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Premios Goya 2024, la noche de 'Jota'

Marcelo Noboa Fiallo

La entrega de los Premios Goya de este año, en su edición número 38, ha tenido dos protagonistas: En lo estrictamente cinematográfico, el triunfo sin paliativos de La sociedad de la nieve (12 estatuillas de las 13 a las que acudía al certamen como nominada) de Juan Antonio Bayona, Jota y, en lo institucional, la presencia de un personaje enemigo declarado de la cultura, para quien “la gente del cine son unos señoritos que viven de las subvenciones públicas y hacen películas que no las ve nadie” (Juan García Gallardo, vicepresidente de Castilla y León de Vox). Declaraciones hechas dos días antes de la Gala y que cualquier persona con algo de sentido de la dignidad, habría optado por no acudir. Pero ya sabemos cómo se las trae el fascismo actual, herederos de “Viva la muerte, abajo la inteligencia” (Millán Astray en Salamanca).

La ignorancia suele acompañar a este tipo de comportamientos y ni siquiera la contundencia de los datos les permite hacer otra lectura de las barbaridades que salen de sus bocas. Ni siquiera los 140 millones de espectadores que, a fecha de hoy, ha tenido la película ganadora de los Goya en el mundo, o su nominación a mejor película extranjera a los Oscar, le han servido para evitar el rebuzno al vicepresidente de la Junta de Castilla y León, magistralmente contestado por Pedro Almodóvar, sobre la riqueza que genera el cine, los puestos de trabajo que crea, los retornos económicos a las arcas del Estado vía impuestos... Amén del valor cultural que en sí mismo tiene el cine. En palabras de José Sacristán (magnífica intervención), “el cine forma parte del patrimonio cultural de este país”.

El año 2023 representa una de las mejores cosechas de buen cine español, en la que ha brillado con luz propia la mayor presencia de mujeres directoras de películas, con más mujeres nominadas en la historia de los Goya, pero con menos recursos desde hace 10 años. La 38 edición se ha hecho por primera vez en una ciudad castellana, Valladolid, mérito recompensado por llevar años poniendo en valor la SEMINCI. En Valladolid, capital de Castilla y León. Tierra de Miguel Delibes. Tierra que inspiró a Delibes para escribir Los santos inocentes, obra en la que están presentes (aquí sí) los señoritos terratenientes castellanos, los abuelos y bisabuelos de los que actualmente sacan la patita fascista desde Vox.

El año 2023 representa una de las mejores cosechas de buen cine español, en la que ha brillado con luz propia la mayor presencia de mujeres directoras de películas, con más mujeres nominadas en la historia de los Goya

También tuvo su presencia reivindicativa con la inolvidable canción de María Jiménez, Se acabó, para denunciar la violencia machista en el cine y fuera de él; preocupación por los derroteros por los que camina la actual Argentina y su amenaza al mundo del cine y, por supuesto, el genocidio de Gaza (aunque eché de menos algo más de contundencia en esto último). En lo estrictamente cinematográfico, la noche fue de Jota. Algunos premios probablemente hayan hecho “sudar la gota gorda” a los miembros de la Academia del Cine, por la calidad de las cintas presentadas, pero en los apartados de: efectos especiales, fotografía, sonido, maquillaje/peluquería, mejor dirección, en mi modesta opinión, La sociedad de la nieve no tenía rival.

Poca presencia del cine del otro lado del charco. La contadora de películas mereció mejor suerte y la magistral interpretación de la niña en la película portuguesa Alma viva (Lua Michel), pasó sin pena ni gloria, mientras la película chilena La memoria infinita se alzó con el Goya a la mejor película iberoamericana. Aunque es de noche, sobre el chabolismo insultante de la Cañada Real en el corazón mismo del Madrid de la “libertad” de Díaz Ayuso, se llevó el premio a mejor cortometraje/documental, por su denuncia a la violación de los derechos humanos.

Todos los años, por estas fechas, sigo sintiéndome incómodo por la puesta en escena de la fiesta del cine español. Intentar emular la zafia y hortera representación de la gala de los Oscar, que representa la esencia misma de aquel mundo de dorados y cartón piedra de los estadounidenses con su alfombra roja (aunque esta vez, en Valladolid, la han vestido de fucsia), su pasarela de famosos/as con modelitos, cada cual más hortera. ¡No, por favor! La guinda la han puesto en Pucela, sacando a aquella encantadora niña de 20.000 especies de abejas, con un vestido de pasarela de adulta señorona. Un despropósito. Me quedo con la liturgia y la sobriedad de los premios Max de teatro.

Próxima edición en tierras andaluzas. En tierra de García Lorca. En Granada.

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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.

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