No es necesaria la programación religiosa en los medios de radiodifusión públicos
Desde mi punto de vista y con todos mis respetos a aquellos que piensan lo contrario, los medios de difusión de radiotelevisión pública no deben estar al servicio de ninguna confesión religiosa. Y más en pleno siglo XXI. Pues su difusión implica de forma tácita la tradición que imperaba en la dictadura en que la Iglesia Católica era religión de Estado y que creo que en pleno siglo XXI ha dejado de tener sentido alguno, además de contravenir la aconfesionalidad constitucional. Para aquellos que somos laicos, e incluso algunos de nosotros pertenecemos a asociaciones laicas, creemos que la sociedad ha evolucionado hacia una creciente secularización social y la baja cifra en las creencias y prácticas religiosas de cualquier naturaleza así lo demuestran.
Es más, la Iglesia Católica, defensora continuamente de un sistema patriarcal, como están demostrando muchos de sus obispos y cardenales en sus declaraciones y argumentaciones sobre la familia, está perdiendo, pese a sus intereses e incluso el dinero que gracias al Concordato recibe y utiliza para el adoctrinamiento, adeptos y vuelvo a repetir, pese a sus medios televisivos y despliegue de periódicos que poseen y utilizan. Por eso, no tiene sentido que se utilicen los medios públicos para los mensajes confesionales, siendo que los eventos religiosos ya gozan de una cobertura exhaustiva en sus propios medios de difusión confesionales, esto es la COPE, Radio María y Trece TV, entre otros. Por eso aquellos y aquellas que lo deseen pueden recibir el mensaje eclesial sin mayor problema. Y más cuando estos medios privados cuentan, como también he indicado, con importantes subvenciones públicas.
Es más, toda la ciudadanía, quiera o no quiera, a través de la “injustificable” aportación pública a las arcas de la Conferencia Episcopal Española, está contribuyendo al mantenimiento de unos medios que, por desgracia y de una manera falaz e hipócrita y con alevosía, realizan y actúan de una manera descarnada y beligerante hacia cualquier medida social de enfoque progresista, como ejemplo la ley del aborto, la ley de eutanasia, los derechos de las personas LGTBIQ+, y otras que mejoran los derechos democráticos, a los que la Iglesia católica se opone y además apoyan manifestaciones para continuar con su nacional catolicismo apoyados por asociaciones de dudosa legalidad e incluso permitiendo de alguna manera determinados” delitos”, con su silencio, como es el de abuso a menores, ocultamiento de genocidios cometidos tras el golpe de Estado del 36 y “usurpación” de bienes públicos con sus inmatriculaciones generalizadas.
Para los laicistas, todos estos despropósitos e intervenciones en los medios públicos suponen seguir viajando al pasado
Pero si eso fuera poco, los medios de radiodifusión públicos, saltándose la imparcialidad de la Constitución y aprovechándose de ella de una manera parcial, retrasmiten misas, e incluso priorizan las locuciones papales en temas que preocupan, dejando de lado o no dando voz a otras entidades sociales que claman por un mundo más justo y en paz y que son tan dignas de ser escuchadas como las de la curia papal. Lo que demuestra el notorio oportunismo de dar prioridad a aquellas referencias con un relato confesional presidido por la invocación a fenómenos sobrenaturales, atribuyendoles carácter histórico sin el menor fundamento científico. Ver esto, a los laicistas nos traslada a aquellos tiempos del franquismo en los que se nos “obligaba” al mediodía a escuchar el Ángelus, e incluso a rezar en los centros públicos, a la asistencia a misas y rezos en el mes de mayo o de María, como se decía, e incluso a actos públicos generales en Semana Santa, a los que teníamos que acudir todos los escolares.
En resumen, para los laicistas, todos estos despropósitos e intervenciones en los medios públicos suponen seguir viajando al pasado. Por ello hay que denunciar, como Europa Laica no para de hacerlo, la derogación de los acuerdos de 1979 con la Santa Sede, que dan cobertura a estas situaciones, y solo así se podrá avanzar en democracia y en la laicidad del Estado en una sociedad que es plural. Y el ejemplo lo tenemos en Francia, donde la laicidad es algo normal y con ello no se prohíbe ninguna confesión, ni doctrina, pero eso sí, los medios públicos y el Estado no hacen ostentación ni utilización, ni priorizan a nivel general a ninguna confesión, por lo que son Estados más en la línea del siglo XXI que el nuestro, que parece anclado en el siglo XX y en algunos lugares y algunas asociaciones y partidos nacionalcatólicos en el medioevo.
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Ximo Estal es socio de infoLibre