Si izquierda y derecha son términos que parecen estar claros para todo el mundo, ¿por qué existe tanta controversia en torno a ellos?
Con otras dicotomías, como rico-pobre, día-noche, etc., no pasa lo mismo. Rico es el que tiene abundancia de dinero, y pobre el que carece de él; es de día cuando hay luz solar, y de noche cuando falta. Todo gira en torno a un elemento común que las define, sea el dinero o el sol, sin que quepa la más mínima ambigüedad, posibilidad de error o interpretación alguna.
Sin embargo, cuando hablamos de izquierda o derecha resulta complicado encontrar el hilo conductor subterráneo que las vincula entre sí. Afirmar que la izquierda es lo contrario de la derecha, no nos aclara mucho. Ahora bien, para abordar esta cuestión, no queda más remedio que recurrir a generalizaciones, es decir a aproximaciones y simplificaciones, a riesgo de ser injustos o de equivocarnos.
Sucede que nos movemos en un terreno resbaladizo y escabroso en el que resulta fácil extraviarse y que nos den gato por liebre. Muchas personas que se presentan como de izquierdas no lo son, mientras que otras que se consideran de derechas se engañan sin saberlo, intercambiando sus papeles. La confusión a la hora de fijar los contenidos y responsabilidades de cada grupo es mayúscula, y tampoco existe unanimidad de criterio a la hora de establecer el baremo para juzgarlos.
Para complicar aún más las cosas, izquierda y derecha tampoco parecen ser conceptos estables en el tiempo, sino que van mudando históricamente. ¿Empezó la izquierda a existir a partir de la Revolución Francesa, o lo hizo mucho antes, con Espartaco? ¿Una rebelión de esclavos la consideramos de izquierdas, o no? ¿Y la resistencia frente a un invasor o un tirano? ¿Es posible que la izquierda haya estado siempre entre nosotros —camuflada bajo distintas apariencias y denominaciones—, desde el primer momento en que el ser humano puso el pie sobre la tierra?
¿Qué distingue a la izquierda de la derecha? ¿Una postura política e ideológica? ¿Un compromiso con unos valores? ¿Una línea de conducta? ¿O una suma de todo ello?
¿"Ser" de izquierdas, o de derechas, es algo que se elige o que nos viene dado? ¿Algo que pertenece a la esfera de la personalidad, del pensamiento, o del comportamiento?
La ciencia nos ha enseñado que por encima del sustrato biológico, se alza la voluntad, y sobre ésta la racionalidad, para justificar, a posteriori, nuestros actos. Aunque lo orgánico nos condicione, no implica ningún determinismo, porque con la misma base genética se pueden desarrollar proyectos vitales muy diferentes. La puerta de la decisión está abierta, y es a nosotros a los que nos corresponde cruzarla.
Nuestras posiciones políticas e ideológicas son consecuencia de nuestras necesidades e intereses. Cuando estos entran en conflicto con los de los demás, nos enfrentamos con ellos. El factor invisible que permite calificar a una persona como de derechas o de izquierdas, son los intereses que defiende y los métodos de que se vale para hacerlo, y no el carnet de partido.
¿Consideras aceptable utilizar, explotar, manipular, engañar y dañar a otros para obtener fama, riqueza o poder? ¿No dudas en intimidar, acosar y apartar a quienes se interponen en tu camino, para alcanzar tus objetivos y mejorar tu estatus? ¿Apruebas comprar bebés a mujeres pobres y pagar por sexo, sí o no? ¿Prefieres sacrificar lo que haga falta a tus intereses, a intentar conciliarlos con los ajenos para no perjudicar a nadie? ¿Te preocupa el futuro del planeta y de la humanidad, o no te importa arruinarlos si con ello obtienes un beneficio personal?
Tú mismo tienes la respuesta. No necesitas preguntarle a nadie. Estamos hablando de elegir entre dos formas diametralmente opuestas de concebir la existencia: o con los demás, o contra los demás (y que gane el mejor, a ser posible tú, que para eso eres más alto, más listo y más guapo).
Obviamente, no existen razas puras de personas de izquierdas o de derechas, sino cruces y variedades diversas con mayor o menor grado de desviación del modelo. Como tampoco quienes se alinean con una u otra tendencia, se atienen en todo momento al guión establecido. No olvidemos además que, en numerosas ocasiones, el miedo y las circunstancias obligan a los humanos a comportarse de forma muy distinta a cómo sienten y les gustaría. Una anciana judía superviviente de los hornos nazis confesaba que, cada vez que alguien la trataba con amabilidad, no podía evitar preguntarse cómo se habría portado con ella esa misma persona en el campo de exterminio. Porque, en cada contexto, nuestra personalidad y nuestra conducta cambian para adaptarnos a él.
Resulta evidente que no tratamos con la misma deferencia a los de "dentro" (los miembros de nuestra propia familia, círculo, nación, religión o profesión), que a los de "fuera" (extraños, inmigrantes, extranjeros, clientes desconocidos, etc.), por poner solo un ejemplo.
Como es lógico, ni la gente de derechas se comporta siempre mal, ni la de izquierdas siempre bien. No se trata aquí de una película de buenos y malos, sino de regulares. Al margen de sus intenciones, las soluciones de izquierda han sido en ocasiones peores incluso que las de derecha, y no se puede afirmar que haya cometido menos errores que su rival. Sacrificar el individuo a la comunidad no es mejor que sacrificar la comunidad al individuo. Se trata de dos planteamientos igualmente nefastos. Por desgracia, a la mayoría de los humanos lo colectivo nos motiva menos que lo individual, razón por la que nos resulta tan difícil construir un proyecto común solvente.
Lo que certifica, sin margen de error, si una persona es de izquierdas o de derechas, es qué pesa más en ella, si el egoísmo o la conciencia. En descargo del egoísmo hay que señalar que, en sí mismo, no es negativo —buscar lo mejor para el individuo constituye un arma de supervivencia de la especie—, pero que su inflación y desmesura lo tornan tóxico. Ese es el motivo por el que nos hemos vuelto maestros en eufemismos, composturas y justificaciones, y especialistas consumados en blanquear las conciencias con rezos, obras de caridad y filantrópicas, a falta de prodigar un trato más decente a nuestros semejantes.
La ética de la derecha es más laxa que la de la izquierda, y coincide básicamente con su conveniencia. La de la derecha tiene un componente más personal, y la de la izquierda más social. La de la derecha ha bendecido la esclavitud, la trata de negros, la colonización, invasión y rapiña de otros continentes, y hoy en día la precariedad laboral, el que no haya empleo para todos, o que alguien que trabaje sea pobre en nombre del mercado y el negocio (¿de quién?). Y todo ello sin sonrojarse ni inmutarse.
La mentalidad típica de la derecha es la del león: sostener que la vida es una selva y que cada cual tiene que abrirse camino en ella a zarpazos. La de la izquierda en cambio es intentar trascender nuestra innata condición animal. La primera cree en un orden jerárquico natural de seres superiores e inferiores; de cazadores y presas; de ganadores y perdedores; y la segunda en la equidad, en una sociedad digna para todos, sin señores ni siervos.
La derecha confía en el poder de la fuerza sobre el de la razón, mientras que la izquierda invierte esos términos. Para la derecha el fin justifica los medios, mientras que para la izquierda no. La derecha se considera mejor materialmente, y la izquierda moralmente. La primera apuesta por mantener la sociedad existente y la segunda por transformarla: la batalla entre lo real y lo utópico está servida.
La izquierda aspira a compartir y vivir en igualdad; la derecha a poseer y dominar. El triunfo de la derecha es el de la competitividad sobre la cooperación; el de la depredación sobre la convivencia; el del individuo sobre la sociedad y el del interés privado sobre el general. Desde un punto de vista estrictamente biológico, la derecha representa el instinto más primario de la especie, y la izquierda el más evolucionado.
Esto no significa que la gente de derechas sea menos inteligente, instruida o capaz que la de izquierdas. Al contrario, debido a la posición más elevada que ostenta habitualmente en la sociedad, suele disfrutar de mayores recursos, preparación y conocimientos que ella.
Izquierda y derecha constituyen en definitiva una forma de ser y de estar en el mundo. Representan mucho más un talante, una disposición y una voluntad, que una ideología o doctrina política.
Se trata de dos modelos de convivencia antagónicos cuyas características principales podemos apreciar en el siguiente cuadro:
Como podemos observar, con el capitalismo la derecha ha encontrado el zapato a su medida, mientras que la izquierda, como Cenicienta, aún anda en busca del suyo.
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Andrés Herrero es socio de infoLibre
Si izquierda y derecha son términos que parecen estar claros para todo el mundo, ¿por qué existe tanta controversia en torno a ellos?