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La fosa del chofer

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Pako Martí

El 29 de marzo de 1939 asesinos falangistas les quebraron brazos, piernas cabeza y vida a cuatro jóvenes que no superaban los dieciocho años. En mi pueblo, Moncofa, en la fosa del chofer. Uno de ellos intentó escapar y le metieron un tiro, rematándolo con otro en la cabeza. El cráneo mostraba el orificio de la bala. No lo enterraron. Ese día o esa noche el listado para matar debía de ser extenso. Dieron la orden al chofer que los transportaba y volvieron a mi pueblo a por más futuros cadáveres que con los años irán apareciendo.

El 22 de septiembre de 2023 aparecieron sus cuerpos, gracias a las aportaciones de familiares y vecinos.

A pie de fosa, ya vacía, maldije a esos asesinos a destajo y de gatillo fácil, que dejaron un reguero de sangre y muerte a lo largo y ancho de la geografía española. A cara de perro, sin amnistiar, sus huesos, sus craneos ni a sus familias. 

A pie de fosa, ya vacía, maldije a esos asesinos a destajo y de gatillo fácil, que dejaron un reguero de sangre y muerte a lo largo y ancho de la geografía española

Los que permitieron y autorizaron semejante barbarie, hoy procuran que no se les desentierre o identifique impidiendo de forma alegal las ayudas económicas de la ley Memoria Histórica de 2007, en la que se establecen derechos y medidas a favor de quienes padecieron persecución y muerte durante la Guerra Civil y la Dictadura.

No podía ni debía dejar de hacerme eco de la noticia. Mi infancia transcurrió aquí, entre la fosa del chofer y las moreras camino de la estación del tren. Podía haberme echao pal monte y sacar fuego del teclado, es lo que me pedía el cuerpo y los hechos, pero me vale un artículo que sirve para situar y dar a conocer lo que nunca debió ocurrir en este país y lo que la extrema derecha junto a la de ultramar lleva grabado en su ADN.

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Pako Martí es socio de infoLibre.

El 29 de marzo de 1939 asesinos falangistas les quebraron brazos, piernas cabeza y vida a cuatro jóvenes que no superaban los dieciocho años. En mi pueblo, Moncofa, en la fosa del chofer. Uno de ellos intentó escapar y le metieron un tiro, rematándolo con otro en la cabeza. El cráneo mostraba el orificio de la bala. No lo enterraron. Ese día o esa noche el listado para matar debía de ser extenso. Dieron la orden al chofer que los transportaba y volvieron a mi pueblo a por más futuros cadáveres que con los años irán apareciendo.

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