Cultura
¿Es el cine español un cine de blancos para blancos?
Los Oscar han dado un paso adelante: a partir de 2024, si los estudios quieren que sus producciones puedan ser nominadas a mejor película, tendrán que cumplir ciertos requisitos de inclusión de raza y género, entre otros colectivos minorizados. Requisitos sencillos, pero requisitos al fin y al cabo. Algunos se manifestaban a favor, aplaudiendo que la Academia de Hollywood propiciara una necesaria conversación sobre la desigualdad en la representación, y otros en contra, argumentando que con estas medidas se pusiera en peligro la libertad creativa. En España, la siguiente pregunta era obvia: ¿y aquí?, ¿cuántos papeles protagonistas ofrece el cine español a las personas racializadas?, ¿a cuántos Goya han optado?
No salen tantos nombres. Santiago Zannou hizo historia al convertirse con su premio a mejor dirección novel en el primer cineasta negro en hacerse con un galardón de la Academia de Cine. Fue por El truco del manco (2008), que se hizo con otras dos estatuillas. Tras él no llegaron más. ¿Y en las categorías de interpretación? Las actrices afrodescendientes o asiáticas han sido ignoradas en las nominaciones, como los actores latinoamericanos no blancos, o los intérpretes gitanos. En la cartelera, los pósters exhiben caras blancas. ¿Se parece eso a la España que se ve desde el balcón? La actriz Anahi Beholi lo tiene clarísimo: "España nunca ha sido blanca, nunca en la historia, pero siguen queriendo potenciar eso en nuestra ficción".
En España viven 5,2 millones de migrantes, según el Instituto Nacional de Estadística, lo que equivale a más del 10% de la población. La cifra incluye, claro, a los migrantes blancos, y excluye a aquellos españoles que no lo son. "La realidad de la sociedad española actual es muy diversa, y muy distinta de lo que vemos en los medios. La vida de las personas racializadas no se refleja en el audiovisual", critica Diego Paz, activista de la organización SOS Racismo. Los entrevistados describen un panorama en el que siguen abundando los estereotipos —los personajes árabes o norafricanos son islamistas, los asiáticos solo aparecen para regentar un restaurante o una tienda...— y en el que no hay espacio para las historias contadas por los propios artistas racializados. "La industria audiovisual española no solo no ha sabido reflejar la realidad", insiste Paz, "al contrario, lo que ha hecho ha sido reproducir clichés".
Avances y retrocesos
Desde aquí, el cine estadounidense, con toda su desigualdad, parece el paraíso de la diversidad. Y, de hecho, es a sus películas a las que se ve obligada a recurrir la población afrodescendiente en España. También la comunidad asiática y la latina tienen que buscar más allá de las producciones españolas si quieren verse reflejados en pantalla. Y, pese al éxito de taquilla y crítica de producciones tan distintas como Black Panther o Moonlight, el problema sigue ahí. Pero ¿de quién es ese problema? "Es desolador, no solo para los artistas afrodescendientes, sino para la población entera", defiende Beholi. "¿Cómo un niño que se sigue sintiendo estereotipado va a poder imaginarse haciendo lo que quiere hacer? Este país tiene una sociedad mucho más amplia de lo que quiere aceptar. Se está perdiendo muchas cosas". Por ejemplo, la realidad: que el 23% de la población migrante tiene estudios universitarios, una cifra similar a las de los nacidos en España, como recoge un reciente informe de la Universidad Pontificia de Comillas y Cáritas. O que hay una importante población afro desde hace décadas, ligada a la historia de la colonización de Guinea Ecuatorial.
La representante Pilar Pardo lleva cuatro años trabajando en el proyecto The Black View, nacido para plantar cara a un estereotipo racista frecuente en la industria audiovisual: "Pero si en España no hay actores/directores/guionistas negros". En su equipo cuentan con intérpretes como Emilio Buale, Boré Buika, Claudia Cohelo o la misma Beholi. Pardo no quiere ser pesimista: "Desde que empezamos, sí ha cambiado un poquito la cosa". Han notado, primero, que productores y directores empiezan a admitir que, efectivamente, el cine español tiene un problema de diversidad racial. Y también que cada vez es menos frecuente lo que antes sí lo era: que los jefes de casting pidieran un actor "africano" o que los guionistas dibujaran personajes "africanos". "En las películas en las que aparece algún personaje migrante o afrodescendiente, cada vez tenemos más llamadas pidiendo asistencia: ¿está bien que este personaje hable así?, ¿qué cultura hay en este país del que él viene?".
Beholi no ve tan claros los avances: "En los noventa teníamos más referentes que ahora mismo, había más riesgo en la ficción". Recuerda a Vicenta Ndongo en Airbag, y luego en series como 7 vidas o Compañeros. O a Emilio Buale, en Hospital Central ya en los dos mil. Ahora, a la actriz le cuesta pensar en personajes positivos en ficción que no se asocien a la delincuencia o a la migración ilegal. Protagonistas, aún menos. La popularidad de Berta Vázquez en Vis a vis ha sido arrolladora,perointerpreta a una convicta. En Élite, el personaje de Nadia (Mina El Hammani) gira en torno a su relación con la religión y con una familia conservadora. A Diego Paz se le ocurre uno, muy reciente: en su cuarta temporada, Skam España tendrá como protagonista a Amira, interpretada por Hajar Brown, siguiendo a la versión noruega. "El ser humano es un ser narrativo, aprendemos a través de las historias", defiende el portavoz de SOS Racismo. "Si en pantalla solo vemos a personas blancas heterosexuales de clase media-alta, uno es incapaz de verse a sí mismo".
Proyectos que nadie compra
¿Qué está saliendo mal para que no se contrate a los intérpretes racializados, para que no se cuenten sus historias? ¿En qué eslabón de la cadena de la producción audiovisual hay que fijarse? No es tan sencillo. Anahi Beholi resopla: "Cuando hablas con el director de casting, te dice que la culpa es del director; cuando hablas con el director, es del productor... Yo lo que sé es que cuando participo en un proyecto, quien sea tiene que pelearse mucho mi participación". Pelearse, por ejemplo, para el papel de recepcionista. "Yo con los compañeros guionistas he hablado muchas veces, y ellos nos dicen que igual que no se escriben papeles para mujeres no se escriben papeles para negros, o latinos, o asiáticos. Pero a ver: tú me escribes un guion hablando de Sergio, de María, y ¿por qué el que lee ese guion no piensa en una persona racializada? Esa excusa no me vale".
En cualquier caso, los tres entrevistados coinciden en que esa escasez también tiene que ver con que los artistas responsables del proyecto sean, en una abrumadora mayoría, blancos. "No conocen la sociedad multirracial española, las historias de las distintas comunidades", explica Diego Paz, "y eso hace que ni se planteen meter a personajes no blancos o que caigan en estereotipos que no tienen nada que ver con la realidad". Algo similar dice Pilar Pardo: "Es que es muy fácil, si eres una persona blanca, vas a escribir desde tu perspectiva blanca, igual que si eres mujer vas a escribir como mujer. Lo decimos con mucho respeto, pero la figura del blanco salvador se puede quedar en su casa". Lo que tiene que suceder, insiste, es que salgan de los cajones los proyectos que los guionistas y directores racializados ya están escribiendo. "Hay mucha gente que llega a nuestro despacho con proyectazos. Es mentira que no haya creadores afrodescendientes, es que nadie se los compra".
Todos ven una salida relativamente sencilla al problema: que el Ministerio de Cultura otorgara, en el concurso para obtener sus ayudas a la producción, cierto número de puntos según la diversidad racial del proyecto, en pantalla y fuera de ella. Algo similar a lo que ya hace con las mujeres creadoras. No creen, sin embargo, que sea aún momento de introducir en las nominaciones al Goya algún prerrequisito similar al de los Oscar: argumentan que primero hay que dar los medios para que los artistas racializados puedan participar en los proyectos y desarrollar los suyos propios. Pero no piensan quedarse de brazos cruzados hasta que el Gobierno apruebe una legislación que no está ni en el horizonte: "Ya no estamos en el esperar, estamos en el hacer. Si nos llegan los medios, bien. Si nos llaman, será estupendo. Pero ya estamos contando nuestras historias". Que el cine español no parezca querer escucharlas es lo de menos.