¿Y el Bernabéu pa' cuándo?
Oligarquía, racismo y clasismo, patas hegemónicas de un Estado centralizado en torno a una ciudad desesperada por alcanzar ese estatus de megalópolis internacional, absorbente de capital extranjero y de una migración precaria y necesaria para la plusvalía de dicho capital que, al mismo tiempo, abandona a su suerte a sus clases populares y medias originarias que la edificaron, con el deterioro de sus servicios públicos, pues, como ya saben, ese consenso del Estado de derecho y social establecido por el pueblo español en el postfranquismo ya no existe. Pongamos que hablo de Madrid.
Decían los de Podemos que acabarían con el Régimen del 78 y, vaya que vaya, la ruptura de esos acuerdos mínimos ha llegado patrocinada y financiada con nuestros impuestos por aquellos medios que han amplificado, normalizado e importado el modelo de comunicación política trumpista basado en que mi libertad no termina cuando empieza la tuya, sino que puedo pisotearla si soy más fuerte. Oligarquía y clasismos.
¿Y el Bernabéu pa' cuándo? Por fin, alguien ha podido poner contra las cuerdas a Florentino Pérez y los conciertos musicales han sido suspendidos de su estadio por la contaminación acústica. Todo ha sido posible gracias a las asociaciones vecinales del barrio, en el que habrá más de un abogado/a e inversor que no estén dispuestos a ser expulsados de sus lujosas viviendas, ni mucho menos a la devaluación de las mismas. Si se expulsa, que sea en barrios periféricos y trabajadores donde no hay los recursos económicos ni jurídicos del epicentro libertario del barrio de Chamartín.
Alguien bien pensado diría que la DANA valenciana le ha caído bien al Real Madrid: el foco imprescindible y necesario de la prensa en la catástrofe ha anulado el impacto mediático de los insultos racistas a Lamine Yamal o Raphinha en el pasado clásico que el Barça se llevó por 0–4 en el estadio blanco, que reaccionaron de una manera pasiva a las agresiones. El castigo y el enfoque del racismo debe ser siempre el mismo: castigar a los agresores/as y a los cómplices que lo permiten, sin importar las diferentes reacciones de las víctimas. Vinicius Jr tiene derecho a parar un partido, tal como hizo en Mestalla ante las agresiones verbales lanzadas por el público a causa de su color de piel; Lamine Yamal también tiene derecho a reaccionar tranquilo y con indiferencia.
La DANA valenciana le ha caído bien al Real Madrid: el foco imprescindible y necesario de la prensa en la catástrofe ha anulado el impacto mediático de los insultos racistas a Lamine Yamal o Raphinha en el pasado clásico
La Liga no tiene derecho a discriminar entre racismo bueno y malo. En mayo de 2023, ante los insultos contra el mencionado futbolista del Real Madrid en Mestalla, a los dos días el club valencianista ya había sido sancionado con el cierre parcial del estadio durante cinco partidos (reducidos posteriormente a 3), una multa de 45.000 euros y la retirada de una tarjeta roja al jugador brasileño, hecho inédito este último; por otro lado, ante el lanzamiento de objetos en el Metropolitano del pasado 29 de septiembre, el Atlético de Madrid fue sancionado con la clausura parcial de su estadio durante 3 partidos (reducidos a uno) y una multa de 45.000 euros.
La doctrina neoliberal, el poder judicial y el magnate Florentino Pérez hace ya tiempo que se pusieron los anillos de matrimonio y que se susurran todas las mañanas los primeros versos de Jennifer López:
Me tratas como una princesa, me das lo que pido
Tú tienes el bate y la fuerza que yo necesito
Cuando estamos solos, te lo juro, no me falta nada
Te pongo un trece de diez cuando estamos en la cama.
En fin, el contexto del fútbol de élite es asqueroso. La guerra también lo es, y no por ello hay que dejar de contarla. Relegar el fútbol al último y más oscuro rincón del desván o callarlo porque sea “el opio del pueblo” o “el pan y el circo” es ocultar las dinámicas de funcionamiento de una democracia claramente imperfecta, la normalización de conductas civiles violentas (sancionables según el lugar donde y contra quien se cometan) y la asimilación del turbocapitalismo inhumano de la capital de nuestro país donde la oligarquía siempre gana, en contra de los madrileños/as y del estado social y de derecho del que nos dotamos hace más de 40 años.
Han pasado más de 20 días desde los hechos y aquí nadie dice ni hace nada sobre una sanción o cierre del Santiago Bernabéu: el franquismo sociológico que pervive en pleno 2024 mantiene la impunidad de sus símbolos históricos.
¿Y el Bernabéu pa' cuándo?
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Paco Ochoa es socio de infoLibre.