Eduardo Vasco (Madrid, 1968) conoce Almagro como si hubiera nacido allí. Ha recorrido el Festival de Teatro Clásico (que el domingo puso fin a su 38ª edición) como director, como espectador y como gestor cultural. Es uno de los nombres que han configurado la representación actual del teatro clásico en España, notablemente en su etapa como responsable de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, entre 2004 y 2011, pero también como autor teatral especialmente interesado en el teatro barroco. Vasco sabe de qué habla, y lo hace con gusto y sin morderse la lengua.
Le dedica unos minutos a infoLibre poco antes de que dé comienzo la representación de El mercader de Venecia, el nuevo montaje de su compañía Noviembre Teatro. Después de Otelo, Hamlet y Noche de reyes, giran con el judío Shylock desde el pasado febrero. Su versión, con Arturo Querejeta como el usurero y dramaturgia de Yolanda Pallín, recupera el carácter cómico y de enredo de la pieza, aunque subraya la crítica al préstamo y el imperio de la ley. ¿Qué es, defiende, la situación del endeudado Antonio sino un primitivo caso de desahucio? Las butacas del festival (al que este periódico viajó invitado por la organización) van llenándose mientras Vasco contesta: “Vamos fuera, que yo ya aquí sobro”. Pregunta. Una problemática de El mercader de Venecia señalada con frecuencia (y que han formulado sobre esta versión críticos como Javier Paisano) es que se trata de una obra antisemita que ha soportado mal el paso del tiempo.
El mercader de Veneciacríticos como Javier Paisano
Respuesta. Por esa regla de tres, no leeríamos la mayor parte de las obras de la literatura universal. Si tuviéramos que estar de acuerdo con la obra, no leeríamos A sangre fría, o incluso algunas zonas de El Quijote. El espectador es suficientemente avezado para poder juzgar si hay antisemitismo y dónde posicionarse ante eso. Shakespeare, por otra parte, tiene esa capacidad de reflejar la realidad, y mucha gente no es capaz de aceptar que las cosas fueran como eran.
P. Es una prevención similar a la que existe con Otelo, protagonizada históricamente por actores blancos pintados de negro y que ha sido calificada de racista. La montó su compañía la temporada pasada.Otelo
R. Sí, es similar. Entra dentro de la misma cuestión: ¿cómo te posicionas ante las grandes obras? De todas formas, hay piezas como El mercader que están muy sacadas de contexto. El mercader no es Shylock, sino Antonio, que pide un préstamo, no puede devolverlo y esto hace que le desahucien casi literalmente. Lo que es radicalmente actual de El mercader es eso, la imposibilidad de luchar contra algo que por muy legal que sea es injusto.
R. ¿Por qué se asocia entonces El mercader con el personaje de Shylock, y el resto de la obra ha permanecido en un segundo plano?El mercader
R. La mayoría de las compañías del XIX y principios del XX la adaptaban a la horma del primer actor y normalmente dueño de la compañía. Reescribían la obra prácticamente para que se luciera. Era una demostración de arte interpretativo, cuando en realidad la obra es coral. Es lo que nosotros tratamos de recuperar.
P. Su manera de abordar Otelo también buscaba equilibrarlo con Yago. Otelo
R. Sí. Los tipos mandan mucho: Hamlet, Macbeth… Han sido muy apetecibles para los primeros actores, y eso desvía la obra de su voluntad original.
P. Cuando los clásicos se representan en un cierto contexto, parece que se iluminaran partes de la obra que quizás antes no habíamos visto. ¿Es lo que pasa con el préstamo de El mercader?El mercader
R. Cada época lee a Shakespeare de una manera. El mensaje sobre la usura que tiene esta función, hace 15 años no se percibiría como lo hacemos ahora. Cuando Antonio habla de los prestamistas, la gente piensa que es muy contemporáneo y se sorprende.
P. ¿En este sentido, qué ha descubierto de la obra bajo la luz del contexto actual?
R. Bueno, hay muchos temas. No queríamos centrar todo en el antisemitismo, ni en lo económico, El mercader es también una comedia romántica y hemos apostado por eso. Ir al teatro y sentarte con una idea prefijada de qué quieres ver es una actitud muy poco contemporánea.
P. Natalia Menéndez decía en una entrevista para este medio hace unas semanas que ve un interés renovado por los clásicos, una voluntad genuina de usarlos para hablar de la actualidad, más allá de utilizarlos como una forma de ganarse un hueco en la programación.en una entrevista para este medio
R. Lo que ha pasado en este país en los últimos 20 años ha sido revolucionario. Había una deuda con los clásicos que la profesión ha conseguido saldar. Ahora vemos muchos a lo largo del año, trabajamos el verso con una técnica común… Deberíamos reconocer esta gran hazaña. Y hemos creado público, que es lo verdaderamente importante.
P. En la presentación del Teatro de la Comedia la semana pasada, el secretario de Estado de Cultura José María Lassalle volvía a dejar la puerta abierta a una bajada del IVA cultural. ¿Confía en ello?la presentación del Teatro de la Comedia
R. No confío en nadie. Creo menos en la incapacidad que en la animadversión. El asunto del IVA ha sido un intento de asesinato a la cultura, que encima no les ha salido bien ni para recaudar ni para matarnos. Hay una ignorancia y una incapacidad de mirar a largo plazo que es lo que está lastrando cualquier intento de llegar a algún sitio. Los políticos no deberían decidir el destino de la cultura en España.
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P. Se habla de un cambio en la dirección del Teatro Español, con la llegada de Ahora Madrid al Ayuntamiento.
R. No sé qué sentido tiene, ni esto ni lo anterior. Lo que hay que revisar claramente es el presupuesto, que es ridículo, y la política de contenedores culturales detrás de los cuales no hay ningún plan ni ningún proyecto que dirija una programación. Los Teatros del Canal, el Español en los últimos años… La gestión de Natalio Grueso [antiguo gerente del Español] ha sido lo peor que le ha pasado al teatro madrileño nunca. Y no se ha oído ninguna voz crítica. Más allá de eso, ¿cómo es posible que no haya una apuesta a largo plazo?
Escena de 'El mercader de Venecia', dirigido por Eduardo Vasco. / GUILLERMO CASAS