"Si no podés con la vida, probá con la vidita". Lucas Pereyra, escritor de cuarenta y algo, llega a esta conclusión hacia el final de La uruguaya (Libros del Asteroide). Si no quieres seguir tocando mal la guitarra, prueba con el ukelele. Y si sientes que la vida construida con tu pareja, tu hijo pequeño y tu falta de trabajo te quedan grandes, fúgate un día a Montevideo a por ese affaire pendiente con una veinteañera. La novela del escritor argentino Pedro MairalPedro Mairal(Buenos Aires, 1970), trasunto nada oculto del perdedor Pereyra, acaba de hacerse con el premio Tigre Juan de novela tras alcanzar su quinta edición y convertirse en uno de los libros más mimados por la crítica desde su publicación a principios de año. Ya está en marcha incluso su adaptación cinematográfica. No es que Mairal no conozca este éxito: su primera novela, Una noche con Sabrina Love (1998), fue protagonizada en la gran pantalla por Cecilia Roth. Pero sí lo tiene ya lejano.
"Me parece bueno plantearlo como autoparodia, porque me pongo como personaje pero me ridiculizo mucho. Exagero. Me caricaturizo. Tomo cosas de mi vida pero hago un medio Frankenstein". A Mairal no se le pasa por la cabeza ni insinuar que su Lucas sea enteramente un personaje de ficción. No comparten solo la profesión. Pereyra sufre un bloqueo creativo y Mairal no publicaba una novela desde 2008, cuando salió Salvatierra—aunque sí siguió escribiendo poesía, crónica y columnas periodísticas—. Pereyra se queja de que cuidar de su hijo es como hacerlo de "un enano borracho" y Mairal, bueno, tiene una hija. Ambos iban para médicos y ambos se lanzaron a la bohemia del escritor para descubrir luego su pobreza. Ambos tocan el ukelele. Ambos acabarán viviendo solos. "Si yo aclaro qué hice y qué no hice, el libro se muere. Es arruinar el chiste y el morbo del lector. El lector te inventa y está bien así".
Mairal le pone, en este caso, en el papel de la mujer engañada, a quien Lucas Pereyra dirige sus extrañas disculpas verborreicas. Frente a una historia ya contada —la infidelidad, el triángulo amoroso—, el escritor propone una perspectiva extrema: "Crear una intimidad total, que casi te dé pudor leerlo". Lo consigue. Como la esposa, esa segunda persona a la que se refiere el protagonista, el lector desearía que no contara tanto, y se mueve entre el bochorno y la identificación. Ejemplo: "De día era todavía más guapa. ¿No estaba un poco fuera de mi liga? Pensé que mis chances dependían de meter panza y confiar en mi aura dudosa de escritor argentino. Podía fallar". Podía.
¿Es La uruguaya una novela sobre la crisis de los 40? Es difícil argumentar que no, aunque Mairal apunte que "no es la única lectura". Está el sentimiento de encierro en la propia vida, deudas varias, una sucesión frenética de infidelidades, salidas nocturnas y hasta un tatuaje improvisado. "Es el tópico, el tipo que quiere estar con una mujer más joven. Otra persona, distinta. Eso le vuelve vulnerable e incluso se mete en situaciones muy estúpidas. El cuarentón que quiere tener una aventura con la veinteañera está cargado de estupidez", apunta con la misma mala baba que en la novela. Pero lucas es, además, "un perdedor". Y nombra varias veces a Cervantes: como el Quijote, se cree que va en busca de la gran aventura pero acaba apaleado.
Hay un elemento, ya presente en el título, que puede escapársele al lector español. Se trata del rol que juega Uruguay y su capital, Montevideo, en la imaginación febril de Pereyra. Ese país, apodado displicentemente como paisito por los argentinos y sus inmensas extensiones, "aparece en el imaginario argentino como el sitio que no paga impuestos, en el que no hay restricciones de cambio, donde se baja la guardia, todos son buenos y vamos de vacaciones". Mairal presenta ese espacio como una especie de espejo: allí donde todo parece igual pero todo es esperanzadoramente distinto. Y encima, el motivo del viaje —o la excusa— es cobrar allí los anticipos de dos libros que aún no ha escrito y que, al cambio, le sale mejor retirar en los bancos vecinos. Un El Dorado. "E incluso, en un momento de locura, piensa en fugarse a Brasil, que ya sería El Doradísimo". Pero no son gigantes, sino molinos de viento.
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A Montevideo se llega cruzando, además, el Río de la Plata. Muy apropiado, porque Lucas confía en que la plata, el dinero, va a salvarle: "La guita que iba a solucionar todo. Hasta mi depresión y mi encierro, y el gran 'no' de la falta". El dinero que va a hacer que su mujer deje de mantenerle y sane por fin su "orgullo de macho herido" (esto lo apunta Mairal). Y de plata, en el río bonaerense, nada. Se suponía que ahí iba a parar la riqueza de la Sierra de Plata, que buscaron con gran insistencia y nulo éxito exploradores como Juan Díaz de Solís o Alejo García. "Nunca hubo plata, ni oro, ni nada. Es un lugar muy fértil y todo, pero es tierra", dice entre risas Mairal. "Hay algo ahí medio tramposo. Una estafa". También para Lucas.
Y el escritor (el real) protesta: "Es que normalmente no se habla de dinero, igual que no se habla de infidelidad, o de las partes oscuras de la paternidad". Y, aunque confiesa que nunca antes el volumen de la cartera había tenido una importancia tan central en su trabajo, reivindica que el dinero esté ahí, en la literatura como en la vida. Porque "todo el mundo está buscando sus euros, pendiente del pago". ¿Sabe la gente —se pregunta— cómo se gana la vida un escritor? ¿Y por qué no lo sabe, qué aura tienen los billetes que no deberían manchar la literatura? Por cierto: del Tigre Juan seguro que no viven. Aunque llegó a estar premiado con 50.000 euros, ahora no tiene dotación económica.
La uruguaya, con su relato de fracaso estrepitoso y anunciado, parece casi una fábula. ¿Tiene moraleja? "¿La tiene?", devuelve el escritor. El lector juzgará si es ético, o siquiera ventajoso, seguir los pasos de este Quijote amoroso. Al final, Mairal se arranca: "Está este intento de contar hasta el último detalle un intento de infidelidad [lo de intento es de Mairal, y seguramente también un poco de Pereyra]. No intenten esto en sus casas. Nadie tolera demasiada realidad, solo puedes tolerar la tuya propia a ese nivel de detalle y la mayor parte de las personas tiene un cierto nivel de negación". Afortunadamente para el lector, Pereyra no le hace caso.
"Si no podés con la vida, probá con la vidita". Lucas Pereyra, escritor de cuarenta y algo, llega a esta conclusión hacia el final de La uruguaya (Libros del Asteroide). Si no quieres seguir tocando mal la guitarra, prueba con el ukelele. Y si sientes que la vida construida con tu pareja, tu hijo pequeño y tu falta de trabajo te quedan grandes, fúgate un día a Montevideo a por ese affaire pendiente con una veinteañera. La novela del escritor argentino Pedro MairalPedro Mairal(Buenos Aires, 1970), trasunto nada oculto del perdedor Pereyra, acaba de hacerse con el premio Tigre Juan de novela tras alcanzar su quinta edición y convertirse en uno de los libros más mimados por la crítica desde su publicación a principios de año. Ya está en marcha incluso su adaptación cinematográfica. No es que Mairal no conozca este éxito: su primera novela, Una noche con Sabrina Love (1998), fue protagonizada en la gran pantalla por Cecilia Roth. Pero sí lo tiene ya lejano.