De poco le ha valido a J.A. Bayona insistir en su compromiso con la historia original en oposición a cualquier versión previa: estos días, la reacción frente a lo que propone La sociedad de la nieve suele ser acordarse de ¡Viven!, y en concreto de lo mucho que se habló durante los años 90 de ese avión estrellado en los Andes. Así como (sobre todo) de lo que tuvieron que hacer los supervivientes para salir adelante. La película de Frank Marshall se basaba en un suceso de 1972 que involucró a atletas uruguayos queriéndole dar una pátina hollywoodiense, así que recurrió al protagonismo de jóvenes estrellas de la época como Ethan Hawke. No es que ¡Viven! arrasara en taquilla, pero en aquellos años el cine tenía una mayor vocación de masas y la antropofagia pudo escandalizar a no pocos espectadores.
Hace pocos días La sociedad de la nieve perdió el Globo de Oro a Mejor película de habla no inglesa frente a Anatomía de una caída. Fue un tropiezo significativo, que podía provocar que se tambalease su gran objetivo en la actual carrera de premios: conseguir una nominación española al Oscar a Mejor película internacional. La cuestión es: ¿ha sido un tropiezo tan grave? Daniel Mantilla, periodista de Kinótico que lleva años dedicando el podcast La Sexta Nominada a analizar la carrera de premios, cree que no: “Los precursores más importantes para las candidaturas a los Oscar son los Critics Choice Awards y los Globos de Oro, y la película de Bayona ha estado nominada en ambas. También ha tenido cuatro menciones en la shortlist de los Oscar”, recuerda en torno a los finalistas que se han ido filtrando previamente a que se anuncien las nominaciones oficiales, este 23 de enero.
Mantilla entrega otra clave para no dar por perdida la nominación a Mejor película de habla no inglesa: el vínculo de La sociedad de la nieve con Netflix. La plataforma de streaming ha financiado el último film de Bayona, provocando que la distribución en cines sea bastante limitada antes de saltar al catálogo —a la vez que titulares demoledores en torno a la taquilla que ha deparado, forzosamente discreta por la cantidad de salas que han podido tener su copia—, pero también erigiéndola como su principal candidata para competir en los premios. En la presente carrera Netflix también compite con Maestro de Bradley Cooper y Secretos de un escándalo de Todd Haynes —que Diamond Films estrenará en España el 23 de febrero—, y las opciones de ambas se han ido desinflando en las últimas semanas.
“Netflix no tiene opciones mucho mejores que La sociedad de la nieve”, asegura Mantilla. Toda la maquinaria promocional del gigante de streaming, que cada año se obstina en competir en los Oscar como una major principal de Hollywood, estaría respaldando La sociedad de la nieve. El mismo Bayona también se está esforzando de lo lindo, con un empleo profuso de las redes sociales y la acumulación de entrevistas donde desvela los entresijos de la producción. Pero persiste la duda: ¿quiere Hollywood celebrar una historia cuya anterior versión ya fue un fenómeno popular? Lo que nos lleva directamente a otra pregunta: ¿qué peso tienen ahora mismo los remakes en la industria?
La nueva era de los remakes
Claro está, La sociedad de la nieve no es un remake. Solo cuenta una historia real que ha saltado antes al cine —no solo en ¡Viven!, sino también en una película mexicana del 76, Supervivientes de los Andes, que explotaba alegremente el morbo de supervivientes comiéndose los cadáveres de sus compañeros—, pero la conversación es la que es. La sociedad de la nieve se percibe como un remake y eso no tiene por qué ser malo. No cuando Hollywood está tan inundado por los remakes. “Es indudable que hay una crisis de ideas, o más bien una crisis de riesgo”, admite Mantilla. “Nadie quiere jugársela con una historia no testada, y el 90% de producciones que salen adelante intentan replicar un éxito ajeno”.
Esto no siempre ha sido así. “Hollywood ha cambiado mucho en los últimos años. Antes mirabas la taquilla y entre las películas más vistas a lo mejor ocho eran historias originales: nada de universos cinematográficos ni de adaptaciones de superhéroes o videojuegos”. Y lo más curioso de estas es que no hablábamos de producciones independientes. “Las grandes películas del Nuevo Hollywood que nos enamoraron en los años 70 tenían grandes estudios detrás. Ahora las majors no hacen eso”, lamenta el periodista. “Lo que tienen son sellos de autor estilo Searchlight en Disney (que este año compite en la carrera con Pobres criaturas) o Focus Features en Universal (con Los que se quedan); también tenemos A24 pero es un estudio que necesita crecer y ahora mismo planea ponerse a hacer franquicias”.
Lo que ha ocurrido es que la escasez de ideas “también ha saltado al cine de autor”. Y, por tanto, al cine con pretensiones oscarizables en el que se ubica La sociedad de la nieve. En 2007 Martin Scorsese ganó por fin sus Oscars a Mejor película y Mejor dirección aunque entonces hubo quien consideró una pena cómo, teniendo en cuenta su trayectoria, este honor le llegaba a partir de un remake. En efecto Infiltrados se basaba en una película hongkonesa de un lustro antes, Infernal Affairs. “A Infiltrados quizá no le pesó demasiado, porque Scorsese es Scorsese y quizá esa película hongkonesa no la había visto suficiente gente”. Hoy por hoy nadie cuestiona los méritos de Infiltrados, pero no ocurre lo mismo con la siguiente película que ganó el Oscar principal siendo remake de una obra extranjera.
Hablamos de CODA: Los sonidos del silencio, gran triunfadora de la cosecha de 2021, y una de las victorias más criticadas en la historia de la Academia. Mantilla la atribuye al contexto: por un lado la gran rival ese año era El poder del perro —“muy fría e intelectual para lo que suelen ser los Oscar, que siempre se decantan por lo emocional”—, y por otro estaba “el momento que atravesábamos como sociedad tras la pandemia, siendo una historia muy cálida que en EE.UU. pegó fuerte justo en el punto oportuno de la carrera”. Tanto La sociedad de la nieve como CODA son producciones streaming: Apple la compró luego de que el film de Siân Heder despuntara en Sundance, y el mundo tuvo que verla después en Apple TV+. CODA es el único título de streaming que ha ganado Mejor película.
Pero volviendo a la condición de CODA como remake, ocurría que esta contaba la misma historia que La familia Bélier: exitosa producción francesa de 2014. Algo que no repercutió mucho en EE.UU. “porque eso se sabía básicamente en España, donde La familia Bélier fue muy popular, y en la propia Francia”. Todo prefigura la gran baza de La sociedad de la nieve: el hecho de que los remakes no van a ser mal vistos por la Academia si hablamos de un trasvase internacional. Si Hollywood se “remakea” a sí mismo, no es tan fácil.
Una mirada más diversa
En 2019 Parásitos fue un hito para la historia de la Academia: una producción coreana ostentando el Oscar a Mejor película. También fue un revulsivo para ciertas dinámicas que se estaban dando en el organismo, llegando acaso a combatir el creciente contagio de la obsesión por el remake en el cine de vocación más comercial. Porque sí, en las carreras más recientes el remake ha sido celebrado y oscarizable. Pero, si nos ceñimos a Hollywood guisándoselo y comiéndoselo, esto no ha implicado que se llevara las grandes victorias.
Durante la gala de 2022 CODA distaba de ser el único remake persiguiendo el Oscar. También estaba Dune, nueva adaptación de la novela de Frank Herbert que tomaba el relevo del film de culto de David Lynch. Y El callejón de las almas perdidas de Guillermo del Toro, remake de otro film de culto. Y por supuesto West Side Story de Steven Spielberg. Este último caso era el más delicado, porque la anterior versión del mítico musical de Broadway —en puridad aquí tampoco hablábamos de remake— había ganado 10 Oscars en 1961 incluyendo Mejor película: era pura y dura historia de Hollywood.
Ver másEl remake musical de ‘Chicas malas’ es disfrutón y la prueba de que la original ya es un clásico
Como también lo era Ha nacido una estrella cuando Bradley Cooper presentó la cuarta versión en 2018. Ninguno de estos refritos ganó los premios principales a los que aspiraba: las críticas fueron buenas, sí, pero a veces ni siquiera acompañó la taquilla —los pseudoremakes de Del Toro y Spielberg fueron dolorosos en este sentido— y cundió la sensación de que la Academia se resistía a recompensar logros del pasado. “La Academia se está esforzando por abrirse al mundo y tener una membresía más diversa”, insiste Mantilla. Lo ocurrido con estos remakes de “grandes historias americanas” sería una prueba de tantas. Al igual que, desde otro ángulo, el fenómeno Sin novedad en el frente.
Si queremos confiar en las opciones de Bayona, es en lo que hay que fijarse. El año pasado Sin novedad en el frente ganó el Oscar a Mejor película internacional habiéndose colado además en la terna de Mejor película. Su parentesco con Bayona salta a la vista: película de Netflix, historia real convertida en libro (la Primera Guerra Mundial pasada por el tamiz de una novela canónica de Erich Maria Remarque) que pese a su origen alemán había sido explotada anteriormente por Hollywood. De forma incluso más relevante que ¡Viven!; Sin novedad en el frente fue el Oscar a Mejor película de 1930. Un clásico absoluto.
Pero que, en pos de devolverle la voz narradora al cine extranjero, convenía celebrar de nuevo ahora que un alemán, Edward Berger, entregaba por fin su visión. “La sociedad de la nieve es una historia universal pero al mismo tiempo ajena”, sintetiza Mantilla destacando el capital español de La sociedad de la nieve en conjunto a su elenco uruguayo y argentino. “Los únicos remakes que han ganado premios han tenido un componente internacional”. De forma que, pase lo que pase con La sociedad de la nieve, el asunto es más complejo que la escasez de ideas originales de Hollywood: lo que importa es quién cuenta ahora las historias.
De poco le ha valido a J.A. Bayona insistir en su compromiso con la historia original en oposición a cualquier versión previa: estos días, la reacción frente a lo que propone La sociedad de la nieve suele ser acordarse de ¡Viven!, y en concreto de lo mucho que se habló durante los años 90 de ese avión estrellado en los Andes. Así como (sobre todo) de lo que tuvieron que hacer los supervivientes para salir adelante. La película de Frank Marshall se basaba en un suceso de 1972 que involucró a atletas uruguayos queriéndole dar una pátina hollywoodiense, así que recurrió al protagonismo de jóvenes estrellas de la época como Ethan Hawke. No es que ¡Viven! arrasara en taquilla, pero en aquellos años el cine tenía una mayor vocación de masas y la antropofagia pudo escandalizar a no pocos espectadores.