El amor en los tiempos del escrache

Casi casi, podría calificársele de visionario. En 2007, con la crisis incipiente, aún alejada de los altares del imaginario popular, él ya escribía el guion de una película, Cinco metros cuadrados, que hablaba de la compulsión inmobiliaria y las consecuentes estafas a las que esa actitud de compraventa desaforada podía dar y daba lugar. Ante los vertiginosos cambios que se fueron produciendo en el lapso hasta el estreno, en 2011, “íbamos notando que la realidad se iba acelerando, hasta el punto que para entonces el tema ya estaba casi superado”. Antes incluso, el madrileño Pablo Remón ya daba forma al texto de Casual Day (2007), un filme versado en “el ecosistema capitalista de una gran empresa”, con sus envidias, sus tejemanejes y sus abusos morales.

De ahí que no extrañe que su corto Todo un futuro juntos, protagonizado por Julián Villagrán y Luis Bermejo, además de nominado a los Goya que se entregarán este próximo 7 de febrero, trate sobre otro de los grandes ámbitos de esta poco menos que monotématica contemporaneidad: las preferentes. Apostados en la barra de un bar, un directivo de un banco y su subordinado discuten sobre los escraches que sufre el primero, una vez destapado el que probablemente haya sido uno de los más tóxicos y repugnantes pasteles que ha tenido que tragar la ciudadanía en estos últimos años.

La conversación, poco a poco, casi imperceptiblemente, va tomando un viso entre lunático y romántico, planteando una improbable historia de amor entre el banquero y una activista que protesta a las puertas de su casa. Sin nada más que las palabras y dos potentes actuaciones, la película evoca impactantes imágenes e historias implícitas aunque no contadas. “A un nivel, creo que estas personas son culpables, ellos son los verdugos”, dice el guionista. “Pero a la hora de ficcionarlo, lo interesante siempre está en los matices, por eso yo busco lo que tengo en común con esa gente. Se trata de acercarme, que no justificarles; ponerme en su piel, pero no exculparles”.

Esa cualidad de toda su obra, la de tomar la palabra como absoluto epicentro de lo que se cuenta, es precisamente la que cree el autor que define su producción. “Pienso que esto tiene dos registros”, explica Remón, que suele trabajar mano a mano con su hermano Daniel. “Por un lado, todo se convierte en narración, pero a la vez esa narración puede ser mentira, lo que implica que esta siempre tiene algo de fabulación, porque se le añade el filtro del personaje que lo está contando. Por el otro, permite que las imágenes se creen en la cabeza del espectador, lo que hace que se involucre más”.

Filmado en blanco y negro, Todo un futuro juntos encuentra además una suerte de espejo en otro corto previo, este en color: Circus. También escrita por Remón, aquella historia de 2011 ponía otra vez a dos ejecutivos cara a cara. Solo que en aquel entonces, sobre lo que discutían no eran las participaciones bancarias de muy dudosa calidad, sino sobre sus propios infortunios. “Ambos cortos comparten cosas formalmente, en cierta manera son simétricos. En Circus, los dos protagonistas han sido recién despedidos de una gran empresa en Nueva York, y aparecen con sus cajas de cartón con sus plantas y demás objetos personales: ahí, lo que me interesaba era saber de qué hablaban esas dos personas en ese momento”.

Dirigir y contar, todo es empezar

Temáticas aparte, otra cualidad crucial que comparten los dos cortometrajes de Remón (Madrid, 1977) es que ambos han marcado su salto a la dirección. Una pirueta que, en un nuevo giro, le ha llevado a salir de las fronteras del cine para adentrarse en el campo de la escena, aún más fundamentada en esa palabra que él se dedica esmeradamente a modelar. “Yo me considero un guionista, y la idea de dirigir fue surgiendo de manera lógica”, argumenta. “Llega un momento en que quieres probar con otras formas de escritura, y eso te lo da la dirección”.

Tal aspiración se ha materializado en la función La abducción de Luis Guzmán, de la que también realizó la dramaturgia, y que ya se estrenó en el Festival Fringe, en las Naves del Español en Matadero, desde donde pasó en al Teatro Lara de Madrid el pasado 2014. La obra sube nuevamente a las tablas este 6 de febrero (y hasta el 1 de marzo), nuevamente en el Lara y con los mismos intérpretes: Ana Alonso, Francisco Reyes y Emilio Tomé. “Es una obra muy castellana, con muchas referencias visuales al paisaje o a pintores de la zona, etc.”, adelanta. “Es la España negra, opresiva, oscura, aún con restos del franquismo”.

En esos parajes llanos y áridos sitúa a dos hermanos con casi solo un atributo en común: “que ambos quieren escapar de allí”. Por lo demás, ambos son tan opuestos como las dicotomías que plantea el texto: las que marcan los silencios y las voces, las ausencias y las presencias o el espacio cerrado en el que se enmarca la representación, que se enfrenta al espacio exterior que obsesiona a uno de ellos, que en su diminuto pueblo conduce un programa de radio sobre ovnis, abducciones y demás fenómenos paranormales. Del otro lado, su hermano es un estudiante en Londres, lo que significa que ha podido salir de su sofocante rutina, aunque al tiempo se haya visto abocado “a no pertenecer más a ese mundo, a ser un intruso”.

 

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Laureado por la crítica en ambas vertientes de su trabajo, la cinematográfica y la teatral, Remón se encamina hacia un febrero movido, primero con el reestreno de la obra el día 6 y después con la entrega de los Goya al día siguiente. Aunque agradece y resulta para él una "alegría" haber sido seleccionado para el mayor premio del cine español, piensa que, gane o no, el resultado no se reflejará de manera excesivamente trascendente en su carrera. “Con la industria tan pequeña que tenemos, no estoy seguro de que ganar el premio al corto de ficción te vaya a cambiar la vida”. 

La suya, pase lo que pase, seguirá por la misma senda de letras, con dos nuevos proyectos ya en marcha: una película que retomará a los personajes de su Abducción teatral, y otra obra con los mismos actores que esta pieza (además de Fernanda Orazi) que se estrenará en el Festival de Otoño a Primavera. Volver a esos campos de Castilla que, en el fondo , le hacen las veces de metáfora de los personajes que los habitan es algo que a él, que enraíza allí sus orígenes, se le presenta especialmente interesante. "Además", concluye, "así puedo devolver a los personajes al mundo donde los imaginé". 

El guionista y director Pablo Remón. | FLORA GONZÁLEZ VILLANUEVA

Casi casi, podría calificársele de visionario. En 2007, con la crisis incipiente, aún alejada de los altares del imaginario popular, él ya escribía el guion de una película, Cinco metros cuadrados, que hablaba de la compulsión inmobiliaria y las consecuentes estafas a las que esa actitud de compraventa desaforada podía dar y daba lugar. Ante los vertiginosos cambios que se fueron produciendo en el lapso hasta el estreno, en 2011, “íbamos notando que la realidad se iba acelerando, hasta el punto que para entonces el tema ya estaba casi superado”. Antes incluso, el madrileño Pablo Remón ya daba forma al texto de Casual Day (2007), un filme versado en “el ecosistema capitalista de una gran empresa”, con sus envidias, sus tejemanejes y sus abusos morales.

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