo, para asumir en qué lugar y momento estamos y sobre todo para saber mirar alrededor y ser conscientes de la injusticia en la que viven muchas personas para hacer lo que esté en nuestra mano. En su opinión, si dejamos de informarnos, el ruido se impone “porque es constante y está orquestado”. Por ello la información puede ser, quizás, ese instrumento que nos enseñe a nadar en el incierto futuro.

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