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El autor de 'La sociedad de la nieve': "Cuando al hombre se le golpea de forma cruel surge la bondad, no la bestia"

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La sociedad de la nieve es ahora mismo la película más vista en todo el mundo por obra y gracia de Netflix. La historia de la que (otra vez) todo el mundo habla y que revive la trágica epopeya acontecida en el otoño de 1972 tras el accidente del avión turbohélice de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrelló contra el Valle de las lágrimas de los Andes con 45 pasajeros. A bordo iban jugadores e hinchas del club de rugby Old Christians, exalumnos del colegio Stella Maris-Christian Brothers, a Chile a jugar un partido. Sobrevivieron veintinueve tras el accidente, veintisiete al día siguiente, diecinueve después de un atroz alud y finalmente dieciséis fueron rescatados con vida.

Antes de ese desenlace, para batallar contra el frío, el hambre y la muerte, los supervivientes tuvieron que formar una comunidad regida por la incertidumbre y el espanto. Una experiencia extrema que les obligó a comer la carne de los fallecidos para mantenerse con vida y que Pablo Vierci (Montevideo, 1950), compañero de colegio y amigo de muchos de ellos, relató con los testimonios de los supervivientes en un libro de 2008 titulado La sociedad de la nieve (reeditado en España por Alrevés en 2022). La crónica definitiva sobre lo que allí pasó y que Juan Antonio Bayona ha trasladado desde las páginas a las pantallas, trabajando codo con codo con el escritor y guionista uruguayo, quien atiende a infoLibre al otro lado del Atlántico.

¿Cómo empieza todo este fenómeno mundial con La sociedad de la nieve? Ahora es la película de moda, pero viene de largo.

Tras la publicación del libro tuvimos la suerte increíble de que llegara a manos de Juan Antonio Bayona, Jota, que justo estaba buscando información para Lo imposible y, de hecho, el título de esa película lo sacó de La sociedad de la nieve... Es como un milagro laico que Jota encontrara el libro, me mandara un email y viniera a Uruguay. Lo otro mágico, entre comillas, es la confianza que él y sus productoras –Belén Atienza y Sandra Hermida– generaron en los sobrevivientes y en los familiares de los muertos. Nos hipnotizó. Yo eso nunca lo había visto, nunca lo lograré entender. Fuimos con él a la Biblioteca Nuestros Hijos, que es una obra social que fundaron las madres de los chicos que no volvieron y, en ese lugar, donde nadie le conocía, empezó a contar su punto de vista y dijo que esta historia existe porque hay muertos. Hay 16 vivos porque hay 29 muertos. Esto, que parece muy simple, nunca se planteó de una manera tan fuerte, porque la hazaña de la supervivencia en cierto modo opacó y dejó en las sombras a los muertos. Cuando Jota planteó eso en esa reunión se emocionó y se le quebró la voz. Esa emoción valía más que cualquier guion, por eso nadie precisó leer nada, porque eso les confirmó que este era el hombre que lo iba a hacer con honestidad, talento y dignidad. Después se confirmó todo cuando presentamos en Montevideo la película el 1 de septiembre de 2023 ante 360 personas entre sobrevivientes y familiares de los muertos.

¿Cuál fue su rol durante todo el proceso?

Mi rol fue desde el principio ser el vínculo con la historia. Jota me ha presentado varias veces como el guardián y el custodio de la historia y los personajes. Yo cuidaba la historia y los personajes, no solo por amistad y compromiso, sino porque creíamos que si reflejábamos la realidad de la forma más concienzuda imaginable llegaríamos a la esencia, y si llegábamos a la esencia llegaríamos a lo universal. Mi rol fue la parte creativa, cómo plasmar la historia, de manera que empecé a trabajar con Jota y con sus productoras y comenzamos a escribir. Siempre estuve detrás de todo, en el rodaje, en los ensayos, en buena parte del casting en Uruguay, para cuidar que todo esto fuera no solo la realidad, sino calara hondo. El propio Jota ha dicho en varias ocasiones que 'nos tiramos de cabeza con Pablo para explorar lo que faltaba por contar', y eso es lo que hicimos. En determinado momento, eso sí, me di cuenta de que estaba cuidando más a las personas que a la película, algo que jamás imaginé que pudiera jugar en contra, pero hubo un momento en el que decía que teníamos que darle la misma cantidad de minutos a cada uno de los personajes, algo imposible e inconsciente. Por eso yo figuro como productor asociado y desarrollo de guion, porque me daba cuenta de que era contraproducente y era un compromiso que no podía sacar de mí.

Ha mencionado el casting, muy importante al contar con actores uruguayos y desconocidos mundialmente para el gran público que, además, hablan en castellano.

Yo estaba en lo creativo y en la historia, nunca tuve nada que ver en el presupuesto, pero al ser en español había un techo presupuestario. Perforar ese techo, cambiar de paradigma, es una hazaña conseguida por Jota con talento, determinación y confianza ciega de que estás en lo correcto. Y es que si queríamos llegar a la esencia de la verdad teníamos que ser honestos desde el principio y por eso tenía que ser en castellano y con actores no demasiado conocidos, para que no hubiera una preponderancia a priori, y que ya luego el espectador se identificara con quien quisiera. Así hemos conseguido una película inmersiva en la que el espectador se sumerja hasta el punto de sentir que no le está pasando a otro sino que le está pasando a él. 'Yo estoy en el avión, yo me formulo las mismas preguntas que ellos y tomo las mismas decisiones o las que considere'. Durante el rodaje, me pareció que después de cada día sufrido, porque el rodaje fue duro y también vivimos penurias en la montaña en plena pandemia, al final tocábamos el cielo con las manos cuando veía los cinco minutos rodados con los que nos acercábamos a lo artístico, a tratar no lo que se ve, sino lo que no se ve.

Hasta los treinta años después del accidente había muchos sobrevivientes que literalmente nunca habían hablado. Necesitaban que pasara el tiempo, porque para muchos de ellos hablar equivalía hacer sufrir a las madres de los chicos que murieron

Esta película, basada en su libro, es un ejercicio de memoria que fija un nuevo relato con el que los supervivientes no estaban cómodos. ¿Hace un poco de justicia?

Más que no fuera justo es que el tiempo necesitaba hacer su tarea. Hasta los treinta años después del accidente había muchos sobrevivientes que literalmente nunca habían hablado. Necesitaban que pasara el tiempo, porque para muchos de ellos hablar equivalía hacer sufrir a las madres de los chicos que murieron. Esto parece muy pequeño, Uruguay es una sociedad pequeña, pero como dice uno de los sobrevivientes, Roberto Canessa, es como un laboratorio del comportamiento humano, y se requería mucho tiempo. Y creo que para que la película planteara la consigna de que hay 16 vivos porque hay 29 muertos también se requería mucho tiempo. 

Es que ese enfoque, que es el novedoso en La sociedad de la nieve, es muy duro.

Para los familiares es muy duro, y como la película es tan inmersiva les permite ver el nivel de penuria que padecieron. El rodaje fue muy sufrido, los chicos pasaron hambre porque se filmó de forma cronológica y tenían que adelgazar... Yo estaba ahí, y ese sufrimiento ayudó muchísimo a Jota, que lo buscaba, al realismo de la película, que ayuda muchísimo a aportar la esencia universal, que aquí es la cornisa entre la vida y la muerte en la que se encuentran.

Nos preguntamos ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo vale la pena? ¿Hasta cuándo el sufrimiento es tolerable? Las preguntas son infinitas, pero son las preguntas del ser humano, que aquí se dan con un corolario esperanzador

Una cornisa que es un punto de inflexión repleto de preguntas.

Es ese punto donde todos nos preguntamos ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo vale la pena? ¿Hasta cuándo el sufrimiento es tolerable? Las preguntas son infinitas, pero son las preguntas del ser humano, que aquí se dan con un corolario esperanzador. No es eso de que cuando el ser humano se enfrenta a las peores penurias lo que surge es el saqueador, la bestia, el sálvese quien pueda o el hombre como lobo del hombre, no. Acá es una experiencia esperanzadora en pleno siglo XX, que es el siglo de las dos grandes guerras mundiales. Esta es una experiencia real, absolutamente verdadera, con 16 testigos más tres cartas de los que murieron, que hacen 19.

¿La esperanza puede florecer en lugares imposibles?

Los chicos nos muestran que cuando al hombre, al ser humano, se le golpea de forma despiadada y cruel y se le quitan todas las capas del ego surge la bondad, no la bestia egoísta. Surge un hombre bondadoso. Por eso creo que esta película está provocando este furor en todo el mundo, porque la gente está reconociendo que esto es mucho más verdadero que las ficciones apocalípticas, como puede ser El señor de las moscas. Se dice que cuando el hombre está dejado, abandonado en el peor lugar imaginable, surge lo peor de nosotros, pero este es un ejemplo concreto y verdadero de que eso está equivocado. O, al menos, acá tienes un antídoto, un caso contrario, una ventana verdadera donde puedes reconciliarte con el ser humano. Todos estos temas son los que llevamos discutiendo desde 2016.

Es una película inmersiva y trepidante en la forma pero, en el fondo, es una metáfora de este siglo XXI tan individualista y tan del sálvese quien pueda. En este contexto, La sociedad de la nieve está impacta tanto no ya por la historia en sí, que también, sino porque va en dirección contraria y nos recuerda que estar unidos colectivamente con generosidad y solidaridad es la única posibilidad para la sociedad global humana.

Me parece perfecto y adecuado. Y añado el factor de la pandemia, que me preocupó muchísimo y marcó para mí un antes y un después que en cierto modo potenció esta historia. Nosotros rodamos en plena pandemia, a la que no todos respondimos de la misma manera pero que nos enfrentó a algo parecido a los de los Andes. Nos tornó humildes, nos enfrentó a la ausencia de la luz al final del túnel, nos planteó la absoluta incertidumbre, la perentoriedad de la vida. La pandemia es como si fuera una versión global de aquello que ocurrió acá: una situación insospechada, que a todos nos afectaba por igual, con gran incertidumbre, y donde se precisaba buscar una luz al final del túnel. Si miramos la parte positiva de esta pandemia tan trágica, es que el ser humano encontró esa luz en diversas formas, como puede ser el teletrabajo, que en condiciones normales hubiera llevado diez años. En Uruguay se aplicó la consigna de la libertad responsable, que me recuerda a La sociedad de la nieve, donde nada se imponía pero todos asumían responsabilidades. Me parece excelente ver esto como una metáfora del siglo XXI y hay que entender por qué produce este furor, sobre todo en la gente joven, en los chicos de 16 o 17 años, que es algo que me tiene sorprendido. Es una historia de veinteañeros, pero por qué este furor. Pues también creo que ante esa perspectiva apocalíptica del egoísmo absoluto, de los seres ensimismados con un móvil en redes sociales, aquí surge otra ventana que te muestra otra alternativa, que es mucho más funcional para la supervivencia y la superación del ser humano. Porque si no nos superamos y nos estancamos estamos perdidos.

'¡Viven!', que fue escrito por Piers Paul Read en 1974, inmediatamente después de que los supervivientes regresaran a casa, cuenta 'qué pasó', mientras 'La sociedad de la nieve' cuenta 'qué nos pasó'.

A los jóvenes que no conocían la película anterior sobre este episodio, ¡Viven! (1993), que fue en su momento un gran éxito, esto les impacta doblemente por puro desconocimiento de la historia. Pero es que, además, ¡Viven! nos contó lo que pasó, mientras La sociedad de la nieve nos cuenta lo que pasa cuando el mundo te abandona y te quedas solo en esa cornisa entre la vida y la muerte. Es un enfoque diferente y más potente.

Totalmente. Con Jota siempre decimos que ese es el objetivo del libro, al que ahora la película llega de una manera mucho más profunda. El libro ¡Viven!, que fue escrito por Piers Paul Read en 1974, inmediatamente después de que regresaran a casa, cuenta 'qué pasó', mientras La sociedad de la nieve cuenta 'qué nos pasó'. El paso del tiempo permitía no hablar solo de los que viven, sino también de los que no viven. Porque los 29 que no viven son los que permitieron que vivieran los otros 16. La sociedad de la nieve relativiza incluso el tema del heroísmo, porque hay diferentes tipos de heroísmo. El épico, el más clásico, es el de Nando Parrado, mi compañero de clase y amigo desde que tengo amigo, o Roberto Canessa, mi vecino y amigo desde que tengo ocho años... Pero también está todo el otro heroísmo de quien entrega absolutamente todo por los demás pero no llega a la orilla, y generalmente la sociedad contemporánea lo soslaya porque no tiene un rostro, un nombre, y no le tienes contando su proeza en una red social. Es como la tumba al soldado desconocido. En esta obra damos un paso más al entrar en los diferentes tipos de heroísmo. En este mundo de la parafernalia del 'yo', el héroe que no tiene ego, que en este caso está muerto y por eso todo lo que sabemos de él es lo que nos cuentan los sobrevivientes y los amigos de la infancia y la juventud, es Numa Turcatti.

¿Hemos terminado de comprender todo lo que significa esta tragedia? ¿Podemos llegar más hondo o ya queda fijado un relato para las generaciones posteriores?

Lo que esta historia tiene de simbólico es que no creo que tenga verdades concluyentes. Es como los dilemas que no tienen final. Lo importante es que el punto de vista de hoy sea superador en relación al punto de vista de ayer. Un amigo filósofo me escribió y me dijo que las historias cambian cuando uno cambia. Es como ese verso de Neruda de 'nosotros los de entonces ya no somos los mismos'. Todo cambia porque vamos nosotros cambiando. Por eso, cada uno va a tener su respuesta que va cambiando, cada uno es el que responde a las preguntas que se hicieron en la montaña. Yo he cambiado también en cómo abordo el tema y en cómo imagino que hubiera reaccionado.

¿Preguntas que nunca tendrán respuesta?

Yo creo que es un caso donde te planteas de una manera desmesurada las grandes preguntas que se plantea el ser humano, como la finitud. ¿Hasta dónde soy generoso? En este caso, si me paso de generoso y no reservo energías para mí, yo no sobrevivo, que es un poco lo que le pasa a Numa. Lo hablaba hace poquito con un familiar suyo y me decía que él no sabía guardarse energía para él. En esa situación límite, si lo entregabas todo para los otros, tú no sobrevivías, es así. Es crudo, pero tenías que ser generoso y a la vez manejar la entrega. ¿Yo que haría? ¿Sería como él, generosidad pura pero entonces no viviría? O prefiero ser más egoísta y sobrevivir y contarle a mis hijos y nietos lo que ocurrió. Es un dilema y cada uno lo responderá como le parezca.

¿Se supera una experiencia tan extrema como esta? ¿Cómo les afecta a los supervivientes revivir esta historia otra vez?

Leía a un psicoterapeuta uruguayo el otro día decir que una situación como esta produce trauma, por lo que es difícil elaborar el duelo. Acá lo que pasó, aparentemente, es que como fueron muchos días el trauma se diluyó y el duelo lo fueron haciendo en esa especie de tragedia donde la muerte era inminente durante 72 días. Es un fenómeno también nuevo en la psicoterapia, porque todos los psicoterapeutas dicen que de una experiencia así, si bien depende de tus recursos psíquicos previos, no te zafas sin secuelas. Como les conozco desde siempre y hablo con ellos, no veo secuelas. Al contrario, en todo caso secuelas positivas.

La vida es un viaje que se va truncando, pero en el que tenemos que seguir adelante. Este es un avión que cae pero el viaje continúa y algunos llegan, eso sí, con un costo terrible. ¿Y la vida no es así?

¿Cómo puede ser eso?

Te pongo un caso. Roberto Canessa se dedica a la medicina, es un cardiólogo centrado en ayudar a niños con cardiopatías congénitas, es decir, que son decretados muertos, como ellos. La consecuencia de aquello en su caso es virtuosa, no traumática. Yo escribí otro libro con Canessa titulado Tenía que sobrevivir, en el que establecemos esa relación entre lo que vivió él y por qué se dedica a lo que se dedica, que es a ser rescatista de situaciones equivalentes a las de ellos en niños que nacen con estas cardiopatías congénitas y, por ello, fueron decretados muertos sin ninguna culpa. Porque aquí hay otra cosa interesante, que es que aquí no hay enemigos y no hay a quien echarle la culpa. Acá es un infierno en el que la montaña es neutra, está ahí, y los intrusos son ellos. Y ahí surge otra metáfora, porque la vida es un viaje que se va truncando, pero en el que tenemos que seguir adelante. Este es un avión que cae pero el viaje continúa y algunos llegan, eso sí, con un costo terrible. ¿Y la vida no es así? El viaje continúa ahora incluso con la película.

Una película que es, en definitiva, una utopía que nos reconcilia con el ser humano.

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La palabra distopía es lo opuesto de la utopía. ¿Por qué cuando el ser humano imagina un escenario distinto de la realidad siempre es una distopía apocalíptica? Pues bien, este es un ejemplo pequeño pero desmesurado que consigue que la gente se identifique. Ahora todo el mundo parece ensimismado, es un momento en el que el otro no existe o es una pantalla, pero cuando surge una historia esperanzadora como esta, tiene una capacidad de replicación infinita, y yo nunca me imaginé ser la película más vista en 88 países en un día. Este mundo digital y global que puede parecer una distopía nos da también una oportunidad inconcebible de llegar a todo el mundo en un instante.

Y así millones de personas pueden pensar lo mismo a la vez sobre el mensaje de esperanza y colectividad que transmite La sociedad de la nieve.

¿Y qué pasaría si millones de personas pensaran eso mismo a la vez? Muy buena esa idea.

La sociedad de la nieve es ahora mismo la película más vista en todo el mundo por obra y gracia de Netflix. La historia de la que (otra vez) todo el mundo habla y que revive la trágica epopeya acontecida en el otoño de 1972 tras el accidente del avión turbohélice de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrelló contra el Valle de las lágrimas de los Andes con 45 pasajeros. A bordo iban jugadores e hinchas del club de rugby Old Christians, exalumnos del colegio Stella Maris-Christian Brothers, a Chile a jugar un partido. Sobrevivieron veintinueve tras el accidente, veintisiete al día siguiente, diecinueve después de un atroz alud y finalmente dieciséis fueron rescatados con vida.

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