“Ya no hay vecinos, solo turistas, pan bao y cafés de especialidad”: la pesadilla de vivir en un barrio de moda

Un barrio, además de definirse como el distrito de una ciudad, suele contener una connotación de comunidad, de espacio compartido. Eso es lo que Ana D. dice no encontrar ya en su barrio, Malasaña (Madrid). Lo mismo le pasa a Belén (nombre ficticio), que vive en La Latina, cerca de la plaza de La Paja, o a Luis Martínez, que ha vivido toda su vida en la zona de Chamberí. “En Malasaña ya no hay vecinos, solo turistas, locales de pan bao y cafés de especialidad”, resume Ana. Todas estas personas tienen en común una cosa: han convivido y conviven con alguno (o con varios) de los miles de pisos turísticos que hay en la capital y, además de ver transformarse sus barrios, también han tenido que pelear con los inconvenientes que genera que el piso de arriba sea un ir y venir de maletas.
“Si vas por la calle Tabernillas o por las Águilas, ves que está lleno de viviendas turísticas. No existen prácticamente tiendas de toda la vida, como droguerías o mercerías. Hasta la tienda de decoración de debajo de mi casa se ha transformado en un bar”, cuenta Belén. Lo explica pasando del enfado a la incredulidad, porque le resulta “increíble”, dice, que nadie haga nada por cuidar a los vecinos. “El centro de Madrid ya es un decorado. Salir a pasear es ver un constante ir y venir de maletas”, concluye. En su caso, la proliferación de vivienda turística en la ciudad le toca de cerca porque hay dos en su edificio y ambas son ilegales. No quiere dar su nombre real porque, tras hablar con los propietarios y que estos se negasen a poner fin a su actividad, ha emprendido una denuncia a título personal con la ayuda de su asociación de vecinos. “Me encuentro gente bebiendo en las escaleras, he tenido que llamar a la policía en varias ocasiones por los ruidos y constantemente llaman por error a mi telefonillo a las tantas de la madrugada”, concluye.
Los pisos de uso turístico son uno de los factores que empujan el precio de la vivienda al alza. Además de retirar oferta del mercado corriente que se podría destinar a alquiler de larga duración, generan una espiral de demanda por su alta rentabilidad y atraen más al capital que busca especular. De hecho, un estudio conjunto del Instituto Andaluz de Investigación e Innovación en Turismo y las universidades de Granada, Málaga y Sevilla ha concluido que el precio de la vivienda aumenta un 33% de media en las ciudades turísticas cuando las residencias destinadas a este uso alcanzan el 10%, lo que supone un incremento de 3,29 euros por metro cuadrado.
“Tenemos constancia de 600 viviendas turísticas ilegales solo en Chamberí”. Quien habla es Luis Hernández, que además de ser vecino del barrio es uno de los portavoces la asociación vecinal El Organillo de Chamberí. Cuando la sensación de comunidad que genera el barrio empieza a ser sustituida por algo similar a la recepción de un hotel, este comunitarismo espontáneo pasa a organizarse en asociaciones como la suya, que buscan “echar una mano a los vecinos”, explica, pero también reforzar las actividades en grupo. En su caso, han abierto una oficina donde recogen denuncias y asisten a vecinos que conviven con pisos turísticos. “El principal problema son asuntos relacionados con la convivencia, pero también vienen vecinos a los que les están intentando desalojar para convertir el edificio en un bloque turístico”, concluye Hernández.
Solo uno de cada 16 pisos turísticos de Madrid tiene licencia. Esa es la conclusión a la que ha llegado el Ministerio de Consumo en una investigación que llevó a cabo en la capital basándose en los anuncios de plataformas como Airbnb. El departamento que dirige Pablo Bustinduy entregó al ayuntamiento un documento en el que detallaban que habían detectado 16.335 pisos de alquiler vacacional cuando el número de licencias solo era de 1.131. Según esto, habría 15.000 alojamientos operando de manera ilegal.
El edificio en el que vive Ana D. tiene uno de estos pisos ilegales en el bajo y los vecinos se encuentran en pleno proceso judicial para poder clausurarlo. A diferencia de Belén, en su caso la demanda es colectiva y toda la comunidad de propietarios comparte la misma postura. “Era una tienda y luego se transformó en vivienda. Conseguimos que la cerraran, pero luego le hizo otro acceso desde la calle con un permiso municipal y la reabrió. En los estatutos del edificio está prohibido, pero desde el Ayuntamiento nadie lo vino a comprobar, así que sigue en funcionamiento”, explica. Ahora han tenido que demandar, pero lamenta el poco respaldo que les llega desde la Administración. Y en esto, coinciden todos los afectados: “La Policía viene, pero no los cierra”, explica Belén. “La mayoría de las personas llega a nosotros cuando ya ha denunciado varias veces y, tras pasar tres meses, no reciben ninguna respuesta”, cuenta Martínez; “teníamos aprobadas órdenes de cese sobre los pisos turísticos que nadie ejecutaba y seguían operando”, concluye Ana.
El alquiler de corta duración no es un problema solo de Madrid. El Instituto Nacional de Estadística estima que en España hay un total de 368.295 viviendas de uso turístico y su efecto sobre los precios las ha puesto en la diana del Gobierno. El último movimiento para regular su proliferación ha tenido lugar este mismo jueves, con la entrada en vigor de la nueva Ley de Propiedad Horizontal, que permitirá a las comunidades de vecinos vetar la creación de pisos turísticos si existe una oposición de tres quintas partes de los propietarios.
En la Ley de Vivienda se contemplan otras medidas adicionales, como la puesta en marcha de un registro único en el que tendrán que darse de alta todos los propietarios de pisos turísticos y viviendas de alquiler de corta duración para mantener un control que ahora resulta difícil. Además, el Gobierno prepara un paquete fiscal que, entre otros puntos, pretende que los alquileres turísticos sean considerados una actividad económica más y soporten un IVA. Mientras tanto, esto sigue siendo un negocio rentable y en algunas comunidades de vecinos resulta una opción tentadora. Lo cuenta Ana, que en las decenas de reuniones que tuvieron antes de poner una cláusula que prohibiese este tipo de actividades en su edificio, se encontró con reticencias entre algunos vecinos: “Aun sabiendo que son ilegales, algunos propietarios no querían vetarlas con la excusa de que quizá ellos, más adelante, podían poner la suya en alquiler vacacional”, explica.
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Sabina C. vive en el barrio madrileño de La Chopera y poco a poco se va haciendo a la idea de que va a tener que dejar su casa cuando su contrato venza, dentro de dos años. “Es un edificio en el que han ido echando a las vecinas para alquilar los pisos por habitaciones”, explica la inquilina, que lleva tiempo denunciando esta situación. Sabina describe con detalle la sensación de vivir en un edificio que se va quedando vacío y en el que tu casero solo está esperando a que termine tu contrato para desalojarte: “Es una situación muy triste. Las personas se van marchando y te vas quedando en un edificio donde sabes que ya no tendrás vecinos. Te vas cruzando con gente que no conoces, no sabes si viven aquí o si se han colado”, explica.
El alquiler por habitaciones es una forma de esquivar la ley de vivienda, ya que en esta modalidad no existe ningún tope máximo de precios y tampoco le afecta la etiqueta de zona tensionada, diseñada para frenar la escalada de precios. “En mi edificio lo que están haciendo es levantar tabiques en zonas comunes y reformar los pisos de la gente que se va para alquilar por cuartos. Los precios oscilan entre los 500 y los 750 euros”, explica Sabina. Su casero, un gran tenedor, decidió hace un tiempo subarrendar el edificio a una empresa para explotar los 40 pisos del bloque. “Las habitaciones tampoco las alquilan por más de un año, así que aunque no sea un bloque de pisos turísticos per se, la sensación es la misma”, concluye.
Los precios de la vivienda en España crecieron un 7,5% en 2024, según un informe de la consultora Tinsa, pero la demanda —uno de los elementos que empujan los precios— también lo hizo un 11%. El negocio inmobiliario sigue siendo una inversión jugosa y en algunas regiones los precios ya están por encima de los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria. En Palma de Mallorca superan en un 17,9% los de 2008, en Málaga lo hicieron en un 6,4% y en Madrid, ciudad protagonista de todas estas historias, comprar una casa es un 6,1% más caro que en los años dorados de la especulación inmobiliaria. “Centrarse en producir viviendas que la gente no puede pagar, que se destinan preferentemente a las necesidades de cambio de las clases medias acomodadas y a la demanda de alto standing no es un modelo inteligente”, explica el especialista en mercados inmobiliarios Javier Burón en su libro El problema de la vivienda, porque si se hace eso, concluye, “la vivienda se convierte en cosa de unos pocos”.