Collboni fía su suerte a que no hay una alternativa: si la oposición no se pone de acuerdo, habrá presupuestos

El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, durante el pleno de este miércoles.

El alcalde de Barcelona ha echado cuentas. Jaume Collboni sabe que la oposición difícilmente se aliará en su contra y que, mal que pese, no existe mayoría alternativa capaz de arrebatarle el mando. Al menos, por ahora. Por eso, a riesgo de suspender el primer gran examen de su mandato, ha lanzado un órdago a la oposición: una cuestión de confianza que, aunque ha perdido, le permitirá aprobar los presupuestos si en el plazo de 30 días no se presenta otro candidato con mayoría absoluta. Sólo una maniobra de malabares podría hacer descarrilar esta apuesta socialista y, a la luz del último pleno, no parece que haya un plan B.

La de Collboni es una encrucijada de difícil salida: surfear la legislatura en minoría o compartir trayecto —y poder— con sus rivales políticos. La decisión no es sencilla, pero el paso del tiempo y el deterioro de las relaciones han ido aclarando el panorama. El primer escenario, por más codiciado que sea, ha abocado al PSC a la dependencia de los pactos. Una agonía que los socialistas parecían dispuestos a asumir hasta que el alcalde ha dado un nuevo giro de guion. 

Tras perder la cuestión de confianza, ha anunciado que está dispuesto a ampliar el gobierno una vez haya presupuestos, lo que implicaría sumar a Esquerra, la única formación que ha dado su apoyo a las cuentas. No es la primera vez que lo dice, pero de momento las palabras se las ha llevado el viento. Ahora bien, la tesis del PSC sigue siendo la misma: primero el qué, luego el cómo. “Hemos llegado a un acuerdo con ERC porque primero hemos hablado de políticas y luego se hablará de gobierno. Lamentablemente, esto no ha sido posible con otros grupos porque el orden que se nos imponía en la negociación era otro”, ha disparado Collboni.

Collboni, reforzado a corto plazo

Con tono impasible y la actitud de quien ya prevé el desenlace —tanto que casi da por terminada la sesión sin haber realizado la votación—, el alcalde se encamina a sacar adelante sus primeros presupuestos, los más expansivos de la historia con 3.807 millones de euros, a finales de este mes para que entren en vigor el próximo 2 de mayo. “A corto plazo, Collboni queda reforzado, pero a largo plazo y en función de los resultados de las elecciones catalanas, le puede salir el tiro por la culata”, advierte a infoLibre el politólogo Toni Rodon. “En estos momentos, no hay mayoría alternativa, pero en política nunca se sabe. Eso, o la oposición le hará la vida imposible”, recalca.

De acuerdo con este profesor de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra, la situación actual está en cierto “punto muerto” a la espera de lo que suceda tras el 12M, cuando todos los sondeos dan la victoria al socialista Salvador Illa, pero pronostican que necesitará el apoyo de otras fuerzas para lograr la presidencia de la Generalitat. De hecho, la posibilidad que Collboni ha puesto hoy sobre la mesa tampoco se escapa de esta lógica. “Veremos qué consecuencias tienen las elecciones, porque podría haber pactos cruzados”, sostiene Rodon. 

Hasta la fecha, Collboni no ha mostrado prisas por hacer crecer su equipo y ha apostado por gobernar con tan sólo con 10 concejales —en total hay 41—, a pesar de que le han llovido propuestas de todo los colores, especialmente de Barcelona en Comú, que lleva meses reclamando entrar en el ejecutivo.

El factor humano

Por eso, el dardo que ha lanzado el alcalde ha impactado especialmente en filas de los comunes, que en su momento permitieron la tramitación de las cuentas con la esperanza de acabar sumándose a una coalición progresista. Sin embargo, el velado veto a Ada Colau y la enmienda a la totalidad a buena parte de su legado han convertido en imposible un pacto que permitió a ambos partidos estar al frente de la ciudad durante cuatro años. No en vano los socialistas respiraron con cierto alivio cuando constataron que los de Colau no iban a apoyar las cuentas: se alejaba así el melón de sumarlos al gobierno. 

“Colau es una figura importante no solo dentro de su partido. Ha sido alcaldesa y, en cierto modo, hace sombra a Collboni. Tenerla dentro del gobierno no les interesa”, sostiene Rodon. A su juicio, “detrás de toda historia política, está el factor humano” y, en el caso de Collboni y Colau, ese factor no pasa por su mejor momento. Cabe recordar que, a cuatro meses de las pasadas municipales, el actual alcalde abandonó sus responsabilidades como primer teniente para centrarse en la campaña, lo que sentó como un jarro de agua fría a sus socios. 

La factura de Colau

Al malestar por las críticas que lanzaba Collboni a la gestión municipal cuando su formación aún participaba de ella se suma otra cuestión que ha contribuido al evidente desgaste. Tras el voto favorable de Barcelona en Comú a la investidura de Collboni se escondía el compromiso de mantener el grueso de los cargos de confianza de los comunes en el ayuntamiento pero, con el tiempo, esto no se ha cumplido. Algunas de estas figuras han sido destituidas y a otras se les han retirado atribuciones, lo que, para los de Colau, supone una traición. “Con el tiempo, ha habido cierto enfado personal y las relaciones se han erosionado rápido”, subraya Rodon. 

Ahora bien, según este politólogo, “Barcelona en Comú no quería tanto los presupuestos, como entrar en el ejecutivo”. “Es una cuestión de cómo se reparte el pastel que, para los partidos, significa mucho dinero. Los comunes se han ido molestando y han ido apretando para tener más posiciones, que es lo que suele pasar en el juego de la gallina”, sostiene. La formación sabía que existen otras fórmulas para aprobar los presupuestos y lo han apostado todo a una única jugada, la de demostrar que el del PSC es un “gobierno débil”

De hecho, también Colau —y anteriormente Trias— han echado mano de la cuestión de confianza para aprobar las cuentas cuando gobernaban en minoría. Eso sí, el desgaste para Colau puede llegar más pronto que tarde: “Todo lo que ha ocurrido puede hacer que muchos actores la vean como un socio menos seguro. Ha generado unos cuantos enemigos entre gente que, en principio, están en un espacio político cercano al suyo”, recalca Rodon. No obstante, cuestiona que el fracaso de los presupuestos pase factura electoral a los comunes: “Es difícil de saber. Buena parte de la ciudadanía no los culpa, pero la situación tampoco los beneficia especialmente”.

ERC recupera protagonismo

Quienes tampoco escondieron su comedida satisfacción al escuchar el “no” de Barcelona en Comú a los presupuestos fueron los republicanos, conscientes de que la potencial entrada de los comunes en el gobierno los conducía a un papel secundario. Con la incógnita Colau ya despejada, ERC tiene ahora la oportunidad de regresar a primer plano. La operación Collboni frustró los planes de un gobierno independentista con Junts, pero los meses y la necesidad de aprobar las cuentas en el Parlament los ha llevado a olvidar ese fatídico día. 

“Hemos trabajado para tener presupuestos en todos lados, no sólo donde gobernamos”, ha resaltado el concejal Jordi Castellana. A estas alturas, ya nadie esconde que las cuentas en una administración condicionan las de la otra. “Los partidos hacen pactos multinivel, es un intercambio de cromos habitual. Tú me votas en el Parlament y, luego, yo te voto en el Ayuntamiento de Barcelona”, confirma Rodon. 

De concretarse la ampliación del ejecutivo con los cinco concejales republicanos, el gobierno de Collboni pasará a tener 15 ediles, una aritmética algo más cómoda que la actual, pero igualmente lejos de la mayoría. El gobierno barcelonés seguirá necesitando pactos y la correlación de fuerzas que surja tras 12M será clave.

El pacto que nunca fue

La prueba de ello está en Junts. Tras haber tanteado a principios de año la posibilidad de una coalición que hubiera sumado mayoría, Collboni se hizo atrás. Entre los motivos estaban los temores sobre cómo impactarían las idas y venidas de Junts en el Congreso si se enturbiaban las relaciones con el Gobierno de Pedro Sánchez, especialmente a raíz de la ley de amnistía. Pesó también el interrogante de quién sustituirá a Xavier Trias y los lazos —o la cercanía— de su sucesor con Carles Puigdemont. El PSC quiso evitar así un gobierno parcialmente condicionado por el expresidente catalán, pero con el que hubiera compartido fuertes similitudes ideológicas.

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“Junts y el PSC no son muy distintos. Ambos representan el establishment, el status quo, y sus políticas son similares porque los socialistas se han movido mucho hacia la derecha en los últimos años”, opina Rodon. Sin embargo, continúa, el panorama nacional ha hecho saltar por los aires cualquier posibilidad de acuerdo. “Ha habido un efecto contaminación porque Barcelona es la joya de la Corona y tiene un poder simbólico muy alto”, asegura.

De hecho, Trias —que ha ido dilatando su salida del ayuntamiento— ha sido una de las voces más contundentes contra Collboni, a quien ha reprochado que se haya convertido en el primer alcalde en presentar una cuestión de confianza sin haber ganado las elecciones y en su primer año de mandato. “Está utilizando tácticas que no tienen que ver con Barcelona”, le ha recriminado.

Si estos “métodos” funcionan o no se verá a finales de mes, cuando la oposición agote el plazo para presentar una alternativa al gobierno más en minoría que ha tenido la capital catalana. Por ahora, el viento no sopla a favor, pero en política nunca se sabe. 

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