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Bailar es luchar

Londres, junio de 2016. Miles de personas toman las calles para homenajear a las víctimas del ataque terrorista en el Pulse, la discoteca gay de Orlando (Florida, Estados Unidos). Medio centenar de personas, en su mayoría LGTBI y racializadas, perdieron la vida y otras 53 fueron heridas. En mitad de la vigilia, tres bailarines rompen el silencio a golpe de música house. Son D'Relle Khan, Bom Bom Garçon y Jay Jay Revlon, miembros de la escena vogue de la capital. Y lo que está a punto de suceder está muy lejos de la tristeza: pose tras pose recrean en mitad de la calle la fuerza y las lentejuelas del voguing, ese baile nacido de los ballrooms afroamericanos y desarrollado desde los años ochenta por la comunidad LGTBI en todo el mundo. Jay Jay diría después: "El voguing es una válvula de escape contra el dolor".  

El vídeo que recoge ese momento es una de las piezas de Elements of Vogue, la exposición que explora en el Centro de Arte 2 de Mayo (el CA2M, en Móstoles, dependiente de la Comunidad de Madrid) la historia y las consecuencias políticas de este disciplina artística. No son pocas, aunque este baile cuya historia se remonta al Nueva York de los años veinte se popularizara en 1990 con su canción "Vogue", en lo que muchos vieron una apropiación más de la cultura afro. Cuando ese mismo año se estrenó el documental Paris is burning (disponible en Netflix), el voguing comenzó a conocerse más allá de la ya nutrida escena de los barrios negros neoyorquinos. Casi 30 años después, esta es la primera exposición colectiva en torno a esta disciplina que sigue desarrollándose y ha llegado ya a las grandes ciudades europeas.

 

Un instante de una competición de voguing retratada por Gerard H. Gaskin./ CA2M

"El voguing es algo que está antes de toda esa teoría desarrollada más tarde sobre el cuerpo y la política", explica Manuel Segade, director del centro y comisario de la muestra (hasta el 6 de mayo) junto a Sabel Gavaldón. "Es un baile de cuerpos diferentes, muchas veces no normativos, un baile de razas que ponía en cuestión hasta dónde podías llegar, qué eras capas de hacer con tu cuerpo. Y era mucho". Sucedía en el Harlem de principios de siglo, donde en los ballrooms se llegaban a encontrar 6.000 personas, una inmensa mayoría de ellas travestidas. Las salas de baile se convirtieron en una verdadera comunidad construida en torno a ese baile que recibió su nombre por las poses de la revista Vogue. Los participantes competían en distintas categorías —desde el drag a, por ejemplo, el uniforme militar—, luciendo sus mejores galas, su actitud más altiva y un baile que se iba haciendo cada vez más complejo. Pero no se trataba solo de espectáculo. 

"La pista de baile nunca podría ser una historia con una sola voz. La pista de baile está llena de historias que laten con sus propias experiencias y necesidades". Son unas palabras de The impossible dance, de Fiona Buckland, que Paul Maheke convierte en estandarte para la exposición. Porque los ballrooms eran refugiosballrooms . Los distintos grupos artísticos se conocían —y se conocen— como casas, y lo eran para los adolescentes y jóvenes LGTBI rechazados por su familia que encontraban un hogar en ellas. Esas noches de competición permitían a los participantes escapar de la pobreza a través de un lujo cosido a la luz del flexo. Haciendo voguing podían mostrar su género como no se les permitía hacerlo en las calles, o ser por un rato la diva o el estudiante universitario que soñaban. Cuando fuera se les despreciaba, dentro se les aplaudía. Como reza el subtítulo de la muestra, el voguing era y es una "performance radical". 

 

Shade composition (SFMOMA, 2012), de Rashaad Newsome.

Por eso la exposición no se limita a los límites estrictos de este baile. Los comisarios exploran otras formas de resistencia de los cuerpos racializados, sobre todo de la comunidad afro, y LGTBI. Aparecen grandes iconos de la lucha trans, como Sylvia Rivera, una de las pioneras de Stonewall,  y su inflamado discurso en el Orgullo de 1973 cuando intentaron impedir que tomara el micrófono porque no se ajustaba a la imagen de los gais y lesbianas de clase media que dominaban la escena. O como Joan Jett Blakk, drag y activista que llegó a presentarse a las elecciones presidenciales como protesta contra, entre otras cosas, la inacción del Gobierno ante la crisis del sida. Pueden ser poco conocidas, dice Gavaldón, pero su influencia ha sido fundamental: "Es en ese lado minoritario desde donde se han producido muchas de las prácticas performativas y audiovisuales más interesantes de los últimos 50 años".

Elements of Vogue dedica especial atención a la lucha por la supervivencia de los afroamericanos. Es decir, de la resistencia del cuerpo negro. Lo deja ver el conocido videoartista Arthur Jafa —colaborador de Solange Knowles y de Jay Z entre otros— en su pieza Love is the message, the message is death (2016). En ella, con música de los raperos Kanye West y Chance the Rapper, hace una breve historia de las agresiones contra su comunidad y la capacidad de esta para ponerse en pie, a menudo a través de actos lúdicos y festivos. Se ve bailar a Beyoncé y se ve a un agente disparar a un ciudadano negro desarmado. Está Malcom X y está Notorious B.I.G."A veces nos olvidamos del poder de estos actos de hedonismo crítico", apunta Segade, "que suponen escuchar determinadas músicas, determinados bailes o determinadas relaciones. Eso también es política". 

Quizás la pregunta más incómoda a la que tengan que responder los comisarios, ambos blancos, es por qué la muestra no se ha dejado en manos de profesionales racializados. "No queremos traer el voguing a la alta cultura", advierte Segade, "sino generar un espacio en el que el voguing pueda suceder, y no convertirlo en algo extractivo de los blancos". Para ello, han desarrollado actividades paralelas como el ciclo de cine que coordina el fotógrafo Rubén H. Bermúdez o el taller de voguingimpartido por Silvi Manequeen que cuenta con la participación de figuras internacionales del voguing como Kiddy Smile. Aunque están preparando una publicación más amplia a partir de la exposición, el CA2M ha editado ya, junto a la Biblioteca Afroamericana de Madrid, Cuerpo político negro, un conjunto de textos complementarios coordinador por Mireia Sentís.

 

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El artista Paul Maheke durante la inauguración de la muestra Elements of Vogue en el CA2M. / CA2M

En Elements of Vogue hay sufrimiento, discriminación y violencia, las que sufren los colectivos que han hecho de este baile un arma. Pero también hay encuentro. Gavaldón se excusa por ser cursi antes de lanzarse a explicar qué querría que desearía que significara la muestra: "El baile, la subcultura, la danza underground nos enseñan que cuando hay dolor estas distintas comunidades muy alejadas aprenden a articularse, a formar hermanamientos, sororidades, familias políticas que les van a poder permitir sobrevivir. Esta exposición tiene mucho de celebrativo, porque entiende el goce y la fiesta como un espacio político y necesario para poder unirnos".

 

Londres, junio de 2016. Miles de personas toman las calles para homenajear a las víctimas del ataque terrorista en el Pulse, la discoteca gay de Orlando (Florida, Estados Unidos). Medio centenar de personas, en su mayoría LGTBI y racializadas, perdieron la vida y otras 53 fueron heridas. En mitad de la vigilia, tres bailarines rompen el silencio a golpe de música house. Son D'Relle Khan, Bom Bom Garçon y Jay Jay Revlon, miembros de la escena vogue de la capital. Y lo que está a punto de suceder está muy lejos de la tristeza: pose tras pose recrean en mitad de la calle la fuerza y las lentejuelas del voguing, ese baile nacido de los ballrooms afroamericanos y desarrollado desde los años ochenta por la comunidad LGTBI en todo el mundo. Jay Jay diría después: "El voguing es una válvula de escape contra el dolor".  

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