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"He llegado a ver a 93 pacientes en un día": cada vez más médicos de atención primaria cuelgan la bata

Una mujer con una máscara en la que se lee: 'SOS, atención primaria' participa en una manifestación de médicos y pediatras de atención primaria, en la calle Ferraz de Madrid.

Se han cansado de hacer "medicina de guerra". De hacer "beneficencia". De entrar cada mañana en su consulta, ponerse la bata, colgarse el fonendo, sentarse a su mesa, abrir la agenda y ver una lista prácticamente inacabable de pacientes. Los suyos propios y los de otros compañeros y compañeras que o bien están de baja por ansiedad o bien están enfermos o bien han dimitido de su puesto. La tan aludida vocación que aparentemente debe soportar los carros y las carretas de cualquier condición laboral por precaria que sea no puede siempre estirarse más de la cuenta. Lo saben bien todos los médicos que han tomado la difícil decisión de echar para siempre el cierre de su consulta. No han sido pocos y la situación se repite, de manera prácticamente idéntica, a lo largo y ancho de toda la geografía española. De Andalucía a País Vasco. De Madrid a Cataluña. El resumen es siempre el mismo: los profesionales de atención primaria no pueden más. Y abandonan.

Algunos cambian de especialidad. Otros simplemente de centro. Hay también quienes prueban suerte en otra comunidad. Y quienes incluso cogen un avión para salir fuera de nuestras fronteras. Estos últimos, de hecho, cada vez son más. En 2021, el último año del que hay datos disponibles, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) expidió 4.130 certificados de idoneidad, el documento requerido para trabajar en países comunitarios y extracomunitarios. La cifra, destacó el organismo, es la más alta alcanzada en la historia. Y casi todos los facultativos que los solicitan y obtienen son de Cataluña y de Madrid. En la primera se emitieron 1.163 (el 28% del total); en la segunda, 749 (el 18%). Y la mayoría se dedicaban a la primaria.

Con la pandemia se comprobó que era un nivel asistencial primordial. El pilar básico de todos los demás. Pero también se evidenció entonces que su estado de salud no era el mejor. Que llevaba años sufriendo una crisis que impedía ofrecer una atención sanitaria de calidad. Pero en lugar de buscar soluciones, señalan los propios profesionales, se ha dejado que la especialidad agonice.

Y aunque no hay datos claros sobre el número de profesionales que abandonan, sí hay algunos que reflejan la situación. Por ejemplo, una encuesta publicada por la Organización Médica Colegial en 2019 revelaba que un 36,6% de los médicos de primaria estaba "insatisfecho" con su trabajo. Otro 9,2% iba un poco más allá y decía estar "muy insatisfecho". Un informe llevado a cabo en 54 centros de salud de Navarra señaló que un 40% de ellos tenía el síndrome de burnout, o trabajador quemado.

Y esto se traslada a los más jóvenes. El año pasado se quedaron vacías 131 plazas de Medicina Familiar y Comunitaria convocadas en el MIR, como recuerdan desde el Sindicato Médico de Granada. No era la primera vez que ocurría. En la convocatoria de 2022 se quedaron sin adjudicar 93. No se sabe si este año ocurrirá lo mismo, pero el problema también radica en que no todas las plazas que sí se adjudican acaban finalmente formando a un médico que luego ejerce. Una encuesta realizada en marzo del año pasado cifró en un 70% el porcentaje de residentes que se planteaban abandonar la especialidad cuando terminasen su formación MIR en Madrid.

Allí, según los cálculos de Amyts, hay 483.774 personas sin médico asignado. Casi medio millón. Son ya 18 los centros de salud que el sindicato considera, directamente, "caídos". Uno está en el barrio de Vallecas. Es el Vicente Soldevilla, que tiene una población asignada de 27.749 personas. Hasta ahora tenía turno de mañana y de tarde, pero éste último estaba sostenido por sólo un médico. Así que ya ha anunciado que renuncia. El próximo día 15 de febrero será su último día. "Hace mucho tiempo que lo que hago ya no se puede considerar atención primaria", lamenta Daniel García.

Hasta 93 pacientes en un solo día

Lo suyo es vocacional. Lleva veinte años en la misma consulta y, ahora que la deja, le gustaría trasladarse a otra. Pero no sabe qué será de él. Lo único que está claro es que no podía continuar en el puesto. "Me ha costado muchísimo tomar la decisión. Llevo viendo a los mismos pacientes casi tres años, hay situaciones concretas que me preocupan y me pregunto si se les podrá hacer un seguimiento adecuado", explica. "Ha sido muy complicado, pero es que no tengo otra opción", continúa.

Los dos últimos años ha vivido una situación "insostenible". Ha llegado a ver, en un día, hasta 93 pacientes. Algunas compañeras se han dado de baja. Y otras también han renunciado. "No se han puesto medios para solucionar la situación ni desde la Consejería de Sanidad ni desde la Gerencia de Atención Primaria", lamenta. Ni siquiera ha habido respuestas a los muchos escritos que han realizado. "Sólo palabras, nada más", critica.

Mariaje Arzuaga ni siquiera ha conseguido eso. "Antes con Osakidetza —el Servicio Vasco de Salud— se podía hablar y negociar. Ahora la respuesta a todo es 'no", denuncia. Ella es médica en el punto de atención continuada (PAC) de Tolosa (Gipuzkoa), donde atiende las urgencias y es "feliz". Llegó al puesto hace poco más de dos años, después de casi toda vida —desde 1989— trabajando en el centro de salud de Elgoibar. "Allí estuve muy contenta. Había mucha cercanía con los pacientes y las consultas se llevaban muy bien, pero con el tiempo las cosas fueron empeorando paulatinamente", rememora.

Lo hicieron en un sentido prácticamente idéntico al que lo hizo el Vicente Soldevilla. "Los compañeros que antes venían a sustituir un puesto empezaron a sustituir a dos, a tres, empezamos a atender a pacientes que no pertenecían a nuestro cupo, comenzó a haber permisos de maternidad que no se cubrían, la sobrecarga derivó en conflictos entre nosotros...", enumera. Todo le fue "sumando". Y gota a gota el vaso rebosó. "Me desilusioné y me empezó a costar mucho ir a trabajar, que era algo que nunca antes me había pasado", continúa.

Así que en cuanto se enteró de que en el PAC de Tolosa había un hueco libre intentó moverse. Y lo consiguió. Pero a ella, a sus 66 años, no le ocurrió como a Daniel. "La verdad es que no me costó tomar la decisión. Lo hice por mí, por mi malestar. Si no, ya me habría jubilado", cuenta.

"El váter del sistema sanitario"

Para Augusto Natali, en cambio, no ha habido época feliz dentro de la atención primaria. Hizo la residencia en el CAP La Mina, en Barcelona, y ya ahí empezó a ver situaciones que no le gustaban. "Era un paciente tras otro, un paciente tras otro. No tenías ni tiempo para comer, salías siempre estresado de la consulta. Y no me pasaba sólo a mí", recuerda. Lo confirmó después, al acabar la especialidad de médico de familia. Entró a trabajar en el CUAP Sant Martí, un centro de urgencias de primaria en el que pasó de ver a 150 pacientes una guardia a ver 250. "No había ni un segundo de descanso", dice.

Su "escape" fue colegiarse en Irlanda. Pero era 2020 y, aunque se pudo ir, la crisis sanitaria sólo le vino a confirmar que la especialidad para la que había estudiado no era para él. "Ahí fue cuando me quemé del todo y ya vi que la situación era insostenible. Me tenía que ir a otra especialidad", continúa. Ahora le queda tan sólo un año para terminar Análisis clínico en el Hospital Josep Trueta de Girona. No fue fácil, pero ahora tiene "más calidad de vida". "Es otra forma de trabajar completamente diferente. Atención primaria es un váter del sistema sanitario", lamenta. "Había conseguido todo: era tutor, tenía plaza de funcionario... Pero no había manera de seguir ahí".

Pérdida de personal en la pública, botín para la privada

El salto que ha dado Gustavo Cedeño, médico en Granada, es todavía más lejano. Directamente ha decidido pasarse a la sanidad privada. Ya la había probado antes, cuando terminó su especialidad, pero la pandemia le hizo querer enfrentar al virus desde la pública. "Si la cosa iba a ser gorda, prefería estar ahí", recuerda. Aguantó menos de cuatro años, porque ahora ha vuelto a la privada. "Desde el primer día tengo un contrato fijo, un horario y 10 minutos para atender a cada paciente, no cinco. Trabajar así es completamente diferente, porque básicamente me da tiempo a entender lo que le pasa a cada persona", relata.

Antes no le ocurría lo mismo. Con un contrato por horas, cada día tenía que coger su coche para ir de un centro a otro, a veces recorriendo distancias de hasta 40 kilómetros. "Las condiciones eran horribles. No puedo estar cada tres meses firmando contratos y cambiando de destino, me genera muchísimo estrés", cuenta. Tanto, que llegó a sufrir una angina de pecho. Y aun así sí que recuerda que le costó tomar la decisión. Pero ha salido ganando.

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La sanidad privada, y se ve con este ejemplo, es la gran beneficiada del deterioro paulatino de la pública. En 2023, el negocio de la salud batió un nuevo récord, facturando por primera vez más de 11.000 millones de euros, un 52,7% más que hace una década. En paralelo, la insatisfacción con la calidad de la pública también ha crecido. Así lo reveló el Barómetro Sanitario 2023 publicado este miércoles por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en el que un 4,7% de los encuestados respondió estar "muy insatisfecho" con el funcionamiento del sistema sanitario público en España. En la versión de esa misma encuesta publicada en verano, esa cifra era del 4%. En marzo de 2022, del 3,3%. En ese momento, además, un 7,5% aseguraba estar en la otra cara de la moneda: "muy satisfecho". Hoy esa cifra ha caído hasta el 6%.

Según el mismo documento, el 78,6% de la población afirmó haber acudido a un centro de salud en el último año, y, de ellos, el 69,8% aseguró haber tenido que esperar más de un día desde que pidió la cita hasta que fue atendido en consulta. Concretamente la media de demora fue de 9,12 días, cifra superior a los 8,8 días de 2022

Esos datos se pueden relacionar con la siguiente afirmación: ninguna comunidad invierte al menos el 25% de su presupuesto sanitario a la atención primaria. Es el porcentaje que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero ninguna autonomía se acerca. Ni lo hará en 2024, como denunció la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), que este martes publicó un informe con datos abrumadores: la región que más presupuesto destinará al principal área sanitaria este año es Andalucía, con un 18,45%. La Comunitat Valenciana, con un 9,23%, y Madrid, con un 10,03%, están a la cola.

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