Guerra comercial de Trump
Se busca a Abascal: el líder de Vox se esfuma en plena amenaza comercial de su 'amigo' Trump a España

Vox no ha conocido otro líder que Santiago Abascal, presidente desde su fundación en el año 2014 y con un mandato garantizado hasta el 2028. La formación ultraderechista responde con claridad al modelo de partido personalista, abono ideal para el déficit de democracia interna y el autoritarismo. Así, cualquier decisión o declaración corre el riesgo de ser desautorizada por su líder, como ha ocurrido en múltiples ocasiones en la última década. De lo que no había precedentes hasta la fecha es de que el propio Abascal fuera corregido por otros portavoces de la formación que él dirige tras unas palabras a cuenta de los aranceles de Donald Trump.
La guerra arancelaria iniciada por el presidente estadounidense le está pasando factura al líder ultra, que se ha erigido como su principal aliado en España. En su último acto público celebrado en València, Abascal llegó a decir que estaban “absolutamente dispuestos a tener una interlocución con el Gobierno de Estados Unidos para lo que sea necesario”. Un día después, el portavoz nacional, José Antonio Fúster, tuvo que puntualizar que para que eso sucediera el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, debía dimitir y convocar elecciones.
La portavoz parlamentaria, Pepa Millán, fue incluso más allá y rechazó que su formación vaya a ejercer como puente entre Estados Unidos y Europa, en la línea de lo que pretende hacer la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, con la que Abascal se reunió recientemente. "La responsabilidad de esa negociación la tiene el Gobierno, es quien tiene que iniciar las negociaciones diplomáticas para tratar de evitar el mayor daño posible a España", señaló Millán desde el Congreso pese al ofrecimiento de su jefe de filas dos días antes, que desde que realizó esas declaraciones el pasado 6 de abril se ha mantenido alejado de las cámaras y los micrófonos.
La respuesta oficial de Vox a esta llamativa desaparición en plena polémica por los aranceles de Trump es que está disfrutando de su permiso de paternidad —su hijo nació en julio de 2024—, según detallan fuentes de la formación a EFE, escogiendo semanas de forma "puntual". Un argumento que la formación ultra ha utilizado en los últimos meses para justificar su ausencia de los debates y votaciones del Congreso pero que no impidió a Abascal ser el anfitrión de la cumbre de Patriots en Madrid o acudir a la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), una reunión de ultras de todo el mundo organizada por el trumpismo en Washington.
Lo cierto es que la presencia más bien fugaz del líder de Vox en el hemiciclo ha sido objeto de frecuentes críticas y chascarrillos por parte de la oposición. Uno de los que más incide en las recurrentes ausencias de Abascal es el portavoz de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián, que hace escasos días se hacía eco de las explicaciones del ultraderechista para tratar de justificar al magnate. "La culpa de que Trump imponga aranceles (...) es de todo el mundo menos de Trump. Menos luces que vida laboral", escribía en X. Meses antes, tras la visita de Abascal al primer ministro israelí, Benjamín Nettanyahu, el independentista afirmaba en los pasillos de la Cámara Baja: "Con tal de no trabajar, se apunta a un bombardeo y nunca mejor dicho".
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No es la primera vez que Abascal desaparece del mapa cuando el viento no le sopla a favor e incluso cuando sí lo hace. Es lo que ocurrió tras la irrupción institucional de Vox en 2019. El ultraderechista decidió limitar su presencia pública durante la precampaña para las elecciones generales del 28 de abril para evitar el desgaste derivado de la exposición. Un apagón informativo provocado, en gran medida, por no tener definida su postura en asuntos polémicos, que tampoco incluyó Vox en su programa electoral. En esa precampaña únicamente acudió a tres actos, dos de ellos cerrados para los medios de comunicación, y tampoco concedió entrevistas. Su herramienta para comunicar eran las redes sociales, el terreno donde se siente más cómodo y en el que no tiene que enfrentarse a preguntas complejas o declaraciones desafortunadas.
También sucedió tras las últimas elecciones autonómicas en Andalucía celebradas en 2022. Esos comicios fueron un jarro de agua fría para la formación de Abascal porque, por un lado, provocaron la marcha de una de sus caras visibles, Macarena Olona —abiertamente enfrentada a la dirección de Vox—, y por otro, demostraron que el objetivo del Partido Popular de gobernar en solitario y hacerlo incluso por mayoría absoluta era factible, incluso en un territorio hasta hace poco tiempo tan complicado para la derecha como Andalucía. El líder de Vox apenas tuvo agenda pública tras aquella derrota, evitando así el enfrentamiento directo con el PP.
La mayor decepción de Abascal fueron, sin embargo, las elecciones generales de 2023. El líder de Vox estuvo muchos días desaparecido tras perder más de veinte escaños y quedarse a cuatro diputados de la mayoría absoluta con el PP. Tras conocerse los resultados se subió al andamio instalado a las puertas de su sede nacional y culpó a Alberto Núñez Feijóo de la movilización de la izquierda. Un mes después, el hasta entonces portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, anunció que renunciaba al acta y que se marchaba de la política institucional. Su jefe de filas volvió a guardar silencio y a refugiarse en las redes.
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Lo cierto es que la amistad de Trump tiene un precio y Abascal lo está pagando. Reconocerse como aliado del magnate implica defenderlo públicamente pese a las pérdidas económicas que supondrán estos aranceles para, entre otros sectores, los agricultores españoles —uno de los principales ejes de la acción política de la formación—. Aunque Vox se afana por mostrar que su compromiso con Trump sigue intacto, el partido de Abascal no oculta su nerviosismo por las consecuencias que pueda tener en su electorado el apoyo al norteamericano —según el PP, en sus encuestas internas se refleja una caída de Vox por este motivo— y ya ha dado la orden a sus cargos públicos y orgánicos de desmarcarse de los aranceles pero sin criticar a Trump.
Aunque la mayoría ha cumplido a rajatabla esa orden, hay algunos dirigentes del partido como Javier Ortega Smith que sí han expresado su malestar por el seguidismo que están haciendo a las políticas de Trump. "Si Trump decide imponerle a España unos aranceles que hacen daño a la economía, no podemos estar de acuerdo, si decide darle la espalda a un país europeo como es Ucrania, repartir sus fronteras y llegar a supuestos acuerdos de paz sin tener en cuenta a la nación agredida, no podemos estar de acuerdo", aseguraba hace apenas un mes el diputado y portavoz de Vox en el Ayuntamiento de la capital en Onda Madrid. Y añadía: "La lealtad no consiste en aplaudir como palmeros a quienes tienes al frente de un proyecto sino decirles las cosas y llamarle al pan, pan y al vino, vino", en alusión a las deserciones producidas en la formación.
Trump llevaba meses amagando con aplicar estos aranceles, pero en la cumbre de Patriots celebrada el pasado mes de febrero en Madrid, Abascal minimizó la amenaza y aseguró, en línea con lo que dice ahora, que el "gran arancel" para los agricultores españoles era el "Pacto Verde". Desde su 'sindicato' Solidaridad sostienen, además, que se trata de una medida positiva porque es "proteccionista" y, por tanto, "defiende a la clase obrera" por lo que apelan a hacer un "frente" con el presidente de EEUU. A juicio de su nuevo líder, Jordi de la Fuente, se trata de las medidas "que tendríamos que aplicar aquí para proteger nuestro mercado", una afirmación que va en la línea opuesta a la política de bajada de impuestos que defiende la dirección de Vox.