Peineta policial en Cataluña al juez Llarena

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Miguel García Tarrío

Siguen corriendo ríos de tinta sobre la no detención de Puigdemont. Mi opinión al respecto coincide con la de Mercè Carandell publicada en esta sección el 16 de agosto, titulada “Por qué no detuvieron a Puigdemont”, aunque el razonamiento para llegar a su misma conclusión es diferente.

He escuchado en boca de tertulianos cómo comparaban la actuación de los Mossos d´Escuadra con Mortadelo y Filemón. Sin embargo, yo pondría el foco en el proceder del juez Llarena, cuya actuación en el procedimiento que sigue contra Puigdemont se asemeja bastante a las aventuras del personaje cómico de ficción Rompetechos, creado por el mismo autor que Mortadelo y Filemón.

Todo el mundo medianamente interesado en el asunto conoce que Puigdemont fue puesto a disposición del juez Llarena por parte de la justicia alemana. El Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein acordó su extradición por el delito de malversación. Sin embargo, el juez Llarena declinó aceptar esta resolución del Tribunal alemán, ya que él pretendía traer a Puigdemont acusado de rebelión o sedición, tomando una decisión que demuestra su cortedad visual sobre el devenir de los acontecimientos, pues ya el propio Tribunal alemán daba pistas sobre cuál iba a ser el resultado final de este procedimiento judicial.

Y así fue como, años después, el Parlamento español, demostrando su desacuerdo con la forma en la que el Partido Popular gestionó el procés, aprueba la ley de Amnistía, la cual, entre otros efectos, establece que la malversación de fondos públicos sin enriquecimiento personal de los actores en el procés queda impune, así como también quedan sin efecto las órdenes de detención existentes al respecto.

Pues bien, nuevamente el juez Llarena hace otra de Rompetechos, interpretando el término “enriquecimiento” de forma estrambótica, con el propósito de no aplicar la ley de Amnistía y negándose a ver lo que dice el Parlamento.

El juez Llarena hace otra de Rompetechos, interpretando el término “enriquecimiento” de forma estrambótica

Y en estas estamos cuando el “ex president” decide volver a España. Seguramente, el juez Llarena pensó que el fin de su calvario estaba próximo, pero una vez más no la vio venir, no vio venir la enorme peineta que le iban a hacer los cuerpos policiales en Cataluña.

¿Acaso la policía se iba a prestar a que una intervención suya para detener a Puigdemont fuese el detonante del estallido de unos incidentes que pudieran generar lesiones en personas y bienes, porque el juez Llarena no ha sido capaz de ver las diferentes opciones que se le han presentado a lo largo de este procedimiento?

Ahora se va a tener que creer que la ley de Murphy también rige en las intervenciones policiales.

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Miguel García Tarrío es socio de infoLibre.

Siguen corriendo ríos de tinta sobre la no detención de Puigdemont. Mi opinión al respecto coincide con la de Mercè Carandell publicada en esta sección el 16 de agosto, titulada “Por qué no detuvieron a Puigdemont”, aunque el razonamiento para llegar a su misma conclusión es diferente.

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