Las directoras de cine españolas reflexionan sobre la feminidad a través del mundo rural
El pasado mes de septiembre, Jaione Camborda ganaba la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián con O Corno (2023), convirtiéndose en la primera directora española en conseguir el galardón. En esta película, Camborda trata temas como el aborto o la maternidad en un contexto rural, en la Galicia del tardofranquismo.
En un medio dominado por las narrativas urbanas y las voces masculinas, la nueva ola de directoras españolas busca en la tradición y en el mundo rural un marco para contar las historias que hasta ahora habían sido olvidadas.
Otras películas como 20.000 especies de abejas (2023), de Estibaliz Urresola y Creatura (2023) de Elena Martín Gimeno o, algunas anteriores, como Cinco Lobitos (2022) o Secaderos (2023), de Rocío Mesa; son solo algunos ejemplos de los muchos que han llegado a las pantallas en los últimos dos años. En todas ellas, el campo se convierte en un personaje más, a través del cual sus creadoras exploran la feminidad en toda su complejidad.
Volver a las raíces
En un pequeño pueblo de la Costa Brava, se desarrolla la historia de Mila —protagonista de Creatura (2023)—, una mujer que intenta reconciliarse con su propio cuerpo y redescubrir el deseo perdido. A través de los paisajes de L’Escala, revisita su infancia y su adolescencia, explorando los elementos familiares y los lugares significativos que marcaron su actual desconexión sexual.
Para María Guerra “La Script”, periodista y crítica de cine, el mundo rural “es un poco donde empieza todo”. Esta nueva tendencia de las cineastas españolas responde a la necesidad de “una reflexión sobre las mujeres en todos sus aspectos”. Se trata de “un retorno natural, a unas raíces que, en realidad, “son muy cercanas”; de colocar a la mujer en el centro, de tratar su identidad, su sexualidad, su dolor. En general, temas “de los que el cine no se ha ocupado”, apunta Sonia Herrera, Doctora en Comunicación Audiovisual y miembro de la Asociación de mujeres cineastas y medios audiovisuales (CIMA). Para ella, el objetivo de estas directoras es desplazar el foco de la acción y los escenarios a otros lugares que, al igual que las mujeres, han tenido “poco protagonismo”.
Porque “las ciudades nos están echando”, dice Elisa Puerto, guionista, script doctor y directora. Los ritmos frenéticos y la hostilidad inherente a las grandes urbes, han hecho que sean lugares en los que “cada vez es más difícil tener una vida plena”. En este contexto, necesitamos “volver a lo sencillo y a lo básico”.
“Con la pandemia nos dimos cuenta de que podíamos vivir fuera de la ciudad y seguir trabajando”, afirma Puerto. Es justo después de este momento cuando, la complejidad y la diversidad del pueblo como escenario queda patente en las obras de estas directoras. Para algunas representa un lugar de calma, alejado del ruido de la gran urbe; para otras, se convierte en un lugar hostil y abrumador. En cualquiera de los dos casos, las protagonistas de estas películas encuentran en lo rural un lugar de reflexión, que las enfrenta a sí mismas y a sus realidades.
Este es el caso de las protagonistas de 20.000 especies de abejas (2023) —una de las favoritas de los Premios Goya 2024, con 15 nominaciones—, que regresan al pueblo materno durante unas vacaciones de verano. Allí, Cocó, una niña de ocho años, explora su propia identidad y se enfrenta a las expectativas de quienes insisten en llamarla Aitor, mientras su madre Ane se enfrenta a su propia crisis, profesional y sentimental.
Sheila García Catlán, doctora en Ciencias de la Comunicación y profesora en la Universidad Jaume I, explica que el papel de lo rural en el cine dirigido por mujeres es una cuestión que ha de ser respondida “película a película”. Sin embargo, engloba todo lo comentado por las expertas; tiene que ver con “volver a casa buscándose”, con interrogar las propias raíces y con tratar algo “que no puede ser dicho en las ciudades o en el núcleo de la familia”.
Lo rural implica “nuevos modos de producción y dirección cinematográfica que se dejan impactar por la tierra, por la luz natural que entra por las ventanas o que quema directamente el plano, por lo cíclico y por la duda”, añade.
Una cuestión de presupuesto
Esta reivindicación del campo como espacio narrativo ha atrapado a las directoras, pero no necesariamente a sus compañeros masculinos que suelen conseguir una mayor financiación. Se trata, según Puerto, de “una cuestión de presupuestos”. El drama intimista es “el más barato de todos” y el campo es “el ámbito en el que más ayudas se han desembolsado y dónde menos dinero se necesita para crear un universo potente”.
Durante los últimos años, el cine español ha experimentado un tímido auge en la dirección femenina. De acuerdo con datos de la Asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales (CIMA) entre 2015 y 2022 –últimos datos disponibles–, el porcentaje de mujeres directoras ha pasado de un 19% a un 24%.
En 2022, los puestos ocupados por mujeres en las producciones se quedaban en un 37% frente al 63% masculino, siendo los más feminizados aquellos “relacionados con la estética” como diseño de vestuario, peluquería y maquillaje o dirección artística. Según el estudio, se está produciendo “una reducción progresiva” de la brecha de género en el sector, aunque continúa estando muy masculinizado. “Si bien se le ha dado visibilidad a la mujer directora, todavía no se confía en ella con presupuestos más grandes”, insiste Puerto.
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Estas producciones independientes y financiadas fundamentalmente a través de ayudas públicas han ido adquiriendo protagonismo en premios y festivales, pero tal vez no han conseguido apelar al público menos especializado.
Pero ¿conectan estas películas con la mayoría de las mujeres a las que representan? “Las directoras son intelectuales”, afirma Guerra, preocupada porque se convierta en “un cine sobre la clase obrera pero visto desde la burguesía". No se trata de una crítica. Para ella, a pesar de defender la importancia de los festivales, “el cine necesita abrirse hacia lo mainstream”
Ya lo dijo Isabel Coixet en su discurso al recibir el Premio Nacional de Cinematografía en el año 2020, las películas “serán siempre productos de la historia, la política y la ética, el mundo en el que te has criado, de tú mirada sobre él”. La tendencia de las directoras españolas por recuperar el mundo rural en sus narrativas, no es ninguna casualidad, sino resultado directo de su realidad dentro de una industria y una sociedad, profundamente masculinizadas y urbanizadas.