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La peligrosa deriva de Podemos

Andrés Herrero

En ocasiones, hay que regresar a los orígenes para no perder el rumbo y saber de dónde se parte y a dónde se quiere llegar.

Podemos empezó bien, con mucha fuerza, ganas e ilusión, concurriendo con un catálogo de buenas intenciones a las elecciones europeas de 2014, planteando aplicar impuestos a las grandes fortunas, perseguir y castigar con dureza el fraude fiscal, adoptar medidas contra los paraísos fiscales, exigir una auditoría y reestructuración de la deuda, implantar una renta básica, nacionalizar empresas estratégicas, crear una banca pública, jubilar a los trabajadores a los 60 años, ir a una jornada laboral de 35 horas, frenar los desahucios, rescatar a los ciudadanos, iniciar un proceso constituyente, no firmar el TTIP, etc.

Un discurso fresco, rompedor, pero propuestas que, en vez de desarrollarse, afinarse y concretarse, poco a poco se fueron difuminando y quedando en el limbo de los justos, a medida que Podemos moderaba su discurso para “centrarse” y ampliar su electorado.

El punto de inflexión de su evolución lo representó la asamblea de Vista Alegre, donde Podemos perdió la virginidad y pasó de ser una herramienta para cambiar la sociedad a convertirse en una maquinaria electoral para llegar al gobierno.

De la noche a la mañana, Podemos se vio transformado en un partido más al uso, de carácter fuertemente presidencialista, jerárquico, vertical y centralizado, donde todo giraba en torno a la figura mediática de Pablo Iglesias.

A partir de ese momento, la peligrosa deriva de Podemos se aceleró, batiendo todos los récords de precocidad (y no por los supuestos vicios que le achacan sus detractores y adversarios políticos: extremismo, populismo, falsas acusaciones contra sus dirigentes, etc.), sino por cosas bastante peores, más significativas y de mayor calado.

La primera, la polémica decisión de Podemos de no presentarse con sus siglas a las municipales, aduciendo falta de tiempo, para “protegerse de intrusos, porque tendríamos serias dificultades para presentar candidaturas de confianza con plenas garantías”, o lo que es lo mismo, por no disponer de suficiente margen de maniobra para buscar candidatos “idóneos” (los de la cuerda del aparato se entiende); problema que las mareas ciudadanas superaron sin dificultad alguna y con nota. El afán de la cúpula por controlarlo todo, le llevó a cometer un error de bulto.

El posterior éxito de las mareas ciudadanas, obligó a Podemos a apropiárselo para tratar de capitalizarlo, a la vez que se convertía en su principal escollo y quebradero de cabeza, al aparecer de pronto en el horizonte un movimiento de gente independiente de base, no sujeta a su disciplina, que podía hacerle la competencia y disputarle la hegemonía y el monopolio de la representación. Debió de ser un trago muy amargo para sus dirigentes descubrir que no eran indispensables, y que la sociedad civil era capaz de moverse y organizarse sin ellos, sentando un mal precedente de cara al futuro.

Pero rápidamente encontraron la receta. Unidad Popular sí, pero desde arriba. Toda confluencia debe empezar y terminar en Podemos. Confluir consiste en ir reclutando adeptos, ofreciendo puestos a dedo para que sepan a quien deben agradecérselo y paguen la confianza recibida con fidelidad inquebrantable. Hacer equipos a la medida, a imagen y semejanza de su líder, que no cuestionen ninguna de sus decisiones.

Nada original ni nuevo bajo el sol, ni remotamente equiparable al Frente Amplio, que permitió a Múgica y a Tavares acceder a la Presidencia de Uruguay, desalojando a Blancos y Colorados, los dos partidos tradicionales que se alternaban en el poder desde tiempo inmemorial.

A esta actitud de prietas las filas, sin pluralidad ni debate, responde la lista plancha de Iglesias, la del jefe, destinada a ahogar cualquier atisbo, no ya de oposición o de discrepancia interna, sino de simple independencia de criterio. Extirpar de raíz cualquier crítica, laminar las diferencias e ir al copo es el objetivo. Nada de listas abiertas, que la democracia la carga el diablo, aunque a la hora de redactar el programa, seamos generosos y organicemos un concurso de ideas, para mostrar talante constructivo como Zapatero.

Sostiene, la mayoría de quienes ostentan en Podemos mando en plaza, que la Unidad Popular que vale para Cataluña, no vale para el resto de España, porque los catalanes “son diferentes”; ahí es nada, por bailar sardanas. Allí sí que Podemos puede confluir a las generales y autonómicas en coalición con ICV y EUIA y Procés Constituent, bajo la marca Catalunya, sí que es pot, mientras que en el resto del Estado la confluencia está vetada y se convierte en un “chantaje”. El colmo ha sido oír a Podemos defender “la plena soberanía de Cataluña y su derecho a decidir”, a la vez que se la niega a los griegos, o ver como apuesta por una República catalana mientras no dice nada sobre la Monarquía española. Comportamiento que no le otorga credibilidad precisamente.

Sus máximos dirigentes han declarado sin rubor alguno que Podemos habría hecho lo mismo que el señor Tsipras, es decir pasarse por el forro la opinión de la gente, expresada de forma abrumadora e inequívoca en las urnas, plegándose a las exigencias de la Troika y olvidando que son los representantes del pueblo, los que tienen que acatar la voluntad de sus representados, y no al revés. La justificación dada no ha podido ser ya más ridícula y penosa, y roza la indigencia mental: "Podemos apoya lo que el Parlamento griego apoye"… Es decir, lo mismo que Nueva Democracia y Pasok en Grecia, o que PP y PSOE en España.

Para ese viaje no hacían falta alforjas. Evidentemente, para hacer lo mismo que los partidos de la “casta”, sobra Podemos. Reconoce Iglesias “que no hay democracia en Europa y cuando en política no tienes poder, no tienes nada, porque no cuentan las razones, sino la correlación de fuerzas” , así que hay que sacrificar los principios al pragmatismo, apoyar a Tsipras frente a Varoufakis, bendecir el sometimiento de los ciudadanos griegos a la Troika, y en vez de asaltar los cielos, rodar por los suelos, que al menos esos los tenemos a nuestro alcance.

No por casualidad, hasta la palabra “casta” ha desaparecido del lenguaje de Podemos. Tanto vaivén ha dado a izquierda y derecha, hacia delante y detrás, a un lado y otro, que ha mareado hasta los círculos, y no digamos a sus votantes transversales que, atónitos, ya no saben a qué carta quedarse.

Si Podemos entiende por cambiar las cosas, cambiarse sólo a sí mismo, va a tener que buscar su ADN en objetos perdidos.

Pablo Iglesias: “No hemos renunciado a la reestructuración de la deuda en España”

Pablo Iglesias: “No hemos renunciado a la reestructuración de la deuda en España”

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1. Declaración de Pablo Iglesias de que habría hecho en España lo mismo que Syriza hizo en Grecia.

________________Andrés Herrero es socio de infoLibre y autor del blog andresherrero.com

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