Como todos los protagonistas del mundo bibliófilo, las bibliotecas planifican su futuro. La British Library acaba de hacer público un documento (Living Knowledge) en el que fija su desarrollo futuro; y la Biblioteca Nacional de España (BNE), cuyo plan estratégico termina ahora, perfila en estos días lo que ha de ocurrir hasta 2018.
"La institución responsable de preservar y transmitir los contenidos generados debe saber hacia dónde camina y cómo puede adaptarse a este entorno cambiante para seguir cumpliendo con su misión", dice su directora, Ana Santos Aramburo. "Por otro lado la futura ley reguladora de la BNE delimita sus fines y funciones de acuerdo a este nuevo entorno, así como la exigencia de una mayor apertura de la institución a la sociedad".
Santos Aramburo nos adelanta, muy resumidas, las líneas maestras:
- "Garantizar el incremento y la transmisión del conocimiento y la cultura españolas en cualquier tipo de soporte, y proporcionar un acceso abierto y sencillo a los contenidos que preservamos"
- "Establecer alianzas que nos permitan fomentar la investigación y la generación de conocimiento como valores esenciales de crecimiento económico y social"
- "Compartir información liderando proyectos de innovación que den respuestas, generen confianza y proporcionen nuevos desarrollos de mejora"
- "Hacer cultura, difundir el saber y proporcionar conocimiento a través de experiencias culturales y la apertura de espacios para el aprendizaje y el disfrute"
Ser como siempre y ser siempre nuevas. Desde hace unos años, la BNE preserva los contenidos de la web española. "Hay ya más de 200 TB de memoria, y cada vez que se produce un acontecimiento importante para nuestra historia hacemos una recolección de la web para impedir que se pierda".
En cuanto a la actitud de los usuarios, tanto su número como el de documentos descargados de la Biblioteca Digital Hispánica y de la Hemeroteca Digital han aumentado (45,9% y 101,8%; 28% y un 51,60%, respectivamente), al igual que los accesos a la web y el uso de los servicios digitales; además, "este año, por primera vez en los últimos años se ha roto la tendencia de descenso de usuarios presenciales y préstamos en nuestras salas".
Le pregunto si tienen dotación suficiente. "No todo es cuestión de presupuesto, aun siendo importante. Este año me siento muy satisfecha de los resultados y es evidente que la Biblioteca Nacional dispone de un presupuesto sustancialmente menor que en años anteriores".
Dejamos los palacios para bajar a las moradas. La de José Luis Sánchez Rodríguez está en la biblioteca de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), gestionada desde hace 25 años por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. También cree que la dotación económica no lo es todo, "hemos de reinventarnos, ser capaces de responder a las demandas de los usuarios, que en muchos casos no tienen que ver con la lectura, sino con la información y el acceso a la misma, con la búsqueda de empleo, con las maneras en la que se puede enviar un CV, o estar al corriente en las relaciones con la administración..."
Y sin embargo.
Dinero, dinero
Quizá sin saberlo, los bibliotecarios laboran al ritmo de Obús: en sus cabezas el dinero constante está. Constante, no contante, ni sonante.
"Salvo excepciones, en los últimos años no se han abierto nuevos centros bibliotecarios ni se han remozado los preexistentes, en los tres últimos ejercicios ha disminuido notablemente el presupuesto destinado a adquisiciones", afirma José María Nogales, vicepresidente de la Federación Española de Asociaciones de Archiveros, Bibliotecarios, Arqueólogos, Museólogos y Documentalistas (ANABAD). Las plantillas están congeladas y no se reponen bajas. Peor: Sánchez Rodríguez denuncia que "hay lugares en las que se trata de cubrir estas carencias con voluntarios, lo que resulta una estafa".
Más aún cuando el perfil del bibliotecario es tan variado. "Hay muchos perfiles que encajan en el trabajo de una biblioteca, desde tecnológicos hasta sociales, pasando por educativos, históricos, filológicos… también bibliotecarios y documentalistas –dice quien quiere ser identificada como Librosfera, filóloga que se desempeña en una biblioteca pública de la provincia de Barcelona–. Si te va a tocar trabajar con público infantil, ¿qué es mejor? ¿Ser psicopedagogo y aprender a catalogar libros o saber catalogar libros y aprender psicopedagogía? Yo defiendo más bien lo primero: diversificar el perfil de la gente que trabaja en las bibliotecas y enseñarles lo que necesiten aprender sobre la propia biblioteca a través de otros canales que no sean los estudios universitarios".
Pregunto al portavoz de ANABAD si las bibliotecas tienen un plan de futuro. "La pura supervivencia: aguantar hasta que pase el temporal, y luego, ya veremos". El último conocido lo implementó el anterior gobierno, "que durante cinco años vino a asignar una notable cantidad para compra de libros, entre 1 y 2 euros por habitante y año. Estuvo precedido de otro (e.net) gracias al cual se dotó de internet a todas las bibliotecas". Suena moderno, pero es viejo: "Trabajo en una gran ciudad de 200.000 habitantes al este de Madrid. Sus bibliotecas no tienen WiFi".
Viejo e incompleto. "Las bibliotecas deberían tener garantizado el acceso a la banda ancha, una necesidad básica para el desarrollo de cualquier tipo de actividad, a coste cero y estén donde estén", me dice Sánchez Rodríguez, que también critica el funcionamiento de las plataformas digitales de préstamo. "No tienen en cuenta los intereses de los lectores, sino más bien el de las editoriales. Conozco de primera mano la plataforma ebiblio, en la que se incluye un exiguo catálogo de 1.500 obras, muchas de ellas de escaso interés y con una oferta ridícula de novedades de narrativa. Los bibliotecarios no han participado para nada en la selección de esas obras. Para más desesperación, para acceder a una obra digital tienes que esperar a que termine el anterior usuario, cosa que está en contradicción con las posibilidades que nos ofrecen los formatos digitales". En su opinión, el Ministerio de Cultura sigue "constreñido a las limitaciones de lo impreso y a las presiones de los lobbies editoriales, que mantienen una política comercial de precios desorbitados, fomentando de esta manera la piratería".
¿Entonces?
Honorio Penadés y Lorena Gómez forman parte del Grupo Durga, cuyos miembros participaron en el "Grupo estratégico para el estudio de prospectiva sobre la biblioteca en el nuevo entorno informacional y social", constituido en 2013 en el ministerio y responsable del Informe "Prospectiva 2020: Las diez áreas que más van a cambiar en nuestras bibliotecas en los próximos años". Contestan al alimón.
"Como servicio público, las bibliotecas están en el punto de mira de los recortes. Pero la crisis económica no puede ser una excusa ante una institución que garantiza la igualdad de oportunidades: los poderes públicos tienen una responsabilidad directa en la financiación de los servicios bibliotecarios, que han demostrado su función social y su capacidad de adaptación a los cambios tecnológicos y sociales".
Insisten en que las bibliotecas han de ser un agente de cambio social, un "tercer lugar" acogedor y dinamizador. "Trabajan para romper la brecha digital, pero también forman parte de una estructura que trabaja para romper brechas sociales". Porque son, cito aquí a Nogales, "células básicas del desarrollo cultural, el sitio perfecto para eliminar las brechas culturales y digitales que separan a grandes franjas de población o por distinta generación o por desigualdad social".
De ahí que, lamentan Penadés y Gómez, su anquilosamiento tenga consecuencias sociales, "porque en las comunidades con más alto uso de las bibliotecas públicas hay menos conflictos sociales, incluso se ha medido en Francia, hay menor radicalismo político e integrismo religioso en zonas mejor surtidas de bibliotecas".
Qué será, será
Sánchez Rodríguez entiende que "sólo siendo útiles a los ciudadanos tendremos posibilidades de sobrevivir"; Librosfera, que "si los jóvenes creen que todo se puede encontrar en Google y la Wikipedia… pues así nos irá. Si la población deja de creer que las bibliotecas son necesarias, los políticos dejarán de verlas como una prioridad y caeremos en el olvido".
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¿Los retos inmediatos? "Redactar un plan nacional de lectura pública que a su vez contemple los planes regionales y municipales, que por lo general, tampoco existen", responde el vicepresidente de ANABAD.
En cuanto a la "biblioteca de bibliotecas", la BNE, por la que hemos empezado... "Mi obligación como Directora es luchar por esta institución, demostrar el valor que tiene para la cultura española y su gran potencial para la puesta en marcha de proyectos beneficiosos para muchos sectores de nuestra sociedad, entre los que sin duda alguna se encuentran las bibliotecas españolas ―afirma Ana Santos Aramburo―. Con mayor presupuesto estos proyectos serían mejores y por lo tanto aumentaría el beneficio para todos". Le preguntamos si confía en los responsables políticos... "La BNE, al igual que el resto de las instituciones culturales de nuestro país, debe quedar fuera de los vaivenes políticos, esto es una de las cuestiones que va a quedar delimitada en la futura ley".
Veremos.
Como todos los protagonistas del mundo bibliófilo, las bibliotecas planifican su futuro. La British Library acaba de hacer público un documento (Living Knowledge) en el que fija su desarrollo futuro; y la Biblioteca Nacional de España (BNE), cuyo plan estratégico termina ahora, perfila en estos días lo que ha de ocurrir hasta 2018.