Ecologistas pegan sus manos al pedestal de un esqueleto de dinosaurio de un museo de Viena

Una activista pega su mano a un fósil de dinosaurio expuesto en el Museo de Historia Nacional de Viena.

Activistas del grupo ecologista Última Generación han pegado sus manos al pedestal de un esqueleto de dinosaurio del Museo de Historia Natural de la capital de Austria (NHM), Viena, como señal de protesta por "la destrucción de los medios de vida", según informa Europa Press.

Poco después de pegar sus manos al pedestal, agentes de Policía han llegado al lugar con disolvente para separar a los activistas de la peana y expulsarlos del museo. Las autoridades informarán más adelante sobre hipotéticas denuncias por desorden público y posibles daños a la propiedad.

La principal demanda de los activistas es la reducción de la velocidad máxima en las autopistas a cien kilómetros por hora como una "medida inmediata" para reducir las emisiones de CO2 y tratar de frenar así el avance de la población hacia un "infierno climático". "No somos dinosaurios, tenemos una opción", han dicho.

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Desde la Dirección del Museo, Katrin Vohland ha reconocido comprender "la desesperación de los jóvenes" ante el aparentemente imparable cambio climático y las medidas políticas de las autoridades nacionales e internacionales, pero ha cuestionado sus métodos de protesta.

Para Vohland, es necesario "mucho discurso" para hacer comprender la situación, con lo que ha lamentado que este tipo de performance no hace más que "distraer del tema real", según recoge la radiotelevisión pública austriaca, ORF.

Este incidente se suma a la cada vez más extensa lista de performance contra patrimonio cultural e histórico en varios puntos del continente europeo en contra del cambio climático. Entre las acciones más destacadas resalta el lanzamiento de sopa a varios cuadros de Vincent van Gogh. En España, dos activistas de Futuro Vegetal pegaron sus manos el sábado a los cuadros de La maja desnuda y La maja vestida de Francisco de Goya expuestos en el Museo Nacional del Prado, en Madrid, como señal de protesta por la emergencia climática.

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