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Sin festivales de cine solo veríamos morralla: "Su misión sigue siendo detectar obras maestras"

Saturación de títulos, exceso de categorías, difuminación del criterio, pérdida de línea editorial, inflación de eventos más allá de las proyecciones, vender películas al peso, feria de negocios más que encuentro cultural. Diríase que, de un tiempo a esta parte, los festivales de cine se están transformando en un cajón de sastre sin fondo en el que necesariamente tiene que caber todo para quienquiera que sea pueda encontrar algo que no sabía que deseaba.

Descubrir lo inesperado era y sigue siendo la gracia, es verdad. Porque los festivales siempre han sido un rutilante escaparate, pero no es menos cierto que también corren peligro de transformarse en un carrusel tan aleatorio como fugaz de novedades en la plataforma de streaming de turno. Y todos sabemos lo tedioso y agotador que resulta pasar y pasar títulos hasta dar, no sin algo de suerte, con alguno que nos diga algo. Los festivales abren la puerta a las plataformas, claro que sí, con el riesgo de mutar en una de ellas.

Los festivales medianos o pequeños, por la cuenta que les trae, afinan mucho más el tiro, pero los más grandes están en peligro de naufragar en el maremoto que ellos mismos son capaces de provocar con la enorme fuerza de su desmesurada oferta. "El problema de los festivales es que quieren tener todo. Cannes ha puesto muchísimas más secciones de las que tenía antes, no solo las tres oficiales de toda la vida, porque lo que quieren es poner su sello en las películas", apunta a infoLibre la periodista y presidenta de la Asociación de Informadores Cinematográficos de España (AICE), María Guerra, quien además plantea que el problema de esta "saturación" es que hay "muchísimos más productos audiovisuales que periodistas de cultura, porque no nos olvidemos de que los medios tratan a la cultura de una manera muy precaria".

Esto lleva a que muchas (muchísimas) de las películas que se programan en los macrofestivales fílmicos pasen de puntillas por ellos, lo cual hace que apenas tengan oportunidades de llegar a las salas e incluso a ese contenedor infinito que son las plataformas: "Los festivales están llenos de actos, de secciones y de películas y los periodistas son muy pocos. Además, los hambrientos periodistas de cultura no tienen espacio en sus medios de comunicación, tampoco en los digitales, porque no se pueden atiborrar de cultura porque no es infinita la atención del lector. Y los medios en realidad no tienen un gran interés, pues lo que quieren es el clickbait, la información fácil y a ser posible un poco morbosilla. Esto apunta directamente a la responsabilidad de los medios, no ya a la industria del cine".

Esto complica la difusión de las películas programadas, aunque los que venden entradas al público al menos cuentan con esa ventana momentáneamente entreabierta al mundo exterior. Lo que no tiene sentido es atiborrar la agenda de títulos de los que luego nadie va a hablar, pues eso responde a un interés mercantilista interno del sector pero en absoluto cultural. Esto es, además, un tiro de los propios festivales contra su propio pie, pues se desvirtúa la propia esencia de su existencia, que es dar visibilidad y poner el foco en películas supuestamente interesantes para, a través de los medios de comunicación, llegar a los potenciales espectadores.

"De pronto pasa lo de Évole, ocupa un espacio gigantesco en prensa y opaca muchas otras películas que pueden ser mejores. Y, encima, se habla del documental de Évole cuando en realidad es una entrevista filmada"

En esta línea habla Diego Mas Trelles, director del Festival Cine por Mujeres Madrid –que celebra su próxima edición del 24 de octubre al 5 de noviembre–, quien remarca que en su caso, como cita modesta, su "fuerte es la calidad de la selección, la variedad y la diversidad", pero nunca programar cuantitativamente al peso. Coincide con Guerra, asimismo, en el "cada vez menor espacio" en los medios para hablar de las películas, incluso de las secciones oficiales que siempre son las más destacadas, algo que afecta directamente a su posible distribución por salas. "De pronto pasa lo de Évole, ocupa un espacio gigantesco en prensa y opaca muchas otras producciones que pueden ser mejores. Y, encima, se habla del documental de Évole cuando en realidad es una entrevista filmada", apostilla a infoLibre.

Si nadie habla de las películas que pasan por un festival se limitan sus (ya en muchos casos escasas) posibilidades de distribución en salas. Un fallo en la cadena de un sector que, llegados a este punto, se apoya en las inicialmente denostadas pero ahora abrazadas plataformas. "Hace años, de todas las películas que competían en la sección oficial, ¿cuáles tenían distribución? Muchas no podían llegar a cines pero, ahora, igual para cines no, pero para plataformas sí", argumenta la crítica de cine de Voz Pópuli, Mirian San Martín, que este año vuelve a cubrir un Festival de San Sebastián con la intención no siempre posible de cumplir, como estamos comentado, de ver todos los filmes que le resultan interesantes.

Algunos de estos títulos pasarán por cines, pero otros "van directos a plataformas", señala a infoLibre, poniendo en valor esta opción como salida comercial: "Los cines no tienen que desaparecer, hay que fomentarlos y las películas se tienen que ver en cines, pero hay una realidad y es que las películas se ven mucho en plataformas. Y una película que llega a las salas con muy pocas copias no llega a pequeñas ciudades o pueblos, pero sí puede hacerlo a través de las plataformas. Por eso yo veo que todo se complementa y que nada va a desaparecer y, al mismo tiempo, se ve más cine que nunca. Y si se ve más cine que nunca, los festivales tienen que estar ahí. A mí me parece que los festivales tienen más sentido que nunca en este momento como prescriptores".

Filmin es como aquel espectador que iba a los cines de autor subtitulados que ya no quedan en las pequeñas ciudades

Guerra tercia para señalar que "no todas las películas de autor que pasan por los festivales necesariamente están hechas para llegar al cine", y apunta como mejor objetivo final llegar a una plataforma como Filmin, "que sí es muy responsable y se preocupa mucho de distinguir y catalogar lo que puede interesar a sus suscriptores". Así las cosas, defiende que las películas "no caen en el vacío" si caen en plataformas que sepan llegar al espectador concreto cualitativa y no cuantitativamente. "Filmin es como aquel espectador que iba a los cines de autor subtitulados que ya no quedan en las pequeñas ciudades", añade.

También coincide la presidenta de la AICE en la importante labor de prescripción de los festivales, ya sea para salas o para plataformas más o menos especializadas: "Los festivales tienen la utilidad de siempre, que es la de filtrar películas, más ahora con el océano de producciones que generan las plataformas, muchas veces sin ton ni son. Por eso los festivales siguen haciendo su misión principal, que es la de detectar obras maestras o, por lo menos, relevantes. Los festivales tenían esa misión y, como siempre, la siguen teniendo".

Al filtro de entrada en la programación de un festival se une después el palmarés, pues si la cinta consigue algún tipo de premio o mención especial, se apropia en cierta medida del prestigio del propio certamen. Así se va poniendo a determinadas películas en un "pedestal" ante los ojos de la crítica primero y, segundo y seguramente más importante, del público. "¿Que antes eran pedestales más importantes? Pues sí. Ahora son pedestales que están amenazados por las grandes plataformas, que están soltando no solamente sus películas, que también compiten, sino sus series", concede Guerra, para acto seguido insistir en que "tener el sello de un festival como Cannes es ya tener una pluma en el sombrero". "Teniendo en cuenta que el cine no tiene que ser competitivo, lo que hacen los festivales es filtrar, elegir y recomendar las obras artísticamente relevantes y las social, política o culturalmente relevantes", añade.

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Diego Mas Trelles pone también el foco en la importancia de los grandes festivales como parte de un calendario internacional de venta y distribución de las películas, que está "muy pautado" con Sundance, Berlinale, Tribeca... para ir así presentando las cintas a lo largo del año. Defiende, además, festivales más pequeños o "de nicho" como el que él dirige, ya que hay películas que "a lo mejor pasan en otros festivales como Sevilla o Gijón y luego o no tienen distribución comercial o no se ven en otras ciudades, por lo que ese también es un juego entre los festivales de clase A, que hay uno por país, en nuestro caso San Sebastián, y los demás, sean generalistas o temáticos". "El nuestro es de mujeres y nos centramos en darle luz a este tipo de películas", recalca, mientras Mirian San Martín puntualiza que los festivales también sirven históricamente como "incubadora de apuestas más experimentales" totalmente alejadas de los circuitos más comerciales.

Al final los festivales son importantes como hitos. Un festival no solo son las proyecciones o la alfombra roja donde están los actores, son encuentros entre cineastas y productores, gente que se va reunir y a buscar nuevos proyectos

Los festivales de cine seguirán siendo necesarios, por tanto, mientras no caigan en el modelo tan del siglo XXI de la cultura de rápido consumo que se vende en las plataformas de streaming y por ejemplo también en los macrofestivales musicales donde cada vez hay más y más artistas que tocan menos tiempo, resultando en cualquier caso imposible ver a todos los que el asistente quisiera. Y, como en la música, mientras tanto, los festivales pequeños ofrecen otro tipo de relación con la cultura más pausada, más calculada y, por tanto, más disfrutable. Esto a su vez reconociendo la importancia de los festivales de cine como lugar de encuentro para todos los integrantes de una industria que aprovecha este tipo de reuniones para vender y comprar lo que está por venir.

"Al final los festivales son importantes como hitos. Un festival no solo son las proyecciones o la alfombra roja donde están los actores, son encuentros entre cineastas y productores, gente que va a buscar nuevos proyectos y que se van a reunir", explica San Martín, antes de que Guerra remate: "Esto es como las ferias de las bodas, es necesario que haya un intercambio profesional importante. Cannes, que es el mayor festival, tiene por una parte la prensa con la Palma de Oro y luego un mercado brutal que es fundamental y no creo que el público tenga que estar metiéndose en todo. El cine es una industria que cuesta muchísimo dinero y me parece normal que el público se quede fuera de la misma manera que no sabe las tripas de la maquinaria industrial. Al mismo tiempo, es necesario y buena noticia que los festivales estén atiborrados de empresarios".

Saturación de títulos, exceso de categorías, difuminación del criterio, pérdida de línea editorial, inflación de eventos más allá de las proyecciones, vender películas al peso, feria de negocios más que encuentro cultural. Diríase que, de un tiempo a esta parte, los festivales de cine se están transformando en un cajón de sastre sin fondo en el que necesariamente tiene que caber todo para quienquiera que sea pueda encontrar algo que no sabía que deseaba.

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