¿Es preocupante el nivel de endeudamiento de España?
España tiene una deuda pública del 117,7% del PIB, 1,45 billones de euros. Si repartimos el monto, cada español (incluyendo a las personas que no cotizan, como los bebés recién nacidos), debe alrededor de 30.000 euros. Si tenemos en cuenta solo a los contribuyentes, la cuenta sube: unos 70.000 euros por cabeza. El Gobierno presentó este lunes una actualización de las previsiones macroeconómicas y estima que en 2025 la deuda pública bajará a 109,7%, una ratio que seguirá siendo superior al de antes de la pandemia. Las cifras resultan escandalosas, sin embargo los analistas llaman a la calma: es cierto que España tiene un nivel de endeudamiento muy alto, pero acaba de sufrir varios impactos que han sido muy costosos para las arcas públicas y que ha reducido la capacidad de la economía española de producir bienes y servicios. ¿Cómo de preocupante es el nivel de endeudamiento?
España tiene una ratio de deuda pública en relación a su capacidad de producir bienes y servicios que es superior a la de los países del entorno. La media de la Unión Europea es del 88,1%. El impacto de la pandemia y de la invasión rusa de Ucrania ha sido contundente para la mayoría de las economías avanzadas, especialmente las de aquellos países que ya tenían unas cuentas públicas aún tiritando tras la crisis financiera de 2008. A la cabeza del endeudamiento están Grecia (193%), Italia (150%), Portugal (127%) y, en cuarto lugar, España. Le siguen de cerca Francia (112%) y Bélgica (108%). Entre los países menos endeudados está Estonia (18%), Luxemburgo (24%), Bulgaria (25%) y Dinamarca (36%).
“España tenía alrededor de 2007 una deuda por debajo del 40% del PIB”, recuerda Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research. Ahora la ratio triplica el dato. “El aumento principal es consecuencia de tratar de suavizar el impacto de la crisis financiera global”, señala Cardoso. Fue el coste, entre otras razones, del rescate al sistema financiero y del fuerte aumento del gasto en prestaciones públicas. Una vez la deuda alcanzó el pico máximo, en 2014, ya en el 105%, España empezó a conseguir reducir lentamente su fuerte déficit.
España en las últimas décadas, salvo entre 2005 y 2007, ha estado en una situación de déficit fiscal. Es decir: ha gastado más de lo que ha ingresado. El dato se disparó en la crisis financiera, alcanzando un pico del 11,6% de su PIB. Es decir, la diferencia entre ese gasto y ese ingreso suponía el 11,6% de lo que producía la economía española. El pico empezó a reducirse lentamente a partir de 2012, tanto bajo la gestión de Mariano Rajoy, como luego bajo la de Pedro Sánchez. Pero España no consiguió el objetivo de que sus ingresos estuvieran por encima de sus gastos. Cuando la curva empezó a estabilizarse, estalló la pandemia.
Una pandemia y una guerra
Las medidas extraordinarias para combatir la crisis sanitaria han puesto en aprietos las cuentas públicas de los países por todo el mundo. En 2020, la ratio de deuda pública española sobre el PIB se disparó, pasando de 95,5% a 120%. Se debe principalmente a dos factores. Por el lado del gasto, el impacto de los estabilizadores automáticos (las prestaciones, como el desempleo, que se activan sin mediación de la acción política) y las medidas extraordinarias tomadas para combatir la crisis sanitaria. En segundo lugar, por el lado del denominador, la fuerte reducción del Producto Interior Bruto ese año hace que la ratio de la deuda pública sobre dicho indicador sea mayor. En este sentido, la ratio de deuda aumentó más en España respecto a los países del entorno europeo, al ser uno de los países donde se contrajo más el PIB.
Cuando parecía que la pandemia empezaba a estar bajo control y los estadísticos se apresuraban a hacer nuevas proyecciones de futuro, entró en juego otro shock desestabilizador: la invasión rusa de Ucrania y, en respuesta, una oleada de sanciones económicas desde los países occidentales, que en la práctica han sacado a Rusia del mercado energético occidental, que es uno de los mayores productores globales de petróleo y gas. Este impacto ha multiplicado los precios energéticos, que son la base de cualquier actividad productiva. Este fenómeno, junto con las disrupciones en el mercado provocadas por la pandemia, han extendido sobre la economía unos niveles de inflación que a los bancos centrales les está costando doblegar. La forma de hacerlo es subiendo los tipos de interés, algo que dificulta cuadrar los gastos y los ingresos públicos, y que obstaculiza el sostenimiento de la deuda pública, al encarecer el precio del dinero.
Hacia dónde va la deuda: horizonte 2025
“Esa deuda hay que financiarla. La diferencia es que el nivel de ahorro que produce la economía española no es suficiente para financiar los desequilibrios de las cuentas públicas y las necesidades de inversión que tiene el sector privado”, explica el economista jefe en España de BBVA Research. El Gobierno estima que la deuda pública bajará en 2022 a 115,2%, y seguirá en 2023 a 112,4%, 110,9% en 2024 y 109,7% en 2025. La Airef (la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) otorga al objetivo del 2022 una probabilidad de éxito que ronda el 80%. Para los escenarios de 2023 y 2024, la probabilidad disminuye al 60%. En 2025, la probabilidad desciende al entorno el 50%, y baja del terreno de lo probable a lo factible.
Respecto el déficit público, la senda es que disminuya al 5% en 2022, al 3,9% en 2023, al 3,3% en 2024 y al 2,9% en 2025. Cumplir esta senda, por lo tanto, permitiría a España volver a cumplir con las reglas fiscales europeas que exigen que la diferencia entre el gasto y los ingresos del Estado no rebase el 3%. “Es muy ambicioso, tanto la reducción del déficit como de la deuda, especialmente a partir de 2023", advierte Cardoso, que continúa: "No está claro que las medidas que se están implementando vayan a revertirse en los próximos 18 meses, como la bonificación de 20 céntimos del combustible, la disminución del IVA de la factura eléctrica, las reducciones de impuestos de la energía… Los precios van a seguir siendo elevados, tanto de combustibles como de electricidad”.
Una economía cuyo desempleo no para de bajar, como es el caso de la española en este momento, debería ser una máquina de ingresar y ahorrar recursos. Cada persona que sale del desempleo porque encuentra un trabajo no solo es una prestación menos que paga el Estado, es también un contribuyente más. La cifra de parados, que en el primer trimestre de 2013 era de 6,2 millones de personas, ahora es de 2,9. La cifra de ocupados ha pasado de 17 millones a 20,4. Sin embargo, el déficit público está a un nivel similar. Los gastos siguen siendo mucho más que los ingresos, fundamentalmente por el enorme desembolso que han supuesto las crisis sanitaria y energética, con el fin de proteger a los hogares más vulnerables y evitar el desmembramiento del tejido productivo.
En los países del entorno, el déficit público está disparado por los mismos motivos. La media de la Unión Europea es del 4,7%. Solo hay dos países europeos que en 2021 ingresaban más de lo que gastaban: Dinamarca y Luxemburgo. Luego hay otros 10 países que consiguen mantenerse por debajo del límite del 3% del déficit fiscal. El país con mayor desequilibrio es Malta (8%), seguido de Grecia (7,4%), Letonia (7,3%). España se encuentra en sexta posición.
“Las pensiones van a tener que subir para compensar la pérdida de poder adquisitivo este año y el siguiente, y ese incremento va a ser importante, comparado con el crecimiento de la economía, que desde nuestro punto de vista está por debajo del 2%. También hay otros factores de gasto. Por ejemplo, se están negociando los salarios de los funcionarios, el aumento de los tipos de interés, que va a aumentar la carga financiera de las administraciones públicas… Sin embargo, desde el punto de vista de los ingresos, no hay grandes incrementos en la recaudación, a futuro. Creemos que reducir el déficit por debajo del 4% del PIB en 2023 va a ser muy complicado”, afirma Cardoso. El Gobierno estima que conseguirá reducirlo al 3,9%.
Una llamada a la calma
España cuenta con una baza a su favor: Europa. “La situación no es preocupante en este momento”, tranquiliza el economista. “Por un lado, en la UE están suspendidas las reglas de déficit”. Estas reglas, paralizadas desde que empezó la pandemia hasta finales de 2023, obligan a los Estados miembros a tener un déficit público por debajo del 3% y un ritmo de reducción de deuda más intenso que nos ubique por debajo del 60%. “Ahora tenemos el aval del Banco Central Europeo. Ahora es momento de que vayamos implementando de manera gradual la reducción del déficit y de la deuda, si no queremos que se impongan de manera rápida”, detalla Cardoso.
El economista considera que hay que ajustar las cuentas públicas, o bien por el lado del gasto o bien por el del ingreso. Es decir, reducir el gasto sanitario y de la Seguridad Social, o subir los impuestos para que las cuentas cuadren. “Ahora mismo tenemos una oportunidad de ver qué podemos y qué queremos hacer. Por ejemplo, podemos incrementar las cotizaciones a la Seguridad Social, o podemos reducir sus gastos… En cualquier caso, lo mejor es que sea resultado de una negociación interna, consensuado. Va a ser doloroso, porque hay que tomar medidas, pero mejor tomarlas desde aquí”, señala el economista.
La deuda es una vulnerabilidad importante de las cuentas públicas, pero podría ser una situación peor. “Si España fuera un país aislado, con su propia moneda, la inflación hubiera sido más rápida, los tipos habrían tenido que escalar más rápido. Sería mucho más difícil encontrar financiación en los mercados sin tener detrás un banco central tan potente y con tanta credibilidad, como el Banco Central Europeo”. La clave está en la recuperación económica. De su ritmo y de su intensidad dependerá que se ponga en marcha un círculo virtuoso que sería muy beneficioso para las cuentas públicas: “Si mejora nuestra productividad, se reduce el paro, se reduce también la economía sumergida… Esto llevaría a un aumento de la recaudación, disminuiría la tasa de paro, la precariedad… Esto haría que no fuera necesario subir impuestos o reducir el gasto”. El escenario decisivo vendrá en 2023, no solo por ver cómo evolucionan la pandemia o la invasión rusa de Ucrania. También hay un escenario de elecciones. “El ciclo electoral lo va a condicionar todo”, advierte Cardoso.