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Cultura

Un gran futuro a nuestras espaldas: la recuperación de escritoras y obras a las que el tiempo y los lectores colocarán en su sitio

Imagen de la celebración de la Biblioteca Nacional de España de la quinta edición del Día de la Escritoras.

En 2011, la editorial Impedimenta recuperó Oso, la obra maestra de Marian Engel, prácticamente desconocida entre nosotros. Leemos: "Engel nació en 1933 en Toronto, Canadá. Licenciada en Estudios Lingüísticos en la Universidad de Ontario (…). En 1962 se casó con un productor de la televisión pública canadiense, Howard Engel, del que se divorciaría en 1977. En 1964 volvieron a Toronto y, a pesar de que tuvo que criar a dos gemelos, comenzó a escribir".

Las cursivas son mías (y el apellido, de su marido: el de Marian era Passmore). No creo haber leído nunca la biografía de un varón en la que se dijera que pudo escribir "a pesar de", si acaso, lo contrario: los hubo que, acuciados por la necesidad de alimentar a su prole, se vieron abocados a la superproducción. Desde luego, es frecuente que autores de uno y otro sexo, incapaces de mantenerse con sus magros ingresos literarios, compaginen la escritura con otra profesión; pero no lo es que ellos se hayan visto forzados a abandonar por el hecho de casarse.

Pero nadie se sorprende, esta es una realidad de sobra conocida que en estos tiempos de memoria y reivindicación nos brinda un formidable espectáculo: una eclosión de talento olvidado, la recuperación de escritoras y obras a las que el tiempo y los lectores colocarán en el sitio que merecen.

Desaparecidas

"Luisa se hizo mecanógrafa en una editorial donde conoció a su primer marido; disfrutó de notoriedad como escritora. Después cerraron la editorial y emigraron a Algeciras, pero ella regresó a Madrid, donde trabajó en un salón de té. Siguió escribiendo novelas y cuentos y colaboró con diferentes medios periodísticos". En 2016, Marta Sanz rehabilitaba a Luisa Carnés (1905-1964), a la que descubrimos con Tea Rooms. Mujeres obreras. "Estalló la guerra, firmó teatro de combate en defensa de la República y estrenó con Alberti. Militó en el PCE. Se exilió a México y allí murió en un accidente de coche del que salieron ilesos marido e hijo. Luego desapareció, como muchas otras mujeres y hombres —especialmente mujeres— del imaginario cultural porque todos sabemos quiénes escriben la historia…".

Ese mismo año, Lucia Berlin (1936-2004) quedó plenamente reivindicada. "A menudo me he preguntado por qué la ficción de Lucia ha tardado tanto en recibir el reconocimiento que merece. Creo saber por qué. Y creo que ella también lo sabía", escribió su amiga Elizabeth Geoghegan. Manual para mujeres de la limpieza fue una sorpresa gratísima. Y fue solo el principio.

De la invisibilización de las escritoras se ha hablado mucho, y desde hace tiempo. De ahí la necesidad de proyectos como Las Sinsombrero, una de cuyas patas era un documental dirigido por Tania Balló, que rescata a mujeres esenciales en la vida artística e incluso política de la España de principios del siglo XX. "No es solo por el hecho de ser mujeres por el que deban estudiarse; es que más allá del género, el relato debe cambiar porque está incompleto", explicó la realizadora.

O como el programa "Sabias y audaces", con el que el Centro Andaluz de las Letras recordó a autoras del Siglo de Oro como María de Zayas o Ana Caro Mallén, novelistas del XIX como Gómez de Avellaneda y a mujeres que protagonizaron la guerra de las plumas en el Cádiz de la Guerra de la Independencia, autoras que firmaron con el nombre de sus maridos como María Lejárraga o María Luisa Muñoz de Buendía, creadoras que marcharon al exilio como Concha Méndez, la ya citada Carnés, María Teresa León o María Enciso y también a figuras audaces durante la dictadura como Mercedes Formica, silenciada muchos años por su adscripción franquista.

O como la serie documental argentina Impriman la leyenda que sesenta años después del boom latinoamericano pone el foco en las voces femeninas que no entraron en tan selecto club; como dijo la escritora chilena Alejandra Costamagna en una entrevista, "el boom latinoamericano fue totalmente machista"boom .

Fue precisamente ese convencimiento lo que llevó a Luna Miguel a buscar a esas artistas escondidas, "piezas sueltas y raras" sobre las que pesa el aura de malditismo. El resultado es El coloquio de las perras (título reciclado de un cuento con el que la puertorriqueña Rosario Ferré analizó la misoginia literaria en los 90), homenaje a las escritoras hispanohablantes (Elena Garro, Gabriela Mistral, Alejandra Pizarnik, Alcira Soust Scaffo, Agustina González López o María Emilia Cornejo) que sortearon todo tipo de obstáculos para hacer su literatura. "Despreciábamos a esas escritoras porque tuvieron vidas diferentes a las que se esperaba de una mujer —declaró Miguel—, por suerte, el trabajo de muchas escritoras contemporáneas para romper moldes y para reivindicar a quienes escribieron antes que nosotras, está llevándonos a un lugar mucho más libre para nuestra creación, no sin tener que luchar casi a diario contra ciertas etiquetas y estereotipos…"

La necesidad de referencias

Esta lucha topa con no pocos obstáculos. Uno, célebre, lo puso Javier Marías en un artículo (Más daño que beneficio), en el que tras denunciar la existencia de "una campaña orquestada según la cual Gloria Fuertes era una grandísima poeta a la que debemos tomar muy en serio", lamentaba que "cada vez que se descubre o redescubre a alguna pionera de algún arte, pasa a ser al instante una estrella del firmamento, a la altura de los mejores, sólo que eclipsada tozudamente por los opresores del otro sexo" y proclamaba su desconfianza en "las reivindicaciones y redescubrimientos feministas de hoy". El texto levantó una polvareda que aún no se ha asentado, y provocó reacciones airadas como la de Carlos Taibo: "El texto de Marías no es sobre Gloria Fuertes: es un salto en el vacío que asume la forma de una diatriba dirigida contra esas feministas a las que nuestro hombre atribuye una indecorosa, estúpida y desinformada búsqueda de heroínas literarias". Y proseguía preguntándose cuántos ejemplos no habrá de mujeres que han salido del pozo oscuro al que habían sido condenadas, para que, entre otras cosas, el hijo del filósofo pueda leerlas…

Es una tarea cuya pertinencia es evidente, y que asumen no ya "las feministas", sino también varones concienciados. Así, en el capítulo introductorio de Las inéditas. Voces femeninas más allá del silencio (2018), Vicente González Martín, Catedrático de la Universidad de Salamanca, afirma: "La dura línea misógina, que desde la Edad Media mantienen las sociedades de prácticamente todo el mundo, sustentada en religiones masculinistas que identifican a la mujer como incitadora al pecado o sólo como un cuerpo libidinoso, casi imposibilita a las mujeres romper los prejuicios y encontrar espacios de libertad que les permitan plasmar sus pensamientos y sentimientos y, cuando consiguen hacerlo, es subrepticiamente, arriesgándose a que sus escritos no vean la luz por autocensura de ellas mismas o por la de otros y condenándolas al silencio". Hay que romper ese silencio.

Espacio en peligro de extinción

Hace unos días celebramos el Día de las Escritoras; más de uno hizo notar que el hecho mismo de que necesitemos de un tal día da cuenta del estado de la cuestión. El Ministerio de Educación y Formación Profesional lo celebró con un tuit:

Las reacciones al mismo son de lo más revelador.

Quizá pronto no necesitemos de esos espacios protegidos, pero hasta ahora son muchas las que los han considerado necesarios para recuperar y preservar un legado maltratado: de ahí iniciativas como la Biblioteca Popular de la Dona de Barcelona (1909), la primera biblioteca pública femenina de Europa; The Women´s Library de Londres (1926), la Bibliothèque Marguerite Durand de París (1932), la Feminist Library (1975) o la Biblioteca de Mujeres de Madrid (1985); de ahí también la pertinencia de espacios comerciales como la Librería Mujeres de Madrid o Persephone Books, en Londres. Que hicieron falta y siguen siendo necesarias, entre otras razones, para que las niñas encuentren sus referentes.

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Porque los referentes son necesarios; siempre lo han sido. En 2016 la editorial Renacimiento, con el impulso de Marisol Dorao, María Jesús Fraga y Nuria Capdevila-Argüelles, retomó la publicación de las obras de Elena Fortún. Fruto de ese empeño fue el hallazgo de la correspondencia que la creadora de Celia mantuvo, entre otras autoras, con Carmen Laforet. Son cartas, afirma Mª del Mar Mañas Martínez, profesora titular de Literatura Española de la Complutense, que demuestran que "las autoras de la posguerra buscaban la referencia de las escritoras de antes de la guerra que habían sido olvidadas, y se miraban en ellas".

En 1996, Siruela publicó la antología La Eva fantástica, hoy descatalogada, en cuyo prólogo Juan Antonio Molina Foix anotaba una obviedad: "A pesar de los serios prejuicios en su contra por parte de la predominante sociedad patriarcal, la tradición de mujeres escritoras ha estado internacionalmente extendida y abarca casi todas las épocas y literaturas".

¡Pues claro! ¡Siempre hubo mujeres! Y, escribió Elena Medel, "a pesar de que nos las ocultaran, también hubo quien desde siempre las reivindicó. Primero desde lugares periféricos, luego desde tribunas cada vez más altas, y ahora desde los grandes grupos editoriales que de un tiempo a esta parte han comenzado a asumir el discurso feminista y a integrarlo en sus catálogos con acciones directas". Sólo así, añade, las ‘mujeres olvidadas de la literatura’ lo serán cada vez menos, la reedición de sus textos las pondrá por fin donde merecen. "Así, hasta hacer justicia, incluso si el trabajo que queda es enorme".

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