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Crisis en el PSOE
A pesar del ruido mediático y social vivido en torno al Comité Federal del PSOE del pasado 1 de octubre, culminado con la dimisión de Pedro Sánchez como su secretario general y la constitución de una gestora presidida por Javier Fernández –muy tibia en sus primeros pasos y declaraciones–, la crisis puesta en evidencia será una más en la historia de un partido con 137 años de vida, de los cuales forman parte episodios como la expulsión de su fundador, Pablo Iglesias, tras publicar un artículo de prensa; los enfrentamientos entre Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto a cuenta de la polémica colaboración del PSOE con la dictadura de Primo de Rivera; o los votos en contra de diputados socialistas contra la formación de un Gobierno presidido por Indalecio Prieto; por no hablar de episodios más cercanos en el tiempo, como los derivados en el Congreso de Suresnes, las tensiones en relación al referéndum de la OTAN (“de entrada, no”), la renuncia al marxismo a la que vinculó su continuidad González, los enfrentamientos entre “renovadores” y “guerristas”, la difícil gestión del postfelipismo (Almunia, Borrell, etc…) y los efectos, aún no superados, de la aprobación del articulo 135 de la Constitución, junto al PP, priorizando la devolución de la deuda exterior sobre cualquier otra cuestión de Estado, lo cual marcará para la historia la gestión de ZP.
Más allá del PSOE, es la socialdemocracia europea quien está en crisis y lo es porque se ha alineado con las tesis del neoliberalismo, hasta llegar a no diferenciarse de él.
El gran impulso de la socialdemocracia en Europa fue en torno a los años 70 y 80 del siglo pasado, alrededor de líderes como Olof Palme (Suecia), Harold Wilson (Reino Unido), François Mitterrand (Francia) o Willy Brandt (Alemania), todos ellos bajo el planteamiento de establecer sistemas de reparto y solidaridad de la riqueza creada desde un mercado libre y competitivo, que debía evitar las desigualdades por un lado y las prebendas o favoritismos, por el otro; lo cual quedaba bien resumido en una cita de Olof Palme: "Los derechos de la democracia no están reservados para un grupo selecto de la sociedad, son los derechos de todas las personas".
Ese equilibrio para que el Estado redistribuya la riqueza creada desde el libre mercado lo identificó el historiador y filósofo social Karl Polanyi, quien argumentaba que el capitalismo debía estar formado por un “impulso doble”: "el impulso por liberar los mercados y el contraimpulso necesario para frenarlos y regularlos en el interés de la sociedad".
La gran paradoja en la que, con el paso de los años, ha caído la socialdemocracia es que ha priorizado, por encima de la defensa de la clase trabajadora y las capas sociales menos favorecidas, un proteccionismo hacia las exigencias del mercado y el capitalismo, que poco a poco ha terminado por no diferenciarse de lo defendido por el neoliberalismo de derechas. Todo lo cual tuvo su culmen en 2008, con la explosión de la crisis, a la que se ha combatido únicamente con la receta de la austeridad, lo que ha agravado sus consecuencias, con el efecto de un crecimiento de la desigualdad y empobrecimiento de grandes capas de la sociedad.
El PSOE debe reconstruir una alternativa diferenciada de la que representa el PP, su papel, ni puede, ni debe ser, complementar una mayoría popular y en ese sentido no parece que, tras los acontecimientos de los últimos días, su posición sea mejor que la de hace una semana o un mes. Ahora parece correr desesperadamente a intentar evitar unas terceras elecciones generales en las que podría empeorar aún más sus últimos resultados; pero la abstención, la garantía de apoyos a los presupuestos a Rajoy o, incluso, un pacto de legislatura tipo “gran coalición”, lo que harán será aproximarle al caso del PASOK en Grecia y continuar con un declive que se manifiesta imparable desde hace demasiado tiempo. Algunas de cuyas causas quedaron expresadas en la intervención pública de González que termino por desatar los acontecimientos del 1 de octubre: ¡Tú también, Felipe, padre…!
En estos días, lo que se conoce por “aparato” o estructura del PSOE se ha hecho con el poder, a lo que parece bastante lejos de la opinión mayoritaria en sus 200.000 militantes, por no hablar de la de sus, aún, más de cinco millones de votantes, volviendo a ignorar, por segunda vez en su reciente historia, la opinión expresada en “primarias” en forma de una persona, un voto. La verdadera crisis del PSOE se superará cuando recupere la conexión con las bases sociales que le han sustentado tradicionalmente, no mientras sigan pendientes de sus cuitas, de sus baronías, del poder en aquella autonomía o en aquel ayuntamiento, y controlado por “fontaneros y fontaneras” dedicados, en exclusiva, al networking interno para promocionar en la estructura.
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Pero hablamos del PSOE, un partido con más de 137 años de historia, y visto con la perspectiva del tiempo, en un decenio o dos, este episodio solo ocupará una linea en el relato de las crisis socialistas… ¿o quizás no?
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Mario Martín Lucas es socio de infoLibre