Es bastante lógica la preocupación de todos por la vuelta al cole. El inicio de curso afecta directamente a alrededor de 10.000.000 de personas, entre alumnos y profesores, solo contando los niveles reglados de primaria, de secundaria y universitarios. Si añadimos la enseñanza no reglada —oposiciones, cursos de formación, universidades de mayores, etc.— el número de afectados es aún mayor. Y si añadimos que cuatro veces al día se juntarán en las puertas de los colegios un buen número de padres, madres, abuelos y abuelas para recoger a los más pequeños que coman en casa, el número se incrementa aún más.
Visto así, no es difícil entender que probablemente no haya una forma realmente eficaz de organizar la vuelta al cole totalmente segura que evite contagios.
Desde los seis años será obligatorio el uso de mascarillas en los centros y la separación de un metro y medio entre los pupitres. Pero ¿cómo asegurar su cumplimiento cuando no haya profesores en el aula —entre clase y clase, por ejemplo— o en los pasillos, en los patios, en los aseos, en la cafetería, a la entrada y la salida, etc.? Me temo que pequeños y mayores inevitablemente se saltarán las normas sin darse cuenta.
Los profesores tendrán, además, un trabajo añadido: velar con que esas normas se cumplan, que no se quiten o no se coloquen correctamente las mascarillas, que guarden las distancias de seguridad, que se laven las manos… y un problema añadido con los alumnos disruptivos que pueden aprovechar el enmascaramiento para hacer sus gracias.
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Si la enseñanza vuelve a ser completamente en línea o semipresencial y a distancia, el problema, además, afectará a quienes no tengan material adecuado —ordenador, conexión a internet, etc.—, a quienes tengan que quedarse en casa para cuidar a los pequeños cuando no haya cole y a los profesores que, otra vez, tendrán que usar sus propios medios informáticos y sus recursos materiales —además de su esfuerzo, de su profesionalidad, de su capacidad didáctica para mantener la atención de sus alumnos, etc.
Doy por hecho que habrá contagios de alumnos, de personal docente y no docente, quizá de familiares. Y doy por hecho, que habrá protestas ciudadanas y reproches políticos.
Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre
Es bastante lógica la preocupación de todos por la vuelta al cole. El inicio de curso afecta directamente a alrededor de 10.000.000 de personas, entre alumnos y profesores, solo contando los niveles reglados de primaria, de secundaria y universitarios. Si añadimos la enseñanza no reglada —oposiciones, cursos de formación, universidades de mayores, etc.— el número de afectados es aún mayor. Y si añadimos que cuatro veces al día se juntarán en las puertas de los colegios un buen número de padres, madres, abuelos y abuelas para recoger a los más pequeños que coman en casa, el número se incrementa aún más.