Hasta la noche del viernes 13 de noviembre de 1992, Alcàsser era un municipio valenciano de menos de 8.000 habitantes, un pueblo como cualquier otro, a unos kilómetros de la capital, sin playa y sin grandes atracciones turísticas. A partir de entonces, comenzó a transformarse en otra cosa: decir Alcàsser era mencionar el terror mismo, la muerte y la violencia. Como decir los nombres de Miriam, Toñi y Desirée, las bautizadas como "niñas de Alcàsser", secuestradas, violadas y asesinadas entre aquel viernes y aquel sábado de invierno. Todo está en el imaginario colectivo: aquel brazo tocado con un reloj de Disney que emergía de la tierra en el paraje de La Romana, el programa De tú a tú presentado por Nieves Herrero y emitido desde el pueblo el mismo día de la aparición de los cadáveres, las fotos de las autopsias que escaparon al secreto de sumario. Y luego las teorías: la supuesta trama de secuestros organizados, la secta satánica, la snuff movie. Aquello no era solo un asesinato, era un misterio. Tan calado en los huesos como aquel topónimo, Alcàsser, que daba pavor.
El cineasta Elías León Siminiani y el productor Ramón Campos sabían lo que tenían entre manos cuando empezaron a trabajar en el guion de El caso Alcàsser, la serie documental elaborada por Bambú Producciones y estrenada en Netflix el pasado viernes. Aquello no fue un suceso más. "Alcàsser fue el punto de partida de muchas cosas que de alguna manera conforman la sociedad en la que vivimos", dice el director a este periódico en conversación telefónica. A diferencia de otras obras del género true crime, que aspiran a reabrir o ampliar la investigación, ellos trataban de hacer "una crónica", "con el propósito no de resolver nada, sino de ordenar y desbrozar, hasta llegar a aquello que realmente puede ser relevante para entender qué pasó y qué consecuencias tuvo en la sociedad lo que pasó". El ejercicio resulta fatal para las diversas teorías de la conspiración, que se dibujan como una construcción —desquiciada en el mejor de los casos, interesada en el peor—, y acaba poniendo de relieve la verdadera mano invisible del crimen: la sociedad machista que lo hizo posible.
El documental se desarrolla a lo largo de cinco capítulos de entre 52 y 66 minutos, construidos entre abundante material de archivo y nuevas grabaciones. El equipo ha reunido 228 horas de entrevistas filmadas con 58 protagonistas o testigos del caso, entre los que destacan Fernando García, padre de Miriam, Juan Ignacio Blanco, criminólogo que le acompañó durante buena parte del proceso, o Luisa Gómez, hermana de Toñi, y que completan otros implicados técnicos, como algunos miembros de la 311 Comandancia de la Guardia Civil, encargada del caso, los abogados de las acusaciones particulares y de la defensa, el fiscal, los forenses, periodistas o grandes nombres del circo mediático formado en torno al caso, como Paco Lobatón, presentador de Quién sabe dónde, líder de audiencia en aquel momento. Al final de cada capítulo se detallan también las principales ausencias, aquellos que declinaron participar en la serie, entre ellos Nieves Herrero y Olga Viza, conductora y reportera de De tú a tú respectivamente, o Manuel Campo Vidal, responsable entonces de informativos en Antena 3.
Junto a las más de 80 horas de metraje de informativos y programas de telerrealidad o entretenimiento de la época, están las 400 horas de grabación del juicio contra Miguel Ricart, celebrado en 1997. Esta es la joya de la corona de la serie, al menos desde el punto de vista documental: las imágenes del proceso son inéditas y fueron descubiertas por el equipo después de meses de investigación. León Siminiani cuenta que el entonces director general de Canal Nou, Jesús Sánchez Carrascosa, propuso a la Audiencia Provincial de Valencia la emisión en directo de la vista oral, siguiendo el ejemplo del proceso contra O. J. Simpson, celebrado en en Estados Unidos en 1995. El tribunal lo descartó. "Lo que consiguió [Carrascosa] fue grabarlo, con el argumento de que este material en el futuro podría ser de mucho interés, tanto sociológico como en las escuelas de Comunicación", apunta el cineasta. Pero no aparecía ni la copia que debía tener la Audiencia ni la que debía tener Canal Nou, hoy A Punt. Finalmente, el milagro: "Aparecieron en un almacén de la cadena, no nos dijeron dónde". Eran 700 cintas de formato betacam, sin catalogar ni minutar, cosa que tuvo que hacer el equipo de Bambú, junto con el digitalizado.
La batalla del shareshare
"Yo quisiera que compartieran el dolor, el dolor intenso de estas familias", decía Nieves Herrero durante la emisión del programa De tú a túDe tú a tú, en directo desde Alcàsser el 27 de enero de 1993, el día en que aparecen los cadáveres de las tres víctimas y se detiene un dispositivo de búsqueda que duraba 75 días. La cámara del programa avanzaba por el pasillo de la familia de Miriam García Iborra, donde el padre, Fernando, recién llegado de Londres, se encontraba con Matilde Iborra, la madre, que se derrumbaba mientras repetía: "Es ella, es ella, es ella". Detrás, un fotógrafo disparaba con flash. Herrero había pedido un coche para que Fernando García se desplazara directamente del aeropuerto de Valencia a su plató, y así evitar que la competencia, en este caso Paco Lobatón, se hiciera con su testimonio antes que ella. Lobatón estaba aquel día emitiendo también Quién sabe dónde desde Alcàsser.
"Paco Lobatón también habría querido lo que consiguió Nieves Herrero esa noche aquí, pero se libra porque esa noche no hizo lo que hizo ella", dice en el documental la periodista Mariola Cubells, que por entonces trabajaba en el periódico Levante. "Yo nunca acudo a Alcàsser con un planteamiento de batalla entre televisiones, yo acudo con un sentido del deber", se defiende el presentador en la serie. Entre el 25 de noviembre de 1992 y el 20 de enero de 1993, Quién sabe dónde pasó de un 37,9% a un 48% de audiencia. Entre el 19 de noviembre y el 10 de diciembre de 1992, De tú a tú pasó de un 18,1% a un 22,8% de share, según los datos de El caso Alcàsser. Pero no solo ellos participaron en la lucha. En su libro Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual, la pensadora feminista Nerea Barjola escribe: "La paradoja la encontramos en las publicaciones que, transcurridas las primeras cuarenta y ocho horas, llenaban las portadas de los principales periódicos. Las críticas a la actuación de la periodista compartían espacio junto a las primeras filtraciones de las autopsias".
La emisión de imágenes explícitas de los cuerpos fue otra de las constantes en el seguimiento periodístico del caso. El documental las evita voluntariamente y solo aparece una: la del reloj de Disney atado a la muñeca de una de las niñas que permitió descubrir la fosa donde fueron enterradas. "La imagen sale porque es clave para la investigación, porque es seminal. Por lo demás, teníamos clara la idea de no tener que mostrar algo que ya en el pasado costó demasiado caro", explica Elías León Siminiani. El documental recoge también varias entrevistas en las que no se muestra el rostro del protagonista, y trata con tacto sus momentos más sensibles. ¿Y todo lo demás? ¿Cómo dar cuenta de la cobertura sensacionalista del caso sin caer en el sensacionalismo? "Para mí es muy importante la contextualización", dice, "de forma que aunque parezca que se le da mucha importancia al archivo y que la serie se puede empapar del propio espíritu que él tiene, se tenga siempre la idea de marco, de cita". Ni Ramón Campos ni él eran nuevos en el tratamiento de casos mediáticos con juicios paralelos: el tándem firmó también Lo que la verdad esconde, sobre el caso Asunta, emitido por Antena 3 en la primavera de 2017.
Contra la versión oficial
Pero al interés económico de los medios se sumó un elemento más desconcertante. Durante la instrucción del caso empiezan a abrirse paso unas teorías alternativas que consideran a Miguel Ricart —el único acusado, y posteriormente el único condenado, por la fuga del otro sospechoso, Antonio Anglés— un "peón" de los verdaderos instigadores del crimen, una especie de mafia formada por empresarios y políticos que se dedicaría al secuestro, violación y asesinato de menores. Esta hipótesis considera que todo el juicio es un montaje, e introduce finalmente la posible implicación de sectas satánicas en el caso, o incluso la grabación durante el delito de una snuff movie, una película de violencia real y explícita, con la que la supuesta mafia también habría hecho negocio. El documental dedica el capítulo tercero y cuarto a exponer cómo estas teorías alternativas no salen de los márgenes de la investigación, sino de Fernando García, padre de Míriam, y de su entorno cercano, formado por el criminólogo Juan Ignacio Blanco, habitual del programa Esta noche cruzamos el Mississippi, de Pepe Navarro, y Francisco Emilio, que se presenta como "investigador voluntario" y que finalmente abandonaría el barco.
Los tres se proponían dar con la verdad que, en su opinión, las autoridades no estaban buscando, pero de las dudas iniciales sobre el procedimiento y algunos detalles del caso pasan a algo que es difícil no definir como delirio. El culmen, o uno de ellos, llega el 29 de enero de 1997, en el programa de Navarro, el padre de Miriam y el criminólogo dan los nombres de cuatro políticos y empresarios supuestamente investigados por el caso Alcàsser: Alfonso Calvé, Luis Solana, José María Bermúdez de Castro y Francisco Laína. Juan Ignacio Blanco asegura que esos nombres habían sido hechos públicos esa misma mañana por Onda Cero, de lo que no hay constancia, como tampoco la hay de que estas personas estuvieran jamás en el punto de mira de las autoridades ni tuvieran relación alguna con el crimen. De hecho, ambos se vieron obligados a retractarse de sus palabras, en el mismo programa. Estas y otras declaraciones, a lo largo de toda la vida televisiva del caso, les supusieron varias denuncias por injurias y calumnias, algunas de ellas traducidas en condenas, de las que el documental da cuenta. De hecho, El caso Alcàsser aborda también la fundación creada por Fernando García —nunca legalizada— y el uso irregular que este hizo de los fondos que a ella iban destinados.
El personaje de Fernando García ocupa buena parte del metraje, en una suerte de relato del auge y caída del padre coraje. ¿Por qué se le ha otorgado ese papel central? "Desde el punto de vista del contador de historias, Fernando García es el personaje que más arco tiene, y eso narrativamente es muy interesante", explica Elías León Siminiani. Hay otro elemento de peso en esta decisión: "Las familias tienen un grado muy distinto de relación con los medios, y eso fue moldeando el relato". Él fue, entre los padres de las niñas, sin duda el más activo, y quienes discrepaban de su visión y su gestión del asunto, notablemente la madre de Desirée, Rosa Folch, trataron de mantener desde el principio una distancia prudencial de los periodistas. Las intervenciones de Folch son en su mayoría a través de archivo, pero en el último capítulo se lee, en su nombre, una carta en la que critica "el tratamiento excesivo", "sensacionalista" y "morboso" y las "elucubraciones fantasiosas". "De alguna manera", apunta el cineasta, "la gente que no ha querido salir también ha marcado las líneas rojas deontológicas".
La violencia machista, un culpable invisible
La serie documental se cierra con una especie de coda que pone sobre la mesa un elemento ausente, al menos explícitamente, en todos los capítulos anteriores: la violencia machista. Los guionistas recurren a Carme Miquel, entonces profesora de Miriam y Desirée, para poner voz a lo no dicho: "El caso afectó a la libertad de las jóvenes en general, porque el relato que los medios conforman es: cuidado las mujeres, tenéis que ocupar el espacio que se os ha otorgado, porque si no ya veis lo que pasa". El caso Alcàsser relaciona el asesinato de las tres niñas con otros feminicidios, como el de Olga Sangrador, Leticia Lebrato, Ana Orantes, Rocío Wanninkhof o Sandra Palo, incidiendo en que en 1997 aún no existía la violencia de género como tipo legal, y que aún hoy crímenes como el que sufrieron Miriam, Toñi y Desirée no entrarían dentro de esta categoría, puesto que Ricart y Anglés no eran sus parejas. Todavía hoy, las teorías alternativas inundan blogs y foros en los que se debate sin cesar, con cierto halo de misterio, sobre supuestas mafias y películas gore pero no se habla de violencia machista.
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"Considerábamos que no podíamos cerrar la serie de Alcàsser sin que existiera una ventana abierta al presente, en primer lugar, y en segundo lugar, a la relectura de género que está teniendo lugar en la actualidad, en muchísimas instancias", explica León Siminiani. Si la perspectiva feminista no aparece de forma explícita antes de esta última coda se debe en parte, apunta, a que no consiguieron suficiente participación de las mujeres implicadas en el caso: "Tengo la sensación de que hubiera habido una presencia mucho mayor de este tema si determinadas personas hubieran dado un paso al frente para sostenerlo". Pero defiende que en otros momentos del metraje, como en los puntos en los que se baraja que la desaparición de las niñas pudiera haber sido voluntaria, o se cuestiona la ropa que llevaban o su decisión de hacer autostop, también está presente "esta revisión de género contemporánea".
Cuenta León Siminaini que el libro Microfísica sexista del poder, de Nerea Barjola, ha sido "muy importante" durante todo el proceso, y que todo el equipo lo leyó. De hecho, asegura que trataron de contactar con ella, pero "no pudo ser". En el título, la autora combate la idea de que la perspectiva de género estuviera completamente ausente del debate, citando a asociaciones, publicaciones e intelectuales feministas, como la Asociación Española de Mujeres Juristas, que en 1993 escribe en El Levante Valenciano: "Los actos referidos a las violaciones y muertes de las niñas de Alcàsser responden a una sociedad misógina sin la cual no existirían este tipo de monstruos que se crean en una sociedad así". "Las voces que pusieron nombre a la violencia sexual no fueron difusas, ni mucho menos poco explícitas", escribe Barjola, pero estuvieron presentes en periódicos y revistas: "ni unos ni otros eran los medios de comunicación frecuentados por adolescentes y mujeres jóvenes a los que sí llegaba la televisión". Esas adolescentes y mujeres jóvenes están hoy al otro lado de la cuenta de Netflix.
Hasta la noche del viernes 13 de noviembre de 1992, Alcàsser era un municipio valenciano de menos de 8.000 habitantes, un pueblo como cualquier otro, a unos kilómetros de la capital, sin playa y sin grandes atracciones turísticas. A partir de entonces, comenzó a transformarse en otra cosa: decir Alcàsser era mencionar el terror mismo, la muerte y la violencia. Como decir los nombres de Miriam, Toñi y Desirée, las bautizadas como "niñas de Alcàsser", secuestradas, violadas y asesinadas entre aquel viernes y aquel sábado de invierno. Todo está en el imaginario colectivo: aquel brazo tocado con un reloj de Disney que emergía de la tierra en el paraje de La Romana, el programa De tú a tú presentado por Nieves Herrero y emitido desde el pueblo el mismo día de la aparición de los cadáveres, las fotos de las autopsias que escaparon al secreto de sumario. Y luego las teorías: la supuesta trama de secuestros organizados, la secta satánica, la snuff movie. Aquello no era solo un asesinato, era un misterio. Tan calado en los huesos como aquel topónimo, Alcàsser, que daba pavor.