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Alemania sueña con ser un país de inmigración seguro de sí mismo

Una manifestante sostiene una pancarta "¡Todos los refugiados son bienvenidos" durante una protesta en Berlín.

Thomas Schnee (Mediapart)

Berlín, Alemania —

Ingo Weber, director gerente de la empresa berlinesa Elpro, sería completamente feliz si la escasez de mano de obra no frustrara cada poco sus planes. Los 300 empleados de su empresa fabrican centrales eléctricas para parques solares y eólicos, paneles de control para la producción de hidrógeno y armarios eléctricos para ferrocarriles.

"Las energías renovables y el transporte son dos sectores con enormes perspectivas de crecimiento. Pero la escasez de mano de obra nos obliga a rechazar muchos proyectos. Hoy podríamos contratar a setenta personas de inmediato. Por desgracia, no encontramos a nadie", lamenta.

Las consecuencias del envejecimiento de la población y de la elevada tasa de empleo a tiempo parcial son cada vez más evidentes, y no sólo en la industria. Abundan los escaparates con anuncios de empleo o los restaurantes que funcionan a medias por falta de camareros. La población activa nunca ha sido tan numerosa, con 45,6 millones de personas, y la tasa de paro ha bajado al 5,6%. Por eso ya no es raro tener que comunicarse en inglés con una enfermera o con un repartidor de fuera de la UE. Ya hay 2,5 millones de europeos trabajando en Alemania. 

"Con el número actual de trabajadores, serán difíciles de asumir y aplicar tareas tan necesarias como la protección del clima, la transición energética y el desarrollo de la movilidad", afirma Hans Peter Wollseifer, Presidente de la Confederación Alemana de Artesanos (ZDH), que considera que hacen falta unos 250.000 artesanos.

La situación no amainará. La Agencia Federal de Empleo (BA) prevé que, de aquí a 2030, se jubilarán siete millones de personas. Calcula que se necesita una oferta sostenible de 400.000 trabajadores extranjeros cualificados al año para garantizar el desarrollo de la economía nacional. En 2022, año récord, sólo se concedieron 56.000 nuevos permisos de trabajo a trabajadores de fuera de la UE. En total, hay 351.000 personas con este estatus. El país está lejos de esos cálculos.

"El 90% de las solicitudes para plazas de formación y el 40% de las solicitudes para puestos de trabajo proceden de personas que viven fuera de la UE. Contratar a distancia es una alternativa real, pero los obstáculos legales y la lentitud administrativa hacen que la contratación directa sea larga y complicada. Lo que queremos sobre todo es rapidez", dice la jefa de personal de Elpro, Christiane Wieseler, que sabe de lo que habla.

Unos sesenta de los trescientos empleados de su empresa proceden de Ucrania y Rusia, Pakistán e Irán, Túnez y Marruecos. "Algunos han estudiado en Alemania. Con ellos es fácil. Y luego están los que vienen por primera vez. Les ayudamos a encontrar alojamiento a su llegada. Ofrecemos tres niveles de cursos de alemán en la empresa y un sistema de apadrinamiento entre trabajadores para integrarlos. También hemos habilitado una sala de oración en cada planta para nuestros empleados musulmanes", explica Ingo Weber, que ahora está pensando en comprar viviendas para sus empleados.  

 

Nuestro objetivo es tener la legislación de inmigración más moderna de Europa".

Hubertus Heil, Ministro de Trabajo

A pesar de que desde el año 2000 tenemos una tarjeta verde para trabajadores altamente cualificados, el acceso al mercado laboral alemán no ha estado muy abierto a los trabajadores cualificados no europeos, bloqueado por debates identitarios, grandes barreras administrativas y complejos procedimientos de equivalencia de títulos. "Pero ahora siempre puedes sentarte y decir: no queremos extranjeros. Eso ya no funciona", explicaba hace un año Detlef Scheele, presidente de la Agencia Federal de Empleo.

Hasta 2010, su Servicio de Colocación en el Extranjero (ZAV) trabajaba para colocar a alemanes fuera del país. "Desde 2013, hacemos lo contrario con la firma de varios acuerdos bilaterales de formación y colocación con Túnez, India o México para que nos envíen auxiliares de enfermería, mecánicos o ingenieros", explica Marcel Schmutzler, portavoz de la ZAV.

El ministro de Trabajo, Hubertus Heil, sabe que hace falta más para sostener la economía alemana. Por eso habla de una pequeña revolución: "Nuestro objetivo es tener la legislación de inmigración más moderna de Europa, porque competimos con muchos países para atraer cabezas pensantes y manos que ayuden", admite al presentar su proyecto de "Ley de inmigración de mano de obra cualificada". Se supone que eso lo cambiará todo y ya está en manos de los diputados para su votación antes del verano. 

Alemania quiere un sistema de puntos al estilo canadiense, con cinco criterios: título, experiencia profesional, idiomas, edad inferior a 35 años y relaciones con Alemania. Si se obtiene la media se entrega una "tarjeta de oportunidad" que permitirá al titular buscar trabajo a Alemania durante un año, sin contrato laboral previo. Se elimina así un obstáculo importante. El futuro trabajador tampoco estará obligado a buscar trabajo en su campo de cualificación. Además, cualquier candidato podrá firmar una "asociación de reconocimiento" con un empresario alemán, que tendrá entonces derecho a acogerlo inmediatamente, ofrecerle formación y regularizarle cuando sea necesario. Esto nunca se había hecho antes.  

Reforma del Código de Nacionalidad

Por otra parte, los partidos de la coalición gubernamental (Verdes, Liberales y Socialdemócratas) presentaron el viernes 19 de mayo un importante acuerdo sobre la reforma del Código de Nacionalidad. Los cambios previstos pretenden ofrecer una perspectiva sólida para la integración a largo plazo.

En el proyecto de ley se destacan dos medidas especialmente importantes: la adquisición acelerada de la nacionalidad alemana (en tres o cinco años en lugar de ocho) y el derecho a conservar la nacionalidad de origen. "Espero una gran demanda entre las personas de origen turco en Alemania, especialmente las de la segunda generación", comentó Gökay Sofuoğlu, presidente de la Comunidad Turca en Alemania, la principal asociación de organizaciones turcas laicas del país.

Durante décadas, el mundo político alemán se ha dividido sobre si Alemania es un país de inmigración o no. Y ello a pesar de que el número de extranjeros que viven en Alemania ha pasado de 2,7 millones en 1970 a 13,4 millones en 2022 (el 16,1% de la población), con 6 millones de llegadas entre 2013 y 2022. Hoy, Alemania al menos ha dejado de negar esa realidad. Incluso el partido de extrema derecha AfD, que ha crecido alimentándose de xenofobia, ha abandonado por el momento el tema: la matraca con los ecologistas y su "demoníaca" transición energética da más réditos. 

Esta evolución de mentalidades y estructuras se observa también en la gestión de los refugiados, una reserva de mano de obra para el largo plazo. Por supuesto, no todo es de color de rosa. El miércoles 10 de mayo, la pugna entre el gobierno federal y los municipios por la financiación de la ayuda a los refugiados se aplazó bruscamente hasta el próximo mes de noviembre. Peo el gobierno federal ha liberado finalmente mil millones de euros para que los municipios, que son el eje de la integración de los refugiados, puedan hacer frente a la explosión de sus gastos, una suma que se añadirá a los 2.750 millones de euros ya presupuestados para 2023. El canciller Scholz ha evitado así el debate sobre una política de acogida alemana y europea más restrictiva. No se opone frontalmente a ella, pero antes debe negociar con sus aliados verdes y liberales.

Clases de “acogida" en las escuelas

Aparte de eso, y a pesar de los costes y la carga de trabajo que abruman a todas las administraciones que se ocupan de los extranjeros, las cosas van sorprendentemente bien. Por supuesto, hay algunos tropiezos, como en Upahl, una pequeña localidad del noreste de Alemania, donde sus 400 habitantes se manifestaron violentamente para bloquear la construcción de un centro de acogida de... 400 plazas. Pero también hay situaciones pacíficas, como en la ciudad de Münster (4.400 refugiados), cerca de la frontera holandesa, que desarrolló un sistema de acogida aprobado en 2017 por el ayuntamiento.

Los refugiados se alojan en bloques de viviendas que respetan los estándares arquitectónicos de los barrios, tienen capacidad para un máximo de 50 personas y no están en la periferia. Todo ello con un apoyo social reforzado por especialistas y voluntarios. "Como las cuestiones migratorias son cíclicas y las llegadas de refugiados irregulares, Münster incluso ha construido esas viviendas con la intención de que sean ocupadas por refugiados o estudiantes, según las necesidades del momento", explica la investigadora Danielle Kasparick, que dirige la Unidad de Investigación y Transferencia de Experiencia en Cuestiones Migratorias de la Universidad de Hildesheim.

"A los municipios se les asigna un número determinado de refugiados según un sistema nacional de cuotas. El trabajo es ingente. Pero a lo largo de los años, los municipios han adquirido una enorme experiencia en este campo", afirma Danielle Kasparick. “En el organigrama de las administraciones municipales han aparecido servicios para tratar estas cuestiones a largo plazo. En las escuelas se están institucionalizando las "clases de acogida" para refugiados.

Aunque los trámites iniciales y la solicitud de asilo se realizan siempre en un "centro de primera acogida" dependiente del Land, son los ayuntamientos los que gestionan todos los aspectos administrativos y sociales del asentamiento de los refugiados, desde el alojamiento a la escolarización de los niños, pasando por los cursos de idiomas para adultos, el acceso a la sanidad e incluso, cuando el ayuntamiento tiene competencia en empleo, las cuestiones de formación y contratación. "La llegada de refugiados ucranianos planteó un problema logístico adicional. No tienen que solicitar asilo y pueden empadronarse en el municipio que elijan", explica Danielle Kasparick.   

Aunque el problema de la contratación de personal experto es una mancha negra para el sector, aquí y allá están surgiendo algunas soluciones inteligentes y a largo plazo. Por ejemplo, la aplicación Intergre.at, útil tanto para los refugiados como para sus tutoores. En siete idiomas y algunos apartados (escuela, idioma, familia, salud, trabajo, etc.), permite acceder directamente a los servicios, plataformas y documentos administrativos necesarios en su ciudad. Ya la han implantado más de cien ciudades y departamentos.

El centro de Danielle Kasparick también pone en marcha el proyecto Match'In durante diez meses, en colaboración con cuatro Estados federados, Baja Sajonia, Renania del Norte-Westfalia, Hesse y Renania-Palatinado: "Un error de orientación tras el primer centro de acogida puede bloquear la integración de un refugiado. A alguien que llega con un problema de salud no se le puede instalar lejos de un centro sanitario, de lo contrario se pasa la vida en el transporte. Del mismo modo que no se coloca a los jóvenes en un pueblo alejado de un centro de formación con mucha población de personas mayores", dice Danielle Kasparick.

La integración con las personas migrantes como un reto inaplazable

La idea de Match'In es, por tanto, recopilar cada vez más información sobre las llegadas y los lugares de instalación, para alimentar un algoritmo que, esperan los investigadores, permita una integración más flexible y rápida.

 

Traducción de Miguel López

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