Aznarismo: soberbia, mentiras y odio
Contra todo pronóstico, la apacible muerte del dictador fue aceptada por sus víctimas con alivio, sin ánimo de venganza, renunciando temerosas a su derecho a exigir verdad, justicia y reparación para sus familiares, arrojados como animales a fosas comunes y cunetas. En cambio, la extrema derecha, junto a miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad, ejército, judicatura y clero, fomentaron el ruido de sables y las agresiones, prolongando a nivel individual y colectivo lo peor del franquismo: el miedo y el silencio.
El miedo al socialismo y al comunismo, agitado por las derechas reaccionarias desde los púlpitos parlamentarios, mediáticos y eclesiásticos, fue neutralizado por el encaje del PSOE en la novel democracia y su manejo de viejos vicios de la dictadura como la corrupción y el terrorismo de estado. La paz entre españoles duró dos décadas en las que el pueblo aceptó con naturalidad el juego democrático y la alternancia del bipartidismo en solitario o con apoyo de otros partidos, sobre todo nacionalistas sin remilgos.
La paz duró hasta la irrupción en la escena política de un personaje de provincias con ínfulas napoleónicas y naturaleza franquista. Perdida en luchas intestinas y ambiciones personales, la derecha sufría sequía de votos hasta que su líder, Manuel Fraga, mutó en demócrata de toda la vida. El truco de la transición volvió a funcionar y Alianza Popular se refundó en el Partido Popular, mismos perros con otro collar. Para aparentar menos extremismo y más modernidad, en la vetusta formación recurrieron al falangista Aznar.
El aznarismo ha sumido al país en un estado de fobias y bulos acorde con el logrado por sus referentes Trump y Bolsonaro. Racismo, misoginia, xenofobia, homofobia y aporofobia son algunas muestras de la ideología de extrema derecha
Aznar llegó, ganó, pactó, gobernó y puso los cimientos políticos de un edificio autoritario al exigir a los suyos una derecha sin complejos. En sus mandatos demostró capacidad para negociar hablando catalán en la intimidad y arrimando etarras a las cárceles vascas a petición del Movimiento Vasco de Liberación. Pero su mayor logro fue hacer de la mentira y el odio las armas políticas que explotan el PP y sus medios afines desde los días del Yak 42, el Prestige, las Azores, la medalla del Congreso de EEUU y los atentados del 11 M.
En FAES alumbraron dos partidos, C’s y Vox, claves para acosar y derribar a Rajoy, último vestigio de derecha decente en el país. Pieza esencial para la radicalización conservadora es el lacayo M. Á. Rodríguez y la marioneta de éste Isabel Díaz Ayuso. Sin complejos, sin dignidad, sin el más mínimo atisbo de pudor democrático, Aznar da órdenes transformado en lo que fue 55 años atrás. Quemados los puentes con los nacionalismos, el PP es una suerte de Jekyll/Hyde, Feijóo/Ayuso, abocado en soledad a pactar con The Ripper/Abascal.
El aznarismo ha sumido al país en un estado de fobias y bulos acorde con el logrado por sus referentes Trump y Bolsonaro. Racismo, misoginia, xenofobia, homofobia y aporofobia son algunas muestras de la ideología de extrema derecha; desigualdad, precariedad, pérdida de derechos y libertades son algunas consecuencias del capitalismo neoliberal que, en su último estadio, conduce al fascismo al que nos arrastran Aznar, Ayuso y Abascal con la irresponsable complicidad de un electorado cegado por las mentiras y el odio.
---------------------------------------------------------
Verónica Barcina es socia de infoLibre.