La berrea de Feijóo

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Verónica Barcina

Tal vez me haya convertido en urbanita sin sentimientos, pero no entiendo el placer de recorrer kilómetros en otoño, al atardecer o al amanecer de un día lluvioso, como manda la tradición y la cultura rural española para asistir a la berrea. Escuchar a los ciervos rojos macho en celo y oírlos pelear y cumplir con el ritual del bramido para atraer a las hembras debe de ser un espectáculo excepcional pero, la verdad, no me atrae. Si hay que ir, se va, pero ¿sólo para eso? En la tele o internet se puede ver el espectáculo sin sufrir los rigores meteorológicos y los esfuerzos para llegar a recónditos y lejanos lugares.

Para disfrutar de bramidos, parece excesivo desplazarse a Cabañeros, Los Alcornocales, Monfragüe, Cazorla o Doñana (hasta que se la cargue Moreno Bonilla). Este año, se ha abierto el curso parlamentario sin saber a ciencia cierta si había acabado el anterior. Sus señorías ocupan el hemiciclo y afilan las cornamentas para ofrecer su tradicional berrea sin atractivo sexual y nulo interés biológico y cultural. Para la de este curso, no será preciso desplazarse ni usar prismáticos: es tal la necesidad de apareamiento entre partidos para gobernar que raro es el día sin que alguien brame en prime time.

Especialmente sangrienta será la montería para el Partido Popular, donde la principal pieza a cobrar es Feijóo, bisoño cervatillo sin cornamenta que será degollado, despellejado y decapitado por la insaciable Ayuso

Quienes debieran ser modelos de tacto, educación, decoro, cortesía, corrección y elegancia no dejan de conducirse como animales en sus palabras, como fieras en sus actos y como alimañas en sus intenciones. Sus conductas, berridos, rebuznos y rugidos, lejos de ser reprobados y condenados por la ciudadanía, son reproducidos en las conversaciones cotidianas como un ejemplo más de la degradación de la especie y la progresiva destrucción del templado ecosistema social que alguna vez pareció ser España.

Junto a la berrea estéril y las surrealistas embestidas de Feijóo, la berrea de Sánchez llama a compartir la cama del progreso. Mientras tiene lugar la berrea, se prepara una montería para abatir piezas a nada que se inicie la cópula, sin esperar siquiera a que la naturaleza dé paso a un nuevo ciclo vital. Los ojeadores mediáticos están apostados cumpliendo fielmente su labor de localizar y señalar las presas a las que sus señoritos deben dirigir las escopetas y disparar certeramente.

Especialmente sangrienta será la montería para el Partido Popular, donde la principal pieza a cobrar es Feijóo, bisoño cervatillo sin cornamenta que será degollado, despellejado y decapitado por la insaciable Ayuso para colgar su cabeza sobre la chimenea de Génova junto a la de Casado. Y deben hacerlo de forma rápida y certera para evitar que Vox siga comiéndose las piezas cobradas en la batida de las municipales y autonómicas como lleva haciendo desde que Mañueco recibió un tiro en el pie. Entre cazadores saben que el principal enemigo a vigilar ocupa el puesto de al lado, el fuego amigo.

Si de rituales de apareamiento se trata, sería recomendable para sus señorías de Vox y del ayusismo visionar documentales del macaco rhesus, cuyos machos practican más sexo entre ellos que con las hembras, o del bonobo, especie para la que el 75% de las relaciones sexuales son algo más que un mecanismo reproductivo, dando lugar al disfrute de una vida erótica constante, incluyente y muy activa en la que la práctica de la homosexualidad apacigua conflictos y restablece la armonía en los grupos. Son ventajas que ofrece la sabia naturaleza y que rechaza una parte de la humanidad en nombre de los dioses y de quienes dicen representarlos en la tierra.

Habrá quien alegue que son primates sin evolucionar pero, analizando las berreas de Vox, del ayusismo y de la Conferencia Episcopal, surgen dudas razonables al respecto.

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Verónica Barcina es socia de infoLibre.

Tal vez me haya convertido en urbanita sin sentimientos, pero no entiendo el placer de recorrer kilómetros en otoño, al atardecer o al amanecer de un día lluvioso, como manda la tradición y la cultura rural española para asistir a la berrea. Escuchar a los ciervos rojos macho en celo y oírlos pelear y cumplir con el ritual del bramido para atraer a las hembras debe de ser un espectáculo excepcional pero, la verdad, no me atrae. Si hay que ir, se va, pero ¿sólo para eso? En la tele o internet se puede ver el espectáculo sin sufrir los rigores meteorológicos y los esfuerzos para llegar a recónditos y lejanos lugares.

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